Nueva York, en los años 60 | pinterest

Oreo - Fran Ross

"Cuando le dijeron a una tierna edad que un día tendría que buscar a su padre para conocer el secreto de su nacimiento, dijo: 'Encontraré a ese cabrón'. En su opinión, la última palabra no era más que le mot juste".

AhoraQuéLeo
 |  Madrid | 29/08/2022

Fran Ross

Editorial: Pálido Fuego

Año: 1974

Sinopsis: Oreo es hija de Helen -negra- y Samuel -blanco, judío-, aunque se cría con sus abuelos maternos en Filadelfia.

Helen está todo el día de gira por el país tocando el piano. Samuel se marchó de casa cuando su hija era un bebé, dejándole una misteriosa nota.

Para descifrarla, Oreo irá en busca de su padre, y para ello se adentrará en las calles neoyorquinas de los setenta, conociendo todo tipo de personajes y recorriendo lugares como parques, metros, burdeles, saunas y tiendas de mascotas.

Por qué recomendamos 'Oreo', de Fran Ross

'Oreo' no es una novela sencilla. Es exigente y en ocasiones puede resultar caótica y confusa, principalmente porque está repleta de referencias, juegos de palabras, dobles sentidos y términos en yiddish (por suerte, al final hay un glosario al que acudir cuando sea necesario, que es casi siempre).

Pero en esa complejidad también reside parte de la belleza de esta obra. Incluso sin llegar a comprender todas las capas de la novela, aún quedándonos en la superficie, 'Oreo' es una historia que rebosa humor, creatividad e inteligencia.

Acompañando a Oreo, una protagonista irónica y descarada, iniciaremos un viaje de autodescubrimiento por un Nueva York laberíntico habitado por personajes surrealistas a los que se tendrá que enfrentar, en una estructura que recuerda al mito de Teseo.

O esa era la intención de Fran Ross. No es algo que hayamos deducido por nuestra cuenta, es la propia autora quien lo deja claro en el mismo libro, en un apartado titulado 'Guía para lectores rápidos, no versados en clásicos, etc.', con el que comprenderemos los paralelismos que existen entre el mito de Teseo y la historia de Oreo.

'Oreo' es, en definitiva, una novela adelantada a su tiempo, un viaje (y un reto) que merece la pena emprender. Y si es tan disfrutable, por cierto, es gracias a una impecable traducción de José Luis Amores, que tenía un reto mayúsculo.