Adaptar lo imposible: Gou Tanabe transforma el horror de Lovecraft en manga con 'Las montañas de la locura'
Este manga dividido en dos volúmenes cuenta la historia de unos exploradores que llegan a la Antártida y acaban enfrentados a un horror cósmico. Gou Tanabe, uno de los mangakas más reputados, se ha hecho cargo de su adaptación.
H. P. Lovecraft
Adaptación: Gou Tanabe
Traducción: Marc Bernabé
Editorial: Planeta Cómic
Año de publicación original: 1933
No creo que nadie en toda la geografía española sea capaz de pronunciar bien Cthulhu. Intentadlo: "Kthuljú, Zutulhu, Tuljú...". Podríamos seguir hasta acabarnos internet. Pronunciarlo como queráis, pero al final, lo que queda es que este ser nacido en la bizarra imaginación de H. P. Lovecraft lleva ya muchas décadas atormentando a todos los que amamos la ciencia ficción, la fantasía y el terror.
Lovecraft no inventó el miedo, pero lo desplazó del bosque o el castillo al universo entero.
En Las montañas de la locura, escrita en 1931 y publicada dos años más tarde en la revista Astounding stories, Lovecraft llevó su obsesión por lo desconocido a un extremo glacial. La historia parte como una expedición científica a la Antártida que termina convertida en una catedral del horror cósmico.
Miedo a lo inconmensurable
Lo que empieza con fósiles imposibles acaba revelando una civilización anterior al ser humano y una verdad que ningún cerebro debería contemplar. Todo contado con esa prosa arcaica, hipnótica y minuciosa que lo mismo describe un témpano que un abismo mental.
Sin Lovecraft no habría 'Alien', ni 'La Cosa', ni el 'Necronomicón' en cada videojuego gótico
Lovecraft no inventó el miedo, pero lo desplazó del bosque o el castillo al universo entero. En su literatura, el horror no viene de los fantasmas ni de la culpa, sino del descubrimiento de que no somos nada en el orden cósmico.
Esa intuición —el de un universo indiferente y lleno de inteligencias que nos superan— marcó para siempre la ciencia ficción, la fantasía y el terror moderno. Sin Lovecraft no habría Alien, ni La Cosa, ni el Necronomicón en cada videojuego gótico. Su huella va de Stephen King a Guillermo del Toro, pasando por Stranger Things.
Y quizá por eso Las montañas de la locura sigue resultando tan actual: es, al fin y al cabo, una historia sobre exploradores que creen que todo está bajo control... hasta que descubren que hay verdades que no deben conocerse —Cthulhu incluido—.
El manga
Ahora, Planeta Cómic recupera esa gélida pesadilla en un estuche doble con la adaptación al manga de Gou Tanabe, una de las más aclamadas de los últimos años. El mangaka —dibujante japonés— lleva tiempo dialogando con Lovecraft: antes adaptó El color que cayó del cielo o El sabueso, y en cada título ha demostrado una devoción casi arqueológica por el original. En Las montañas de la locura alcanza su cima.
Tanabe entiende algo fundamental: que en Lovecraft el miedo no está en lo que se ve, sino en lo que se intuye. Sus viñetas son silenciosas, heladas, dominadas por un blanco y negro más físico que emocional. Los trazos de las ventiscas, las sombras que parece que respiran solas, los rostros retorcidos por la locura...
Es un cómic que no solo adapta, sino que interpreta
Todo transmite la sensación de estar frente a algo inconmensurable. Y sin embargo, es una lectura que fluye con el ritmo de un thriller arqueológico. La fidelidad al texto original es casi reverencial. Tanabe respeta las descripciones, conserva los diálogos y traduce al lenguaje visual la opresión que Lovecraft solo podía sugerir con adjetivos.
Imágenes por palabras
El resultado es un cómic que no solo adapta, sino que interpreta. Donde Lovecraft usaba palabras como "indescriptible", Tanabe traza líneas imposibles que rozan con lo informe. Donde el escritor apelaba a la imaginación del lector, el dibujante la enfrenta directamente con lo inimaginable. No hay mejor homenaje posible.
Este estuche reúne los dos volúmenes de la obra en una edición muy cuidada, con papel grueso y portadas que combinan la estética pulp con el minimalismo japonés. Es una pieza para coleccionistas y, sobre todo, para quienes alguna vez han sentido ese vértigo tan lovecraftiano: el de mirar al cielo y sospechar que alguien —o algo— nos está mirando de vuelta.
Ningún monstruo es tan terrible como la certeza de que el universo no nos debe nada
Pero más allá de la belleza del estuche en sí, lo valioso es cómo esta versión reabre un clásico sin desactivarlo. Tanabe no moderniza, ni suaviza, ni explica: deja que la historia respire su propio aire gélido. En estos tiempos de excesos visuales y abigarradas viñetas, su blanco y negro resulta casi terapéutico. Es una lectura lenta, que invita al silencio y a la inquietud.
En el mundo de hoy donde el terror tiende casi y exclusivamente al jumpscare, esta adaptación devuelve el miedo a su sitio: dentro de la cabeza. Y lo hace recordándonos por qué Lovecraft sigue siendo irrepetible. Ningún monstruo es tan terrible como la certeza de que el universo no nos debe nada.
Así que sí. Pronunciad Cthulhu como queráis. Pero hacedlo con respeto. Porque entre estas páginas —ya sean las de Lovecraft o las de Tanabe— sigue durmiendo algo antiguo, algo que respira bajo el hielo, esperando a que volvamos a despertar su nombre.
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