VER, OÍR Y NO CALLAR
Ángel Gabilondo no viene a divertirse a El Hormiguero
En estos tiempos de testosterona, gintonic y ver quién consigue antes el trending topic y el ruidito, se agradecen las personas tranquilas, política sin marketing. Pero no olvidemos que quien ha ejercido la oposición a Ayuso mientras Gabilondo sesteaba ha sido una anestesista del 12 de Octubre, Mónica García, de Más Madrid.
Ángel Gabilondo tiene tantas ganas de hacer campaña electoral como yo de tener quintillizos. Pero ya que le ha tocado, ha decidido transformar un defecto en virtud. En un vídeo que dura demasiado -dos minutos que se hacen largos como el Ulises de Joyce- se dibuja como un profesor "soso, serio y formal". El hombre lo intenta. Otra cosa es que le salga.
Sale el profesor en un primer plano mientras le quitan los brillos faciales con una brocha. Su hipotensión es tan evidente que ni nota las cosquillas que sienten el resto de seres humanos cada vez que les maquillan. Esboza una ligera sonrisa entre brochazo y brochazo, parpadea, acaba en mueca.
No es el alma de la fiesta la criatura, no se inmuta. Pero tampoco lo era José Luis Rodríguez Zapatero, cuando en los guiñoles del Canal Plus lo presentaban como 'Sosoman', y miren qué respondón nos ha salido en asuntos venezolanos.
Gabilondo mira la pantalla en la que le aparece el texto que tiene que leer. Se refleja una pantalla blanca en las gafas. Ni siente ni padece, o sólo a ratos. Resulta hilarante cuando pronuncia la palabra rebelde, y suena raro cuando habla de asuntos de vivienda en estos días en los que el plan del ministro José Luis Ábalos ha decepcionado (por decirlo de manera elegante) las expectativas de muchos votantes de izquierdas. Dice que quiere gobernar en serio y que no tiene cuerpo para estudiarse argumentarios de asesores.
No es el único que ha decidido sacar partido a ese espíritu de valeriana, melisa y passiflora. El expresidente argentino Fernando de la Rúa también decía en un vídeo para la campaña de las elecciones de 1999 que lo llamaban aburrido, pero que el país no estaba para bromitas. Pero al menos le ponía sangre en las venas y acento argentino, que no es poco.
También Mariano Rajoy optó por contarnos que era un hombre de provincias que no necesitaba de extravagancias ni aficiones exóticas. Mariano era y es, simplemente, un hombre al que le gustaba caminar deprisa. Un ritmo que compensaba luego con la duración de las sobremesas en algunos restaurantes. Arahy, no te olvidamos.
En estos tiempos de testosterona, gintonic y ver quién consigue antes el trending topic y el ruidito, se agradecen las personas tranquilas, política sin marketing. Como Gabilondo, como Feijóo, como Illa. Los tres, recordemos, ganaron las últimas elecciones a las que se presentaron. Porque hay un mundo fuera de las redacciones de los periódicos y de las redes sociales cansado de la bronca que no quiere carisma, sino que le dejen en paz, poder pagar las facturas y tener para el aperitivo del fin de semana.
Pero tampoco seamos tan benevolentes. Gabilondo ha permanecido sesteando mientras Ayuso gobernaba, con o sin pandemia, y se peleaba con Ignacio Aguado puertas adentro y puertas afuera. Cuando no dormía, le rezaba a San Judas Tadeo para que le nombraran Defensor del Pueblo. Y mientras eso sucedía, una anestesista del 12 de Octubre, de nombre Mónica García, ha sido quien ha ejercido oposición con el gobierno regional de coalición desde Más Madrid.
Dice ahora queno pactará con Pablo Iglesias porque le intranquiliza. "Con este Iglesias no". Dice ahora dice que quiere gobernar en serio. Soso, serio y formal. Tardó demasiado el profesor en despertar de la siesta.