Persona con tatuajes | Pixabay

Criminal. Ángeles bellos, bárbaros tatuados - Edición de Servando Rocha

"Como en los países civilizados, el tatuaje solo se encuentra, por regla general, en la clase de hombres delincuentes; la naturaleza de los signos, la región que ocupan y el número de ellos, nos dirán aproximadamente el grado de perversión moral del individuo".

AhoraQuéLeo
 |  Madrid | 09/12/2022

Edición de Servando Rocha

Editorial: La Felguera

Año: 2022

Sinopsis: Ahora nos parece muy común llevar tatuajes, España es el sexto país del mundo con más personas tatuadas, pero hace bien poco eran signo de mala vida. El tatuaje estaba reservado a una tropa formada por criminales, apaches, presidiarios, legionarios, prostitutas, anarquistas o marineros como si fuera un código al margen de la ley.

En 1988 Rafael Salillas documentó el tatuaje en delincuentes hasta a principios de los 90, cuando se popularizó. Hasta esa fecha, hay un siglo de historia de lo marginal con quinquis, pandilleros, motoristas y rockers, entre otros, marcándose la piel con cruces, vírgenes, mujeres y cualquier otro motivo en forma de "cicatrices parlantes", como llamó la policía a los tatuajes.

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Porque la historia se puede contar de tantas formas como uno quiera y contarla a través de los tatuajes de los delincuentes es una de las más originales que hemos conocido. Si creían que la influencia de París en España afectaba solo a la arquitectura o a la moda estaban muy equivocados.

Sorprende descubrir que en el siglo XIX y XX, de París no solo nos trajimos lujosas telas, sino también bandas criminales como los Apaches, que sembraron el terror en capitales españolas.

En algo, a priori, tan alejado del mundo del tatuaje como la guerra civil española, también tendrán que ver mucho los tatuajes. Algunos militantes se tatuaban en su cuerpo motivos relacionados con sus filias políticas, como el yugo y las flechas, la hoz y el martillo o la propia cara de Stalin. Pues bien, cuando comenzó la guerra muchos se afanaron en eliminarse estas marcas antes de ser apresados por el bando contario, sabedores de que, de ser encontradas, esas marcas serían una sentencia directa a muerte.

Más de una vez hemos hablado con historiadores que nos han contado cómo en las páginas de los libros se suele omitir la parte menos favorecedora de la historia, lo que incluye a las clases más bajas, a los pobres, como si estos no tuviera nada importante que aportar, pero es precisamente a través de estas personas como se puede escribir de verdad la historia de un país y no a través de los despachos de grandes corporaciones en altos edificios.

Es en el underground, en los bajos fondos, donde encontramos la esencia de una sociedad que dio la espalda a navajeros, macarras, delincuentes y prostitutas. Aquellos que marcaron su piel a veces orgullosos, a veces por obligación, para que a nadie le quedara duda de quiénes eran. "No nos queréis mirar", parecen decir, "pues nos vais a ver".

Y quienes sí les vieron fueron los agentes del orden que quedaron fascinados, como Eve con Villanelle, con estos hombres y mujeres de los que documentaron con fotografías a lo largo de los años sus pieles marcadas y escribieron decenas de teorías sobre su propensión a dibujarse la piel.

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