Tras más de treinta libros para niños, esta autora debuta en la novela adulta con una historia de silencios y lágrimas
Ana Campoy lleva décadas demostrando su talento en la literatura infantil. Con Las afueras se adentra por primera vez en la novela para adultos con una historia de posguerra llena de simbolismo y leyendas.
Ana Campoy
Editorial: Las afueras
Año de publicación original: 2024
Un paracaidista cae sobre las tierras de la Tuerta. Ella que ya no le pedía nada al cielo, recibe ahora la llegada de un hombre herido y desorientado. La Tuerta le cuida, le protege y le aloja en su casa. El Chico no dice nada, asume y sigue trabajando, como ha hecho siempre desde que dejó el colegio. La niña muda tampoco dice nada. Nunca lo hace, aunque escuche a vivos y muertos gritar sus pensamientos. Y el marido de la Tuerta, aunque se queje, asume lo que decida su mujer.
El paracaidista, mientras tanto, no habla, no entiende. Parece no recordar ni saber muy bien dónde está
El paracaidista, mientras tanto, no habla, no entiende. Parece no recordar ni saber muy bien dónde está. Y mientras sus heridas se van cerrando y las fiebres le dan un respiro, a su alrededor el pueblo empieza a murmurar, a hablar de él, del misterio que supone un hombre desconocido caído del cielo.
Porque el pueblo habla y mucho. Que si de dónde va a sacar la Tuerta ahora como para alimentar otra boca. Que si quién es ese hombre y por qué lo tienen retenido en su casa. El pueblo habla tanto que tiene para el paracaidista y para la Tuerta a pesar de que el Grande de los Cascas, la familia que manda en esas tierras tras la guerra, se acaba de pegar un tiro en su cortijo.
Dibujar el ambiente con palabras
En un ambiente de silencio y opresión, Ana Campoy, como quien esculpe la niebla, va perfilando una historia con el pasar de las páginas, oscura, intrincada y pegajosa como una tela de araña. Y, con habilidad de orfebre, es capaz de pintar con palabras ese silencio, ese espacio denso que se forma entre las personas cuando no tienen nada bonito que decirse.
Ana Campoy hurga en el silencio para tirar del hilo de una trama que no quiere ser contada. Por vergüenza y por miedo
Se escucha el crujir de la madera cuando alguien se sienta sin que lo describa; se aprecian las miradas bajas, evitando ser descubiertas; se escucha el viento jugar con las ramas de los árboles mientras el Chico espía a la criada de los Cascas, la sobrina de la Barda, de la que está enamorado en silencio.
Porque casi todo pasa en silencio en esta historia. Y Ana Campoy hurga en él para tirar del hilo de una trama que no quiere ser contada. Por vergüenza y por miedo. Porque las heridas de la guerra siguen muy abiertas en este pueblo en el que quien lleva años a tu lado no tiene por qué ser tu aliado. Y donde un paracaidista llegado sin aparente razón es capaz de abrir una grieta en el tiempo por la que se escurra algo parecido a la justicia.
La sensibilidad de la literatura infantil
El paracaidista es la primera novela para adultos que ha escrito Ana Campoy. Tras más de una treintena de títulos infantiles como Pepa Guindilla, Familia a la fuga o La cronopandilla: el túnel del tiempo, por el que ganó el Premio Jaén de Narrativa Juvenil en 2017, Campoy ha demostrado su sensibilidad con los más pequeños, a los que ha tratado siempre como iguales en sus libros, ofreciéndoles textos de calidad nada edulcorados.
En 'El paracaidista' hay mujeres fuertes y resilientes, vulnerables y resentidas, que huelen a Lorca y a luto
En esta novela publicada por la editorial Las afueras, utiliza su amplia experiencia en la literatura infantil para dibujar varios personajes menores de edad con profundidad y sutileza. Y los acompaña con unas mujeres fuertes y resilientes, pero también vulnerables y resentidas, que huelen a Lorca y a luto. Que duelen y aprietan los dientes.
El resultado es una novela coral de posguerra, repleta de imágenes poderosas y silencios eternos, que tiene la capacidad de llenarte el pecho de arena y la mente de lágrimas. En la que aparece, como un santo caído del cielo, la figura onírica de un paracaidista para dinamitarlo todo sin explosiones ni alarmas.