Henar Álvarez, a hostias contra los escritores misóginos: ni Bukowski ni Kerouac se salvan de su 'Ansia'
La cómica y escritora publica su ansiada primera novela. Un retrato desatado, con una protagonista que camina en la fina línea de la autorreferencialidad y la ficción.
Henar Álvarez
Editorial: Planeta
Año de publicación original: 2024
Los cínicos están de moda. Disfrutamos de la superación personal de quien se harta de ofrecer mejillas para empezar a repartir hostias. Lo disfrutamos más aún cuando quien se revela se arma con la medida justa de crueldad para empezar su cruzada personal.
En ese terreno encontramos a las 'malvadas hechas a sí mismas', que se podría trazar directamente hasta Vida y amores de una maligna de Fay Weldon, donde su protagonista se transforma de dócil ama de casa a prófuga de la justicia. Su malignidad es fruto de un deseo más 'de ser', a secas, que 'de ser mala mala de verdad'. Natalia, el centro neurálgico del segundo libro de Henar Álvarez, está compuesta al mismo son que el de Weldon, con la diferencia de que lo que la transformará será un deseo explosivo y errático.
La cómica y colaboradora de Estirando el chicle saltó a la palestra con La mala leche, una novela gráfica cargada de humor y sexualidad. De aquellos vientos llega ahora una Ansia, novela que continúa la línea semi autobiográfica, donde la autora se confunde con su personaje principal.
Contra todos
Natalia es una mujer consumida por el ansia, en un matrimonio en vías de extinción con un hijo y una carrera literaria en ciernes. Mientras termina de escribir su nueva novela, la separación y los fuegos del deseo terminarán por poner toda su vida patas arriba.
Henar Álvarez aprovecha este ejercicio de metaliteratura para lanzar dardos envenenados desde la ficción hacia el mundo real. Apunta a escritores condescendientes, acosadores y demás morralla, contra la que carga con todo el ímpetu y el ansia de una protagonista completamente desatada, más y más a cada capítulo.
Natalia o Henar, quizás las dos, apuntalan a Henry Miller, Jack Kerouac y Charles Bukowski en sus primeras páginas. La triada de la infelicidad literaria masculina sirven como avatares a los que despreciar de lleno, sin dejar de tomar nota de sus usos y costumbres. Por momentos, Natalia se convierte en Hank Chinaski (el alter ego de Bukowski) en su ímpetu sexual incontrolable, la falta de principios a la hora de utilizar a otros y cruzarse en sus vidas. Aunque su autora nos advierta al mismo tiempo de que eso es algo viejo, que otros ya lo hicieron mucho antes aporreando una máquina de escribir.
A medida que aumenta la adrenalina en ella, su protagonista se descubre actuando de forma cada vez más impulsiva, provocando un reguero de decisiones precipitadas que terminan por poner el pie en el acelerador de Ansia, que se dirige cuesta abajo, sin frenos y contra cualquiera que se atreva a ponerse en su camino.
Malignas y desatadas
El ímpetu final que rige los actos de Natalia será la culminación de su novela, Ansia. La autora estrecha aún más el círculo en torno a su protagonista, se parapeta en algunos de los capítulos dejando valoraciones sobre lo que ella misma escribe, preparando el terreno al qué dirán, dejándolo ya todo dicho.
Un relato cargado de humor que no renuncia a contar historias donde sus personajes femeninos tienen entidad suficiente para reclamar mucho más que un cuarto propio, quienes buscan una habitación que poder cerrar de un portazo tras de sí.