La mujer que hizo posible el 'Ulises' de Joyce y a la que nadie conoce: esta es la historia ignorada de Sylvia Beach
'La librera de París' (Navona, 2022) novela la vida de Sylvia Beach, la librera que vivió, no solo a la sombra de un hombre, sino también a la de un libro.
Sylvia Beach tiene unos veinte años cuando deja Princeton (Estados Unidos) y se instala en París. Allí había pasado una temporada de niña, junto a sus padres y hermanas. La atracción que sentía por la ciudad le venía de entonces, del ambiente cultural y sofisticado que vivió durante aquel periodo. Y puede que también un poco de familia.
Su madre, Eleonor, de alma bohemia, amaba París más que como ciudad, como concepto. Tanto que en 1927, sumida en una depresión por la vida rutinaria que tenía en California, terminó suicidándose con pastillas en un hotel parisino durante una de las visitas a su hija.
Adrienne Monnier es de las primeras personas que Sylvia conoce cuando llega al Barrio Latino. A seiscientos metros del mítico café Le Deux Magots, y donde ahora hay una peluquería, estaba su librería. Entre libros de Valery Larbaud o Jules Romains, las dos mujeres comienzan una relación que durará toda su vida.
Es Monnier quien anima a Sylvia a abrir una librería americana en París. La llama Shakespeare & Company y, además de vender obras en inglés de escritores anglófonos (imposibles de encontrar entonces en la ciudad) también tiene un sistema de préstamo que hará de imán para atraer hasta allí a un grupo de jóvenes estadounidenses que acaban de instalarse en la ciudad.
'Shakespeare & Company' y la generación perdida
Eran principios de los Años 20. Gertrude Stein, escritora de Pensilvania que llevaba algunos lustros afincada en Francia, ejercía de madrina de todos ellos. Aspiraban a convertirse en escritores. Estaba Hemingway, Fitzgerald, Pound o Faulkner. Fue Stein la que les dio el apodo Generación Perdida. Porque realmente habían llegado un poco así, perdidos, a la ciudad: la mayoría buscaba en París un hedonismo que les curara las heridas físicas y psíquicas que arrastraban tras la Primera Guerra Mundial. Además la ciudad en aquel entonces era barata y, de paso, les servía como vía de escape de la ley Seca (en vigor en Estados Unidos desde 1920).
Si Gertudre Stein actuó de mecenas, Sylvia Beach fue su amiga y confesora. A ella acudían todos estos autores para contarles en qué estaban trabajando, sus conquistas amorosas o su falta de dinero. Con tremenda generosidad, fascinada por su talento, los acogió a todos convirtiendo Shakespeare & Company en un engendro entre embajada y centro cultural estadounidense.
Cuando conoce a Joyce
Pero era al irlandés James Joyce el escritor al que más admiraba Sylvia Beach. Se conocieron en una fiesta de un amigo en común. Joyce estaba en la biblioteca cuando ella se acercó y le preguntó: "¿Es usted el gran James Joyce?". Él no la conocía pero, al día siguiente, acudió a su librería y salió de allí con su carné de socio.
Fue así, espontáneamente, como surgió una relación que cambió el curso de la Literatura. Joyce estaba sumido en su gran obra, 'Ulises'. La iba publicando por fascículos en una revista estadounidense. Al capítulo número 13 le llovieron las críticas y las denuncias, y un tribunal de Nueva York terminó tachando la obra de "obscena", frustrando así que pudiera ver la luz en su totalidad.
Reino Unido también le dio con la puerta en las narices. Virginia Woolf, que por aquel entonces dirigía una editorial de éxito junto a su marido, calificó el manuscrito de "indecente". No le gustó nada aunque curiosamente, tres años después, ella firmaría 'La señora Dalloway', novela que, por su estilo y estructura, se considera una respuesta al 'Ulises'.
Frustrada por las negativas que su amigo estaba recibiendo, en un arrebato de valentía (lo que viene a ser un calentón), Sylvia Beach propuso al irlandés ser ella la editora del 'Ulises' sin saber muy bien dónde se estaba metiendo.
Una obra inacabada
Para empezar, la obra estaba sin terminar. La letra de Joyce era prácticamente ilegible para las nueve mecanógrafas que pasaban el manuscrito a limpio. La caligrafía era tan mala que varias acudieron a Shakespeare & Company indignadas a presentar su renuncia. El marido de una de ellas, al leer por casualidad un capítulo, se escandalizó tanto por lo que ahí había escrito que lanzó los únicos dos ejemplares disponibles al fuego. Y, por si fuera poco, la imprenta a la que le había encargado el trabajo estaba en Dijon (a más de trescientos kilómetros de París), regentada por un hombre que no sabía ni papa de inglés.
El escritor hacía tantas correcciones a las pruebas de impresión que le presentaban, que Sylvia temió no poder hacer frente a los costes. Para hacerse una idea: se calcula que un tercio de la obra se añadió durante las galeradas en papel. Tantas erratas tenían los mil primeros libros (una media de entre dos y seis por página) que Beach tuvo que hacer un encargo extra al impresor: un papel, para introducir dentro de cada copia, en la que se pedía perdón por los fallos.
A pesar de todo, tal y como estaba previsto, el 2 de febrero de 1922, el día que Joyce cumplía cuarenta años, llegaron a la Gare de Lyon los dos primeros ejemplares de 'Ulises'. Sylvia Beach estuvo allí parada, esperándolos, durante horas. Quería entregárselos al autor como regalo de cumpleaños.
El 'Ulises'
Hoy hace un siglo de eso. La historia acontecida desde entonces es conocida: el 'Ulises' está considerada como una de las obras más importantes de la historia. Dio fama y dinero a James Joyce en vida pero, sin embargo, la leyenda engulló a Sylvia Beach. Ella terminó malvendiendo los derechos a una gran editorial estadounidense, y nunca más volvió a ejercer como editora.
Durante unos años, separada literariamente de Joyce y sentimentalmente de Monnier, siguió regentando su librería. En 1941, con la llegada de los nazis a la ciudad, la cerró y a ella la encerraron en un balneario en Vittel donde los alemanes tenían recluidos a los expatriados estadounidenses. Sylvia volvió a París pero, cuando terminó la guerra, no volvería a abrir su librería. Si siguió viviendo en el apartamento que había encima. Lo hizo hasta 1962, cuando murió a los setenta y cinco años.
La historia, coinciden los expertos, ha sido muy injusta con ella. En un intento para comenzar a resarcirse, Navona publica 'La librera de París', de Kerri Maher, una biografía novelada que reivindica el papel de Sylvia Beach en la literatura.
¿Cómo leer la obra de Joyce?
'Ulises' es un libro exigente, mucho, y puede ser realmente complicado entrar en él. En el siguiente vídeo te damos unos consejos para leerlo.