El misterio del Velázquez perdido y las falsificaciones de cuadros en 'El ladrón de veranos'
'El ladrón de veranos', de María Soto, es el resultado de mezclar en una coctelera las historias de Agatha Christie, la novela histórica francesa y una pizca de arte real como eje de una ficción al estilo de 'El código Da Vinci' o 'La joven de la perla'.
Un grupo de personajes pintorescos en la costa francesa de los convulsos años años 30, un cuadro de Velázquez del que hay constancia de que existió pero no se sabe dónde está y la aparición de un cadáver; estas son las claves de la primera incursión en solitario en la novela de la periodista María Soto.
El retrato de Flaminia Triunfi
Habla en el apéndice de 'El ladrón de veranos' de uno de los misterios de mundo del arte más interesantes que afectan a nuestro país: el paradero del retrato que Diego Velázquez realizó de su amante Flaminia Triunfi. Puede que, dice Soto, se encuentre olvidado bajo algunas escaleras de algún palacio europeo y que jamás lo volvamos a ver o puede que lleve décadas o siglos destruido. El caso es que este cuadro le sirve a la autora como McGuffin para hablarnos de mucho más.
Lo primero es hablarnos de una época y un lugar fascinantes: la costa francesa del periodo de entre guerras. Un momento que eligió la autora, nos cuenta, por su vivacidad, por las ganas de exprimir la vida que recorrió Europa tras la segunda guerra mundial, cuando se produjeron los mayores cambios sociales y políticos. "Fue el momento de dejar atrás lo decimonónico para entrar en el mundo moderno", cuenta María Soto. Lugares como Deauville fueron uno de los epicentros de esas ganas de vivir.
El arte de falsificar
Surgió, además, en esa época un interés de los coleccionistas de arte estadounidenses por la cultura europea y el afán por adquirir nuestro arte. Y ya pueden imaginar que allí donde hay desconocimiento, ganas y dinero, hay oportunistas.
No les sonará el nombre de Hans Van Meegeren, pero puede que sea uno de los mayores artistas que hayan dado los Países Bajos, aunque su arte no está representado por ninguna academia, puesto que fue el arte del engaño. Utilizó su destreza con el pincel y su conocimiento de los maestros europeos para estafar a nuevos ricos que querían hacerse con un pedazo de la historia del viejo continente.
Este personaje real es la masa madre con la que María Soto molda al protagonista de su novela, Roberto Montenegro. Un personaje al que trata con muchísimo cariño puesto que, bromea, "no hace mal a nadie, solo quiere llevar ilusión a los demás y a veces tenemos tanta ilusión que nos dejamos engañar".
Atribuyendo a Velázquez
Uno de los puntos fuertes de la novela es su documentación, hasta el punto de que "comete" ciertos errores históricos porque en el momento en que está ambientada esa era la creencia. Concretamente a que existían cerca de dos mil obras catalogadas de Rembrandt, una cifra que el tiempo ha ido desinflando. Las nuevas técnicas de investigación detectaron muchas falsas atribuciones y falsificaciones. Y ese es uno de los temas de 'El ladrón de veranos'.
Precisamente eligió a Velázquez porque en esta época los estadounidenses descubrieron al pintor, pero se toparon con un inconveniente a la hora de adquirirlo: prácticamente toda su obra está en el Museo del Prado y no se puede coleccionar. De ahí la picaresca del protagonista de la novela.
Apenas un puñado de lienzos del maestro sevillano se encuentran fuera de España. El Metropolitan de Nueva York cuenta con seis. Tres de ellos atribuidos recientemente tras un concienzudo análisis. Algo muy habitual en el mundo del arte, como decíamos.
"En el mundo del arte a nadie le interesa descubrir la verdad"
En cuanto a las falsas atribuciones, siempre es una buena noticia para todos que se descubra al autor real del lienzo, sobre todo si el autor es de renombre, pero ¿qué pasa con las falsificaciones? "Pues que a nadie le interesa descubrir la verdad", cuenta Soto. ¿Podríamos estar hoy admirando obras falsas en museos de todo el mundo? "Posiblemente, date cuenta de que al falsificador que la vende no le interesa reconocer que es falsa, tampoco a quien la adquiere ni a los museos, que podrían perder visitantes", sentencia.
Conocer al detalle incluso las técnicas de falsificación de la época fue un trabajo de documentación que le llevó a María Soto meses de trabajo para dar forma a esta novela. Un trabajo agotador que ha preferido no repetir en su nuevo proyecto. "Es una novela ambientada en el año 2023, no tengo que documentarme", ríe.