El hombre del traje negro - Ana Juan y Stephen King
"Las ilustraciones tienen que dejarle espacio a la imaginación del lector"
¿Cómo es la cara del diablo? ¿Dónde acaba la realidad y empieza el infierno? ¿Es verdad todo lo que recordamos? ¿Cómo imaginar lo que no sabes si ha ocurrido realmente? La ilustradora Ana Juan asume todos esos retos en uno de los relatos más inquietantes de Stephen King, 'El hombre del traje negro' (Nórdica Libros, 2017).
Son menos de cien páginas, 18 ilustraciones, no más de una hora de lectura, y aún así, la edición ilustrada por Ana Juan de 'El hombre del traje negro' funciona como una película de terror... o al menos de suspense. De esas que te tienen atrapado en la butaca, con la mano delante de los ojos y los dedos ligeramente separados para tratar de averiguar cómo demonios, nunca mejor dicho, va a salir el protagonista de esta.
Blanco, negro y el rojo como amenaza
La historia es sencilla y agobiante al tiempo. Un niño solo en un bosque, pescando. Y un encuentro con un hombre siniestro, inquietante, al que se le intuyen terribles intenciones. Un texto de una atmósfera ya de por sí perturbadora que se multiplica con las pálidas ilustraciones de Ana Juan. "Hay que tratar de crear un ambiente para que el lector se sienta dentro de la historia. Por eso decidí utilizar sólo el blanco y el negro y algunas notas de color rojo, que funciona como una presencia. Al final se convierte en un protagonista más, una amenza que está rondando siempre al protagonista".
Así, texto e imágenes se complementan como un solo relato. "Cuando una ilustra tiene que buscar los silencios de los textos. Aquello que el autor ha querido callar. Hay que navegar a través del texto para encontrar esos silencios e ilustrarlos". Y al mostrar al lector esos silencios, lo que consigue Ana Juan es que sus ilustraciones funcionen como los sustos de las películas de miedo. "Procuras que las ilustraciones corten el texto en el lugar adecuado. No es lo mismo que estén ahí a que estén en otro sitio". De ese modo, un sombrío bosque de pinos en blanco y negro en el que un ave grazna en primer plano y otra cruza volando el fondo dejando tras de sí una estela carmesí -una imagen suficientemente potente por sí sola-, se convierte en aparición fantasmagórica al pasar la página y darte de bruces con ella.
La ilustración tiene que dejarle espacio a la imaginación
Y esa es, precisamente, la clave de la historia. Esa tensión no resuelta, ese silencio sobre silencio. Lo que no ves, lo que no sabes, lo que no escuchas. "Hay que dejarle un espacio al lector. Un espacio para la imaginación". Porque si hay una cosa capaz de darnos más miedo que un relato de Stephen King, no lo duden, esa es nuestra propia cabeza. Nadie sabe mejor cómo aterrorizarnos.