Fernando Aramburu recurre a una tragedia real para diseccionar el dolor por la pérdida en su nueva novela
En El niño, Fernando Aramburu utiliza una tragedia real ocurrida en los 80 en el País Vasco para "colarse" en la vida de una familia que tendrá que aprender a vivir de nuevo.
Fernando Aramburu
Editorial: Tusquets
Año de publicación original: 2024
Escribo esta reseña con mucho pudor, créanme. No sé, por mucho que lo intento no puedo llegar a entender, ni a aproximarme siquiera, lo que puede suponer la muerte de un hijo. Y no una muerte cualquiera, una trágica como la que se describe en este libro y que ocurrió realmente en la localidad vasca de Ortuella en 1980 en la que murieron medio centenar de niños.
Así que, antes de abrir el libro, no sé si las situaciones que describe Fernando Aramburu en El niñoson realistas o no se sostienen por ningún lado. ¿No es en eso en lo que consiste la literatura, en vivir las vidas de otros como si fueran propias? Sí, y por eso me entrego a las buenas manos de un escritor que haya hecho bien los deberes.
Un hecho real
"Ha sido en el colegio" gritaban con las manos en la cabeza quienes bajaban la calle camino del lugar en el que, alrededor del medio día del 23 de octubre de 1980, se oyó una explosión que cambió la vida de todos para siempre. Con ETA en activo, los primeros pensamientos de quienes lo oyeron fueron culpar a la banda terrorista. Poco duró aquel pensamiento.
En una localidad tan pequeña, a quien no se le fue un hijo, un sobrino o un nieto se le fue un amigo o el hijo de algún vecino
En realidad había sido una explosión de gas en el colegio, bajo el aula de los más pequeños. Algunos sobrevivieron, 50 niños y tres adultos, no lo contaron. En una localidad tan pequeña, a quien no se le fue un hijo, un sobrino o un nieto se le fue un amigo o el hijo de algún vecino o familiar.
Con este hecho como telón de fondo, Fernando Aramburu vuelve a su saga Gentes Vascas (a la que pertenecen Los peces de la amargura, Años lentose Hijos de la fábula) para abrir una mirilla en el muro de una familia a la que veremos gestionar la pérdida como mejor saben.
Como decía al principio, no sé si los protagonistas lo hacen de una forma realista o no, pero qué más da. Es verosímil.
Una novela real
Del autor que sorprendió al mundo con Patria y volvió a sorprender, quizá de otra manera, con Los vencejos, no creo que haga falta decir lo bien que escribe, lo bien que construye sus personajes y la atmósfera que les rodea. Leer El niño es ser uno más en esa familia que se despedaza página a página sin remedio, y eso duele.
Ocurren cosas cuestionables en esta historia. Cosas que el autor no cuestiona y que el lector tampoco hará. Yo al menos no lo hice. Uno puede pensar "haría esto o lo otro", pero es tal el grado de empatía que se alcanza con los personajes que acaba comprendiendo perfectamente cada decisión de los implicados. La de un abuelo que mantiene la memoria viva de su nieto y la de un matrimonio, los padres de Nuno, la criatura, que harán lo que puedan.
Literatura de duelo
Existe en el mundo literario un género al que llaman Literatura de duelo, que consiste en que autores que han sufrido una pérdida utilizan las letras para exorcizar sus fantasmas. Algunos de los ejemplos más famosos en letras castellanas son Mortal y rosa de Francisco Umbral y Paula de Isabel Allende. Obviamente, este no es el caso, pero sí comparte elementos comunes.
El niño es una novela bellísima sobre la pérdida, sobre el duelo, sobre la búsqueda de la identidad y del camino propio
Nos contó Aramburu en este reportaje que su intención sí fue sanar un recuerdo que le dolía. A ser partícipes de ese viaje nos invita, y salir más o menos tocados dependerá ya de nosotros mismos. No se lleven una mala impresión, no es una novela trágica, no más de lo necesario, quiero decir. No es de esas que te desgarran el alma en cada página, no.
El niño es una novela bellísima sobre la pérdida, sobre el duelo, sobre la búsqueda de la identidad y del camino propio. Tendrán en sus manos una novela que busca la luz, porque como canta Florence Welch al frente de Florence and the Machine, "está siempre más oscuro justo antes del amanecer".