MEDIDAS SANITARIAS EN CASO DE CATÁSTROFE
La importancia de las vacunas para prevenir enfermedades tras una inundación
Los destrozos y el agua estancada después de una inundación pueden provocar la llegada de enfermedades contagiosas. Por ello, es de vital importancia llevar a cabo medidas higiénico-sanitarias y revisar la posibilidad de vacunarse.
Las inundaciones y los daños que ocasionan aumentan el peligro de contraer enfermedades transmisibles asociadas a aguas estancadas. No obstante, este riesgo es bajo, excepto si están comprometidas las fuentes de agua potable o la eliminación de las aguas residuales.
Debido a la dana que afectó a la Comunidad Valenciana el pasado 29 de octubre se ha constatado la necesidad de seguir determinadas recomendaciones para evitar posibles infecciones, algunas prevenibles mediante la vacunación.
Porque no olvidemos que las vacunas han evitado 154 millones de muertes globalmente en los últimos 50 años, de las que 146 millones corresponden a menores de 5 años (de ellos, 101 millones con menos de un año de vida). Se estima que los programas de inmunización han contribuido a disminuir en un 40 % la tasa de mortalidad infantil.
Pero sus beneficios se extienden más allá de este sector demográfico: tanto la población infantil como la adulta tienen en 2024 más probabilidad de vivir que la que tenían en 1974 gracias a las vacunas. Por ello siguen siendo una prioridad para la mejorar la salud de la ciudadanía.
¿Qué medidas preventivas se pueden adoptar tras las inundaciones?
Las recomendaciones más importantes para prevenir infecciones consisten en realizar medidas higiénico-sanitarias (lavado de manos frecuente, uso de guantes resistentes y mascarillas) y tener el calendario de vacunación actualizado. Además, conviene llevar botas y ropa adecuada, beber agua potable y evitar el consumo de alimentos que hayan podido estar en contacto con agua contaminada o barro.
En estas condiciones también es necesario reforzar la vigilancia epidemiológica para detectar casos y brotes de enfermedades, especialmente las que pueden prevenirse mediante vacunación. En el caso de que se produzcan, las recomendaciones y medidas preventivas deben adecuarse a los factores de riesgo que las generan.
Y aunque las campañas de vacunación masiva no se recomiendan en estas situaciones, las inundaciones sí sirven de recordatorio para revisar el calendario de vacunas. Es importante poder identificar grupos de pacientes vulnerables como personas de edad avanzada, con comorbilidades, mujeres embarazadas e individuos con riesgo de exclusión social.
Tétanos, hepatitis A y gripe
No se ha detectado un aumento de casos de tétanos ni hepatitis A con las inundaciones, pero son un riesgo que hay que vigilar. La inmunización contra el primero forma parte de los programas de vacunación que se recomiendan rutinariamente para la población infantil y adulta. Las personas tienen mayor riesgo de contraer tétanos cuando sufren heridas que se contaminan con la bacteria Clostridium tetani, agente responsable de la enfermedad, que puede estar en las heces de algunos animales.
Las inundaciones no aumentan las probabilidades de contagiarse, pero durante las tareas de limpieza posteriores sí se puede incrementarel peligro de sufrir una herida, y de que ésta se contamine con esporas del agente responsable de la patología.
La cobertura de vacunación de tétanos en España es muy elevada y la probabilidad de contraerlo, baja, pero si se produce una herida durante las tareas de limpieza posteriores a la inundación, las personas afectadas deben consultar al centro de salud para revisar el calendario de vacunación y valorar si es necesaria una dosis de recuerdo de la inmunización antitetánica.
En cuanto a la hepatitis A, su incidencia en España es muy baja, por lo que no está recomendada la vacunación masiva. Además, la población nacida antes de 1967 tiene una prevalencia alta de anticuerpos IgG positiva frente a esta enfermedad.
No obstante, sí se recomienda la inmunización para el personal que trabaja en contacto con aguas residuales, del alcantarillado o del subsuelo.
Y, por último, también es aconsejable mantener y reforzar la campaña de vacunación contra la gripe, incluyendo al personal sanitario y de servicios esenciales.
Extremar las precauciones
Es previsible que en las próximas semanas, por la aglomeración de personas, se produzca un aumento de circulación de los virus que ocasionan las enfermedades antes citadas. Si no se mantienen las medidas adecuadas de prevención no farmacológica, puede incrementarse la probabilidad de la transmisión entre la población afectada y la que trabaja en tareas de limpieza, lo que complicaría la difícil situación generada tras las inundaciones.
Además, debe comprobarse el estado de vacunación frente a la hepatitis B en el personal sanitario y de servicios esenciales, así como en las personas que acuden a los servicios médicos y en el voluntariado desplazado. Igualmente, debería revisarse el estado de la vacuna triple vírica (frente a sarampión, rubéola y parotiditis) y de la inmunización contra la varicela entre los profesionales sanitarios y de servicios esenciales no vacunados previamente o que no hayan padecido dichas enfermedades.
Prevención de otras enfermedades infecciosas para las que no hay vacunas
Los brotes de gastroenteritis después de una inundación pueden deberse a varios patógenos gastrointestinales, entre los que se encuentran las infecciones causadas por E. coli, norovirus, rotavirus, Cryptosporidium, Giardia o Campylobacter. También pueden producirse con mayor frecuencia otras enfermedades como la leptospirosis, dolencia frente a la cual en España no se dispone de vacunas para la especie humana.
Así mismo, las inundaciones torrenciales y la existencia de aguas contaminadas pueden comportar un mayor riesgo de neumonías por aspiración de microorganismos como Legionella pneumophila, bacteria responsable de la legionelosis. Para estas patologías la única prevención consiste en aplicar las medidas higiénico-sanitarias generales mencionadas anteriormente y reforzar la vigilancia epidemiológica para poder detectar brotes precozmente.
Artículo escrito con el asesoramiento de la Sociedad Española de Epidemiología.
Ángela Domínguez García, Catedrática Medicina Preventiva y Salud Pública, Departamento de Medicina, CIBER Epidemiología y Salud Pública, Universitat de Barcelona; Carme Miret Lopez, Responsable del Servicio Medicina Preventiva y Epidemiologia. Hospital Universitario Arnau de Vilanova (Lleida), Departament de Salut de la Generalitat de Catalunya; Irene Barrabeig Fabregat, Associate research scientist, Departament de Salut de la Generalitat de Catalunya; Irma Casas García, Jefe de Servicio de Medicina Preventiva Hospital Germans Trias i Pujol, Departament de Salut de la Generalitat de Catalunya; Jenaro Astray Mochales, Jefe de Unidad de Informe del Estado de Salud y Registros. Epidemiólogo, Servicio Madrileño de Salud y Pere Godoy, Medical Doctor, Professor Public Health, Universitat de Lleida
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.