De Carabanchel Alto a conquistar el mundo mundial: por qué Manolito Gafotas es un icono más allá de los libros
Manolito Gafotas, creado por Elvira Lindo, cumple treinta años con una edición especial que nos recuerda por qué sigue siendo uno de nuestros personajes más queridos.
Elvira Lindo
Editorial: Seix Barral
Año de publicación original: 1994
Que un libro tenga éxito cuando sale a la venta no es fácil. Que se convierta en un long seller (libros cuyo éxito se extiende a lo largo de los años) es harto complicado. Que sus personajes y expresiones, en definitiva, su universo, se cuele en la cultura popular, es el Olimpo de la literatura al que solo acceden unos pocos elegidos.
Manolito Gafotas es uno de ellos. Pero, ¿por qué?
Manolito es universal
Cuenta Elvira Lindo que cuando publicó la primera historia del personaje que había creado en la radio, muchos auguraron su fracaso. Por lo visto, las palabras "costumbrista" y "local" eran la criptonita del mundo editorial. Si pensamos en la cultura para niños, solo como material didáctico con modelos a seguir edulcorados y enseñanzas maniqueas, ni Manolito ni ninguno de sus amigos sería el ejemplo a imitar por ningún niño.
Manolito no es buen estudiante ni se le dan bien los deportes, insulta a su hermano y tiene unos amigos que tampoco son lo mejor de cada casa, hasta el punto de que a alguno de ellos lo podríamos visualizar en el futuro detenido por menudeo. En su casa se gritan para comer, para cenar y para desayunar y se pasan penurias económicas.
Manolito no es el niño que ninguno querría ser, es el amigo que todos querríamos tener
Y todo esto en un barrio del extrarradio madrileño en el que no pasa nada importante, los árboles se secan porque el dinero de los impuestos que sí pagan los que madrugan nunca llega a sus calles y la mayor aventura que viven sus protagonistas es quedarse dormidos en el metro una tarde cualquiera.
Pero Manolito también es tierno, es un niño que se encuentra los problemas por esa forma sincera de ser, que no nace de la maldad, sino de la pura bondad. Adora a su hermano aunque le llame El Imbécil, sus padres se adoran y le adoran y es leal a sus amigos. Su barrio, como el erizo de la fábula, no tendrá muchas cosas, pero tiene las importantes: vecinos que se conocen y se cuidan. Manolito no es el niño que ninguno querría ser, es el amigo que todos querríamos tener.
Todas las ciudades tienen barrios obreros y en cada uno de ellos hay niños que están deseando que cuenten su historia. Manolito es todos esos niños.
La importancia de ser Elvira Lindo
Porque Elvira Lindo es una de las mujeres más inteligentes y divertidas de las letras españolas, aunque eso, a veces, haya ido en su contra. En una profesión en la que a algunos les gusta andar a un palmo del suelo, su humor y esa aparente frivolidad han sido interpretados en más de una ocasión como falta de talento. En absoluto lo es.
Quien tachó a Manolito Gafotas de "costumbrista", en el peor sentido posible, solo puede ser quien conozca los barrios por esas películas dirigidas por pijos disfrazados de obreros, que miran a sus gentes con la fascinación del turista que visita un zoo y, plantando su jeta frente a la jaula de los monos, se cree el doctor Livingston, supongo.
Hay gente que piensa que los de Carabanchel, Leganés o Villaverde, por citar algunos de Madrid, son héroes sin capa que luchan a diario por sacar adelante a sus vástagos y que son felices con tan poco, como suelen decir quienes vuelven de la India. Yo, que soy de uno de esos barrios, nunca me he sentido identificado con lo que esas películas cuentan y sí con el humor y la bondad del universo de Elvira Lindo.
En algunos países en los que se ha publicado 'Manolito Gafotas' han cambiado la traducción para que fuera menos subversiva
Leyendo la saga del niño de Carabanchel Alto, uno tiene la sensación de que por fin alguien le está mirando de frente, a los ojos, sentado en la misma mesa. No con la fascinación del turista de clase, no como se mira al lumpen, no, a los ojos, de igual a igual y con respeto, conociendo su realidad sin romantizarla, como ha demostrado no solo en esta saga, sino también como guionista de películas como El cielo abierto.
La obra de Elvira Lindo no trata de educar porque no es un libro de buenas maneras. La de Lindo, como la de Roal Dahl, trata a los niños como seres sintientes y con conciencia propia a los que no conviene infantilizar más. Si a Dahl no le importaba meter miedo, a Lindo no le importa hablar de asuntos que normalmente no aparecen en las publicaciones infantiles, aunque esto le haya causado algún problema en los últimos tiempos. En algunos países en los que se ha publicado han cambiado la traducción para que fuera menos subversiva.
Manolito Gafotas mola un pegote
Pocos libros me han proporcionado tanta felicidad como el primero de Manolito Gafotas. Recuerdo cuando lo leí por primera vez y cada pocas páginas tenía que cerrarlo incapaz de seguir leyendo por las carcajadas que me provocaba. Recuerdo devorar cada uno de ellos y celebrar con regocijo la publicación del último tomo, Mejor Manolo, en 2012.
Recuerdo cómo nos los fuimos pasando en mi familia para comentarlos después y cómo mi colección de "manolitos" pasó después a mi sobrino y después a mi sobrina, que los disfrutaron décadas después con la misma sonrisa que nosotros antes.
Hoy, aquellas ediciones están hechas polvo ya y alguno me falta porque acabó en terceras manos que nunca se acordaron de devolverlos. Supongo que alguien, en alguna estantería de alguna casa que yo nunca he pisado, pasará su vista por ellos de vez en cuando y, como yo, sonreirá y pensará "cómo molas, Manolito".
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