Episodios Nacionales de Galdós
El 2 de mayo: el callejero de Madrid que dibujó Galdós
Las mismas calles hemos recorrido una y mil veces tras una caña y una tapa, esas que echamos tanto de menos ahora, son las mismas que se tiñeron de sangre el 2 de mayo de 1808. Miremos con ojos de Google Maps lo que ocurrió en el centro de la capital hace 212 años.
Todo comenzó en la actual plaza de Oriente, ante el Palacio Real. Allí, a primera hora de la mañana, multitud de madrileños, hombres, ancianos, mujeres y niños, se agolpan ante el rumor de que las tropas francesas, que en teoría sólo están de paso para invadir Portugal, quieren llevarse al infante Francisco de Paula, hermano pequeño del flamante rey Fernando VII y último miembro de la familia real que queda en Palacio.
El primer movimiento hostil del pueblo reunido fue rodear a un oficial francés que a la sazón atravesó por la Plaza de la Armería
Al grito de '¡Que nos lo llevan!, un grupo de personas asalta el palacio tratando de impedirlo. Fuera, varias patrullas francesas son atacadas por la multitud y un soldado francés que cruza la Plaza de la Armería, la explanada que hoy separa el Palacio Real de la entonces inimaginable Catedral de la Almudena, es asesinado. El ejército francés, en respuesta, dispara uno de sus cañones contra la multitud, acabando con la vida de muchas de las personas allí congregadas. Pasan tan solo unos minutos de las diez de la mañana.
Cada madrileño, un soldado
La reacción popular, que en un primer momento es huir, en seguida se torna y comienzan a aparecer ríos de gente desde de la calle Mayor. De los barrios bajos, es decir, de la acera derecha según subes la calle, por la plaza de la Villa, por la plaza Mayor y la calle del Sacramento, surgen mozos, mancebos y majas dispuestos a comerse vivos a los franceses. Inventándose armas para la batalla. Lanzándoles incluso muebles desde los balcones.
Atacan por la calle Mayor, de abajo a arriba los que huyen de la represión ante el palacio. De arriba a abajo los que quieren vengar a los asesinados. Tras unos minutos de lucha, los franceses desaparecen, replegados. Desconocen los madrileños que en la ciudad sólo había un pequeño destacamento del ejército de Napoleón y que la mayoría de soldados están marchando ya sobre la ciudad desde los cuarteles instalados en las afueras de la ciudad.
El pueblo de Madrid es rodeado en un movimiento envolvente. Tropas francesas avanzan desde el Retiro por la plaza de Cibeles y la calle Alcalá, pero también desde la Puerta de Toledo, el Puente de Segovia y lo que sería ahora mismo lo glorieta de Bilbao. Allá donde hay franceses se producen enfrentamientos, pero son los madrileños que esperan en la Puerta del Sol los que se llevan la peor parte.
Por la calle de la Montera apareció un cuerpo de ejército, por la de Carretas otro, y por la Carrera de San Jerónimo el tercero, que era el más formidable
Desde la calle Alcalá, una carga de la caballería francesa, formada por Mamelucos, soldados egipcios al servicio de las tropas napoleónicas, siembra el terror. Muchos no pueden huir de la furia de los soldados y son asesinados junto a los muros del palacio de Correos, que todavía no tiene el emblemático reloj. La lucha es brutal, lanzándose los madrileños sin armas o con navajas ante un enemigo mucho mejor preparado. Las bajas son muy numerosas. Los que tienen más fortuna consiguen huir por las calles aledañas del Correo y de Postas, en dirección a la plaza Mayor. No son ni siquiera las 12 de la mañana.
Daoiz y Velarde no son solo nombres de calles
El ejército español recibe la orden de mantenerse al margen del levantamiento y no participar, pero, al otro lado de Madrid, un par de oficiales, Luis Daoiz y Pedro Velarde, se rebelan y deciden ayudar al pueblo madrileño. Toman el cuartel de Monteléon, situado en la actual plaza del 2 de mayo, en pleno barrio de Malasaña, y empiezan a armar a los vecinos.
Las tropas francesas son repelidas una y otra vez, a pesar de que el cuartel no está diseñado como baluarte defensivo. Tras una primera escaramuza, Daoiz dispone tres cañones en la puerta del cuartel, es decir, lo que hoy sería prácticamente el centro de la plaza, para defenderlo: uno apuntando hacia lo que años después sería la calle del 2 de mayo, es decir, la pequeña peatonal que tiene en uno de sus lados los arcos de la iglesia de Nuestra Señora de las Maravillas. Otro hacia la actual calle Velarde, apuntando hacia Fuencarral. Y el último hacia lo que conocemos como calle Daoiz, apuntando a San Bernardo.
Por allí aparece el grueso de las tropas francesas que, a base de repetir el fuego sobre el cuartel, va reduciendo uno a uno las fuerzas y el número de defensores. Tanto Daoiz como Velarde, dejan su vida en la defensa del cuartel. El teniente Julián Ruiz, otro militar de rango que también desobedece las órdenes del ejército español, muere meses después a causa de las heridas sufridas. Los tres serán honrados dando nombre a las calles que salen de la plaza. Daoiz y Velarde incluso son homenajeados con una estatua enmarcada con un arco muy particular: el mismo que daba entrada al cuartel que ellos defendieron. Finalmente las tropas francesas toman el control de toda la ciudad antes de las cuatro de la tarde.
Los detenidos son llevados a las afueras. Al Retiro y a la montaña en la que años después se instaló el Templo de Debod. Allí son fusilados al día siguiente, 3 de mayo. Porque la leyenda del 2 de mayo, como muchas leyendas, no es más que la historia de una honrosa derrota.