'Monstruo', el cómic que pinta a un Frankenstein antifascista en la gris España de los años sesenta
El guionista David Muñoz y el dibujante Andrés G. Leiva unen fuerzas para resucitar al moderno Prometeo y hacerlo caminar por la España del aperturismo franquista.
David Muñoz y Andrés G. Leiva
Editorial: Astiberri
Año de publicación original: 2024
¿Qué habría sido del monstruo del Frankenstein de Mary Shelley de haber sobrevivido hasta nuestro siglo? ¿Qué clase de vida le habrían arrojado la década de los sesenta en pleno franquismo? En Monstruo, este Prometeo moderno llega hasta una España que celebra sus tortuosos 25 años de paz, intentando encontrar la suya propia en un mundo que se lo ha negado desde su alumbramiento.
El guionista David Muñoz, responsable de los textos de El espinazo del diablo o No mires a los ojos, nominada esta última al Goya a mejor guion adaptado en 2023, une fuerzas junto al dibujante Andrés G Leiva. El ilustrador está detrás de Juana de Arco,Electra/Horrible hórreo o 15, también creada en colaboración con Muñoz y editada por Astiberri.
Presentan ahora Monstruo, un impresionante álbum que nos lleva hasta la España de los años 60 con un ser monstruoso que deberá aprender humanidad en un país desprovista de ella.
Una vida monstruosa
Por Monstruo pasean criaturas sobrenaturales capaces de resistir golpes brutales, decapitaciones y una vida a la sombra de la ciencia, siempre escrupulosa y fría. Caminan muy cerca de otras, de sino parecido, que resisten los envites de la vida, con una resiliencia tan humana como la de aquel que sabe que sus días están contados.
Su protagonista oculta su identidad bajo la apariencia de un ciudadano suizo, Víctor. Un capataz de obra que vive de la modesta pensión que le quedó tras el accidente que surcó todo su cuerpo de cicatrices, el rastro de su verdadero origen. Su cuerpo, incorruptible y sin fecha de caducidad, necesita recargarse de electricidad cada diez años, repitiendo el mismo ritual que le trajo a la vida.
Víctor Frankenstein, le recuerda la maldad que su sola presencia provoca en el mundo
Acosado constantemente por el espectro de su docto padre —el verdadero Víctor Frankenstein— y los estragos de la guerra (combate tanto en la Guerra Civil como en la Mundial contra el fascismo), se verá convertido en gólem al servicio de los hombres. Es su demiurgo quien le recuerda la maldad que su sola presencia provoca en el mundo. Una voz que le insta a desconfiar y recelar del afecto que siente y que él mismo le pidió en la forma de una compañera de vida, negada por su propio creador.
Sin embargo, en la escalera del mísero piso donde pasa sus días, se encuentra con las palizas que su vecina recibe. Ante la visión indefensa de la hija de la pareja, decide interferir en sus vidas y buscar un final feliz, inevitablemente negado por la monstruosidad de su propia existencia. Aunque volver a sentir sea una condena para quien solo ha sido pagado con odio.
De Frankenstein a Caligari
El filósofo alemán Siegfried Kracauer popularizó una teoría que unía la crisis del subconsciente alemán con el alumbramiento de la película 'El gabinete del Doctor Caligari' y el ascenso al poder de Adolf Hitler. Desde entonces, los monstruos han sido más que terrores nocturnos, convertidos en significantes poderosos de los anhelos más oscuros de los hombres. Aquel ser hecho a partir de retazos de otras vidas no es un personaje de terror en nuestro siglo, sino un ser compuesto por todos nuestros miedos.
Ahí es donde David Muñoz y Andrés G Leiva terminan de apuntalar una historia perfectamente enmarcada en una España surcada por los mismos fantasmas que exorcizó el filósofo en su ensayo. El monstruo de Frankenstein guarda una humanidad mayor que la de su creador a este lado de la historia.
Su Monstruo derrocha una idea de humanidad que termina por entrar en conflicto con la nuestra
Madrid se nos presenta en oscuros dibujos, sobre una masa casi informe y monocromática, en contraste con los dibujos livianos que siguen a las ensoñaciones de su monstruo. El peso de la realidad contrasta con el de la figura de su Prometeo, tan imponente y eterno como incapaz de anticipar qué harán o dirán aquellos seres en los que intenta encontrar un reflejo de las emociones que ansía.
Su Monstruo derrocha una idea de humanidad que termina por entrar en conflicto con la nuestra. Entre sus páginas le descubrimos leyendo a otros autores, dedicados a describir su siglo firmando como Miguel Delibes o a Camilo José Cela. No podemos evitar imaginarnos a otro Pascual Duarte hecho de retazos de cadáveres con un sino tan violento como el de su novelesco protagonista.