El juego de Ender, lo que la peli no cuenta
A simple vista es una peli de ciencia ficción con los elementos clásicos del género: extraterrestres, batallas estelares y Harrison Ford. Pero 'El juego de Ender' es muchísimo más. Hablamos del libro, por supuesto.
Esta novela escrita por Orson Scott Card ganó los dos premios más prestigiosos de la literatura de ciencia ficción en 1985 y 1986. El éxito fue tal que a este libro le siguieron después nada más y nada menos que otros 18 más.Pero vamos a centrarnos en el que lo empezó todo.
La saga de los Wiggin
El juego de Ender nos muestra a Andrew Wiggin, un genio de seis años y una rara avis en la sociedad. El control de natalidad solo permite tener dos hijos pero a los Wiggin les permiten uno más, Ender. Nacido con un solo propósito: convertirse en el líder militar más determinante de la Tierra y derrotar a los insectores, una raza alienígena que ya ha estado a punto de aniquilar a la raza humana dos veces. Sus hermanos, aunque también son unos genios, no fueron aptos. Él por ser demasiado violento, ella por ser demasiado compasiva.
Sus hermanos le marcaron hasta el punto que, le obligaron a olvidarse de ellos en la Escuela de Batalla, un internado situado en el espacio. Siempre con niños más mayores. Y siempre en inferioridad de condiciones. El cómo se moldea la psique humana sin importar las secuelas y la eterna duda de si el fin justifica los medios están muy presentes en este libro. Mucho más que en la película.
Manipulación y fake news
Las batallas en la escuela están perfectamente recreadas pero se centran tanto en ellas que obvian una de las tramas más interesantes del libro: la que concierne a los hermanos de Ender. Mientras la humanidad se prepara para luchar con los insectores, los otros dos Wiggin se las arreglan para, a través de la red, influenciar a las masas creando dos personalidades inventadas.
Una radiografía de lo fácil que es dejarnos manipular. Es muy tentador quedarse con las naves y las explosiones, pero 'El juego de Ender' adelantó hace casi 40 años uno de los peligros de nuestra sociedad. Un ejemplo de que la buena ciencia-ficción dice más de nosotros que muchos ensayos.