VER, OÍR Y NO CALLAR
Un atasco en el Canal de Suez: el viaje que va de Eugenia de Montijo a Facebook
"La imagen y objeto de chistes tiene poco de aspiracional. A un lado, el lodazal y una grúa, intentado lo que parecía imposible. Al otro, el barco. Gigante, oxidado y feo, tan lejos del glamour".
La Nochebuena de 1871 se estrenó Aida, ópera de Giuseppe Verdi. El lugar escogido fue el Khedivial Opera House de El Cairo, construido con motivo de la inauguración del Canal de Suez dos años antes. La ópera tenía que haberse estrenado entonces, pero no pudo ser. Lo que sí pudo ser fue la majestuosa fiesta con la que se dio por inaugurada la infraestructura, a la que acudió la Emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III. Se trataba de demostrar quién mandaba. Mandaba Francia y no había un solo motivo para escatimar. Bebieron, comieron, brindaron y celebraron.
Siglo y medio después no queda rastro del boato, pero el Canal sigue en pie. La vía navegable que conecta el Mar Rojo con el Mediterráneo es hoy una de las principales arterias para el transporte marítimo mundial y esta semana está siendo uno de los focos de atención del planeta.
Todo por culpa de un barco, de nombre Ever Given, y propiedad de la empresa naviera EverGreen, que ha permanecido encallado durante una semana, poniendo en jaque uno de los itinerarios económicos y comerciales más importantes, por lo que supone de ahorro de tiempo y dinero, entre los océanos Atlántico e Índico.
Situémonos hace justo una semana. Ese día hacía mal tiempo en Egipto. Las rachas de viento impedían la visibilidad, y ocurrió el desastre. El barco, uno de los portacontenedores más grandes del mundo, quedó encallado. El capitán perdió el control y se montó el atasco. Y casi al mismo tiempo en que se conoció la noticia, se crearon los memes y el precio del petróleo subió un 5% durante unas horas. La mofa y el miedo. El ser humano.
La imagen y objeto de chistes tiene poco de aspiracional. A un lado, el lodazal y una grúa, intentado lo que parecía imposible. Mover aquello, desatascar como la sosa cáustica las tuberías obstruidas. Al otro, el barco. Gigante, oxidado y feo, tan lejos del glamour y el menú de la cena que degustó en noviembre de 1869 la esposa española del emperador francés.
"Ahí van mis vestidos", bromeó mi amiga Raquel, capaz de sacarle humor negro a casi todo. Quizá no andaba desencaminada. Porque por esos poco más de 160 kilómetros fluye aproximadamente el 10% del comercio mundial.
En esos contenedores va parte de nuestro día a día. Ropa, muebles, combustible, objetos de todo tipo. Quién sabe qué. Y ha bastado una tormenta de polvo para paralizarlo casi todo. Ha sido suficiente para provocar un atasco en el canal y provocar una congestión posterior en los puertos.
El viento como desencadenante de una crisis económica. Un bicho como desencadenante de una pandemia. Murcia como epicentro del penúltimo terremoto político. El que dijo aquello de que no somos nadie, acertó de pleno.
Ayer, el barco Ever Given, matrícula de Panamá, pudo ser reflotado por completo. El mejor final para unos trabajos que comenzaron el pasado viernes. Afortunadamente, sin heridos y sin fuga de combustible. En el vídeo se ve al gigantesco portacontenedores escoltado por un barco a cada lado, moviéndose lentamente, surcando un mar de color verdoso. Retomando el viaje con destino final al puerto de Rotterdam y que se había iniciado en China. Detrás de él, comenzaron a desfilar los casi 400 barcos que esperaban pacientes cruzar el canal.
El presidente egipcio, Abdelfatá Al Sisi, fue corriendo a su cuenta de Facebook para contarlo y de paso apuntarse el tanto: "Hoy, los egipcios hemos logrado poner fin a la crisis a pesar de la enorme complejidad técnica que rodeó el proceso".
Esa primera persona del plural, ese "hemos logrado", es revelador. Porque hay cosas que no han cambiado en este siglo y medio, como el orgullo, la patria y el dominio. A finales del siglo XIX, era Francia: hoy, aunque dure poco, es Egipto. Sólo falta Eugenia de Montijo.