Magalí Etxebarne | Fotografía de lsabel Wagemann

'La vida por delante': cuentos (que rozan la novela) para explorar el lado más cruel de las relaciones personales

Magalí Etchebarne ha ganado el Premio Ribera del Duero con unos relatos que reflexionan sobre la madre, la muerte, el trabajo y el amor.

   | 16/05/2024

Magalí Etchebarne

Editorial: Páginas de Espuma

Año de publicación original: 2024

Con finalistas como Katya Adaui, Dahlia de la Cerda, Nuria Labari, Fernanda Trías y Magalí Etchebarne, del Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve solo podía salir un gran libro. Y así ha sido.

La argentina Magalí Etchebarne toma el relevo de Liliana Colanzi con La vida por delante, una obra compuesta por cuatro cuentos que, como ella misma reconoce, tiene cuatro temas: la madre, la muerte, el trabajo y el amor. Aunque todos atraviesan las 113 páginas, mezclándose además con otras cuestiones como la enfermedad, la vejez, la amistad, el amor, el deseo o la salud mental.

El peligro de lo cotidiano

En el primer relato veremos, a través de los ojos de una hija, cómo una mujer se resiste a la enfermedad. En el segundo viajaremos junto a dos amigas a las cataratas de Iguazú, un imponente paraíso natural frecuentado por turistas y suicidas. En el tercero, dos hermanas tratarán de desprenderse de las cenizas de su madre arrojándolas al mar. Y, finalmente, en el cuarto, leeremos con cierta incomodidad los conflictos conyugales de una pareja.

Etchebarne disecciona con precisión el lado más cruel de las relaciones personales

Etchebarne hurga en las batallas internas que todos libramos y disecciona con precisión el lado más cruel de las relaciones personales. Y por eso los cuentos de temática cotidiana son los más peligrosos, porque son los que más ocultan y mejor nos describen.

En las profundidades de estas sencillas historias acechan la incertidumbre, el malestar, situaciones trágicas que amenazan con hacer saltar por los aires la capa de tranquilidad que cubre cada frase.

Casi novelas

Los textos se balancean entre el drama y un fino humor, entre la tristeza y la ternura, entre la oscuridad y la luz. Y con ese suave vaivén, Magalí Etchebarne levanta unos relatos que, como el árbol que aparece en uno de ellos, "crecen altos y gruesos, traspasan el techo y se alejan frondosos hacia el cielo".

Los cuentos, estirados en todos los sentidos narrativos, llegan a rozar la frontera con la novela

Unidos por pequeños elementos y salpicados de constantes saltos temporales, los cuentos se ramifican a gran velocidad. Es como si la propia Etechebarne se perdiera explorando los recovecos de sus historias, invitándonos a perdernos con ella, haciéndonos recorrer caminos que parecen no tener fin y que, sin embargo, acaban entrelazándose hasta dar forma a cuatro grandes cuentos.

Cuentos largos, estirados en todos los sentidos narrativos, que llegan a rozar la frontera con la novela. Así se sienten: casi novelas en las que los personajes, agrietados, perdidos y desconcertados, parecen haberse quedado anclados en la tierra mientras les pasa la vida por delante.

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