Caravaggio pintó un cadáver y Botticelli se enamoró de su Venus: las historias detrás de las modelos más famosas (y desconocidas) de la historia
Las miramos pero no las vemos; son completamente anónimas a pesar de ser las protagonistas. En 'La mujer pintada' (Lumen 2021), Teresa Arijón pone nombre a las modelos que hay detrás de algunos de los cuadros más conocidos de la historia.
Lisa Gherardini es de las pocas excepciones a una norma no escrita en la Historia del Arte: la modelo, a pesar de ser la protagonista del cuadro, no existe. Porque aunque se las mira, no se las ve. No importa lo que son, sino lo que representan. Lo que un artista (normalmente hombre) quiere decir al pintarla.
Pero un cuadro, cada cuadro, existe porque existió esa modelo. Es lo que es porque fue ella, y no otra, la que se puso frente al caballete. E igual que se sabe que Lisa Gherardini, la Mona Lisa, nació en Florencia, era la mayor de siete hermanos y que a los 15 años se casó con Francesco di Bartolomeo del Giocondo, debe saberse, por ejemplo, que Lizzie Siddal fue la Ofelia de Millais. Para ello Siddal, que era una poeta británica, posó durante horas en una bañera llena de agua fría, que le valió una pulmonía a la que sobrevivió por poco.
También tiene que saberse que la protagonista de La muerte de la Virgen, de Caravaggio, era una mujer embarazada que apareció muerta en el Tíber. Gracias a sus "chanchullos" con las autoridades, el genio del Renacimiento utilizó su cadáver como modelo para su obra.
La venus de Boticelli es, en realidad, Simonetta Cattaneo alias 'la inigualable', 'la incomparable' o, simplemente, 'la Bella Simonetta'. Se puede decir que era lo más parecido a una modelo profesional en su época (siglo XV) porque todos los pintores peleaban por pintarla. Pero Simonetta murió joven, a los 23 años, de tuberculosis, y Botticelli, tan prendado de ella, llegó a pintarla de memoria.
La crueldad y la deovción
Y así, descubriendo la historia de cada una de ellas, podríamos seguir hasta el infinito. "Son anónimas no porque no se sepan sus nombres, sino porque sus nombres nunca importaron", afirma Teresa Arijón.
Ella lleva años investigando para averiguar quiénes eran realmente las mujeres a las que, durante siglos, se las ha contemplado con devoción. "Intento llenar un vacío, empezar a visibilizar algo que está muy invisibilizado. Es una manera de narrar la Historia del Arte desde la perspectiva de la modelo", apunta.
"Son anónimas porque sus nombres nunca importaron"
Ella misma ha sido modelo durante más de veinte años. De tantas veces que lo ha hecho, no puede recordar cuántas realmente se ha plantado desnuda (o casi) frente al pintor hiperrealista argentino Juan Lascano. Esas cuatro décadas juntos, han hecho que ahora sean amigos.
Pero su buena experiencia nada tiene que ver con la contarían otras modelos. Por ejemplo, las que posaban frente a Degas para que él pariera sus famosas bailarinas. Cuenta Arijón en 'La mujer pintada' que al francés no le importaba lo más mínimo lo que tenía delante. Él sólo quería crear algo bello, y era tan misógino que llegó a confesar que no encontraba diferencia entre una mujer y un animal.
Al otro lado, Salvador Dalí y su manifiesta devoción por Gala. No sólo la trató como musa (desde una connotación positiva de esa polémica palabra) sino que él mismo se preocupó porque todos supieran quién era la maravillosa mujer a la que pintaba y admiraba. De hecho, dijo algo así como que para ser un buen pintor había que tener una Gala.
La belleza. ¿Qué belleza?
Además de ser una recopilación de biografías, la reivindicación de mujeres sin nombre, en 'La mujer pintada' Teresa Arijón también habla, entre otras cosas, sobre el concepto de belleza o sobre si se puede ser feminista y modelo a la vez.
Ella está convencida de "no todo es lineal, uno tiene contradicciones. Ser feminista también es ser libre". Y recuerda: "A mí me gustaba mucho posar, me gustaba verme... y me gusta ser feminista".
"Me gustaba mucho posar, me gustaba verme... y me gusta ser feminista"
Sí reconoce que la mujer a la que se pinta cambia dependiendo de si quién tiene el pincel es un hombre o una mujer. Las mujeres, reflexiona la escritora, pintan mujeres de otras maneras, con otro ojo. Pone el ejemplo de Lee Price: las protagonistas de sus cuadros (mujeres comiendo) son las personas que para ella posan; y también el de Aleah Chapin: la estadounidense (que utiliza como modelo a su madre y a sus amigas) utiliza su obra para lanzar el mensaje de que la belleza no tiene edad.