Ver, oír y no callar

Cuando Madrid prefiere ser villa en vez de corte

Almeida y Ayuso frente a la Almudena | EFE
  Madrid | 09/11/2021

Madrid olía a incienso en vez de a óxido de nitrógeno en el tramo que va desde la Plaza de Oriente hasta la calle Mayor. Un anciano ofrecía llaveros y varios chulapos apostados en los alrededores hacían lo propio con barquillos con o sin chocolate.

Las obras de la Plaza de España dificultan un trayecto hasta ahora tan sencillo como pasar del Templo de Debod a la catedral de la Almudena. La que escribe, que entiende mucho mejor el mimetismo que los GPS, y tras dar vueltas y pasar por delante del mismo grupo de jóvenes cuatro veces, optó por seguir su intuición.

Y fue ver a dos parejas de unos cuarenta años – una acompañada de sus seis hijos y la otra con los cuatro vástagos vestidos iguales- sorteando la calle del Río y la del Reloj a toda mecha, cuando supe que iban a mi mismo destino: la misa de once de la mañana para celebrar a la patrona de la capital.

Hacía una mañana espléndida y la gente se echó a las calles de ese Madrid que cuando es villa es mejor que cuando es Corte. Con restaurantes como Casa Jacinto, que prometen guisos y postres caseros y te reciben con una cabeza de toro enorme a la entrada. Con turistas que no hacen ruido y posan ante un portalón azul añil de la Plaza de la Marina Española.

Perros que juegan con sus dueños a las puertas del Monasterio de La Encarnación; curiosos cuyo objetivo es hacer tiempo para la procesión porque “total, la misa ni la vamos a ver ni la vamos a oír” y otros curiosos que fotografían la alfombra de flores que la Asociación de Alfombristas de Ponteareas dedicó a la Virgen de la Almudena y que presidía una de las entradas del Palacio Real.

Madrid olía a incienso en vez de a óxido de nitrógeno en el tramo que va desde la Plaza de Oriente hasta la calle Mayor. Había vendedores de cupones porque no todo va a ser pedirle suerte a la patrona. Un anciano ofrecía llaveros y varios chulapos apostados en los alrededores hacían lo propio con barquillos con o sin chocolate. Muchos ramos de flores y un cuidado exquisito en casi todos los atuendos.

Mujeres con el clavel en la cabeza y otras vestidas de goyescas, señoras mayores protestando por haber llegado tarde por culpa del metro y las obras (“Bueno, Mari, lo que importa es la intención”), otros espectadores que optaron por sentarse en la terraza del Anciano Rey de los Vinos, local que tiene como vecina la casa en la que vivió Ana Mendoza de la Cerda, más conocida como Princesa de Éboli.

En medio de todo eso, un stand de Ciudadanos con carteles en los que podía leerse ‘Gobernar Madrid’. El coro cantaba “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”.

Los fieles ocuparon parte de los alrededores e hicieron hueco como pudieron. A otros se les veía profesionales del asunto y entre poco y nada preocupados por el gentío. Hoy hacía día de vitamina D en el rostro, de vermut y pedir que todo lo malo (lo que sea) pase pronto.

Dentro del templo, un hombre y una mujer con poder y mascarillas personalizadas se saludaban. Uno manda en Cibeles y la otra en Sol y una intuye que en el momento de las peticiones habrán pedido salir vivos de ésta. Pero en esa foto ya se fijarán hoy unos cuantos. Es mucho más bonito dibujar la imagen de ese Madrid que se viste de mantilla y de domingo cuando toca comulgar.

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