Un legado imperdurable

¿Qué es un castro? Así vivían los celtas en Asturias y Galicia

La preservación de los castros se ha potenciado con iniciativas como su declaración como Bien de Interés Cultural, la creación de centros interpretativos y rutas temáticas, entre otros.

El legado de la cultura celta en la península ibérica es desconocido para muchos. Sin embargo, la presencia de este pueblo entre los siglos VI o VII a.C. hasta la dominación romana, que se completó en el siglo I a.C., ha dejado una huella imborrable.

Desde nombres de ríos como el Deva o el Nervión, montes, ciudades, como Segovia o Salamanca, y regiones como Galicia y Cantabria tienen origen celta. Cuando la llamada Paz de Augusto supuso la romanización de las ciudades, la cultura del pueblo celta no desapareció. Los habitantes de los pagi o "aldeas" mantuvieron su lengua y sus costumbres "paganas", algunas de las cuales perduran hasta el día de hoy.

Una forma visible de estos vestigios la encontramos en los asentamientos en los que se organizaban, que se reparten por gran parte de Europa. Había diferentes tipos, parecidos entre ellos, pero en este artículo vamos a centrarnos en los castros o hillforts, en inglés.

¿Qué es un castro?

Galicia es especialmente relevante cuando hablamos de los castros, pues ya hay una gran cantidad de ellos bien conservados. No obstante, estos asentamientos también se encuentran en otras regiones del noroeste de la península ibérica, especialmente en Asturias, Cantabria y el norte de Portugal.

Los castros son poblados fortificados situados generalmente en zonas elevadas como colinas o promontorios, desde donde se encuentran vistas impresionantes y estratégicas. En aquellos tiempos, los habitantes lo utilizaban sobre todo por sus excelentes características para refugiarse en tiempos de guerra, pero, además de su función defensiva, los castros tenían una dimensión mágica. Se creía que, al estar en zonas altas, el contacto con el cielo y el mundo espiritual era más fácil.

Los celtas, que vinieron de Europa central en diferentes oleadas, se establecían en grupos familiares o clanes, creando sociedades organizadas y bien estructuradas. Los primeros castros aparecieron alrededor del siglo VIII a.C., aunque el apogeo de estos asentamientos tuvo lugar entre los siglos V y I a.C.

Con la expansión del Imperio Romano, muchos castros fueron destruidos o abandonados, aunque otros fueron adaptados a las nuevas estructuras romanas y continuaron habitados. Estos asentamientos solían estar rodeados de murallas de piedra y empalizadas, diseñadas para resistir los ataques enemigos. En algunos casos, los castros contaban con fosos adicionales y terraplenes que aumentaban su fortificación.

La arquitectura de los castros

Las viviendas dentro de los castros eran generalmente circulares, construidas con muros de piedra y techos de paja o madera, que ofrecían protección contra el frío y la humedad. Las casas estaban organizadas en pequeños grupos que, a menudo, formaban calles o plazas. El espacio dentro de la fortificación amurallada estaba dividido en viviendas, zonas de almacenamiento y áreas comunes.

Algo a destacar es que los castros tenían canalizaciones para el agua de lluvia y las residuales. En la parte exterior, las murallas representaban una barrera entre el espacio protegido del clan y el mundo exterior. En algunos castros se han hallado restos de símbolos tallados en las piedras de las murallas, lo que sugiere que los celtas atribuían un valor espiritual a sus construcciones.

Cómo era la vida en los castros

La vida en los castros giraba en torno al comercio y, sobre todo, las actividades agrícolas y ganaderas, así como a la elaboración de productos como cerámica y metalurgia. Los celtas eran expertos en trabajar el hierro y el bronce, y sus herramientas y armas eran de gran calidad.

En cuanto al comercio, intercambiaban productos con otros pueblos de la península y del continente europeo, creando una red de intercambio que fortalecía las relaciones entre los diferentes clanes y tribus. La sociedad castreña estaba dividida en clases, con una élite guerrera y sacerdotal en la cúspide.

Era habitual que los celtas celebraran rituales para honrar a sus dioses y a los espíritus de la naturaleza. Estos rituales incluían sacrificios de animales, banquetes y ceremonias que tenían lugar en zonas específicas del castro, consideradas sagradas.

Algunos estudios sugieren que ciertas festividades celtas, como el Samhain (antecesor del Halloween moderno), se celebraban en estos asentamientos. Los castros son más que ruinas arqueológicas; representan una parte fundamental de la identidad cultural de Galicia y Asturias. Muchos festivales y eventos culturales celebran el legado celta, y muchos gallegos y asturianos se sienten conectados con esta herencia.

Castros famosos en Asturias

Asturias cuenta con una importante "Ruta de los Castros" que permite conocer de cerca estos asentamientos. Algunos de los más destacados son:

1. Castro de Coaña: situado cerca de la ría de Navia, el Castro de Coaña, descubierto en el año 2000, es uno de los castros más importantes y mejor conservados de Asturias. Fue declarado Bien de Interés Cultural y sus orígenes se remontan al siglo IV a.C.

2. Chao Samartín: el castro de Chao Samartín, que fue reconocido como tal en 1967, está en el concejo de Grandas de Salime. Se cree que fue un importante núcleo de población hasta su destrucción por un terremoto en el siglo II d.C. También ha sido declarado Bien de Interés Cultural del Principado de Asturias.

3. Castro de Pendia: en el concejo de Boal, el Castro de Pendia conserva los restos de su acrópolis y del poblado, separados por una imponente muralla. Su ubicación, cerca del río Pendia, proporciona un entorno natural fascinante.

Castros en Galicia que no te puedes perder

Galicia, por su parte, alberga algunos de los castros más impresionantes y mejor conservados de la península ibérica:

1. Castro de Santa Tegra: situado en La Guardia (Pontevedra), el Castro de Santa Tegra es posiblemente el más emblemático y espectacular de todos los castros gallegos. Su ubicación privilegiada ofrece vistas impresionantes de la desembocadura del río Miño y la costa portuguesa.

2. Castro de Baroña: en la provincia de A Coruña, se erige en una pequeña península con vistas al Atlántico. Es uno de los mejor conservados y más originales, con dos murallas defensivas aún visibles.

3. Castro de Viladonga: cerca de la ciudad de Lugo, el Castro de Viladonga es uno de los más espectaculares y mejor conservados de Galicia. Construido en plena romanización, cuenta con su propio museo.

Visitar estos enclaves es una experiencia enriquecedora para conectar con el pasado y comprender mejor nuestro presente.

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