TODO ESTÁ EN BOURDIEU

Abandonar 'X' como síntoma del fracaso colectivo de la izquierda

Yolanda Díaz, junto a Ernest Urtasun y Sira Rego, que han abandonado X, en un acto de Sumar. | Jesús Hellín / Europa Press
  Madrid | 22/01/2025

"El hecho de abandonar X porque es un pozo infecto fascista solo es un síntoma de impotencia de una izquierda que no encuentra las claves para hacerse visible en un momento de época de contrarrevolución reaccionaria"...

Elon Musk es un fascista. No hay novedad. No ha cambiado nada por el hecho de que haya hecho el saludo nazi. Antes de eso dio apoyo a los nazis de AfD y entrevistó a Alice Weidel para procurar que ganen en Alemania. No es que disimule, no lo ha hecho nunca. Por eso las escenificaciones teatrales de los políticos de izquierdas y partidos que se van de X como si hubieran descubierto la indecencia de los plutócratas tecnológicos en la toma de posesión de Donald Trump es una muestra de lo perdida que está la izquierda.

No se abandona X porque sea un reducto fascista donde no se puede tener influencia, se abandona X porque no se ha conseguido tener influencia y se da por perdida la batalla ante el empuje de los fascistas. No es una decisión meditada basada en la ética, es una derrota. No hay nadie que se dedique a la política o el periodismo con un mínimo de influencia en cualquier foro que haya abandonado voluntariamente ese altavoz. Y es normal, porque si aspiras a influir, ganar el poder y tener representación con la que cambiar las cosas necesitas todas las herramientas que te permitan comunicar y llegar a tus audiencias. No se es mejor ni peor por estar o dejar X, pero es triste ver cómo se dejan al adversario todas las herramientas de poder e influencia para que ocupen todos los lugares de representatividad por incomparecencia del progresismo.

Esa manera de proceder ocurre en las redes y también en los medios de comunicación, aquellos que rechazan que otros acudan a determinados medios solo lo hacen porque ellos no tienen esa posibilidad y buscan acaparar capital político como outsiders y no dudan a ir a otros medios con las mismas características y responsabilidad accionarial. Los medios de comunicación de masas y las redes sociales no son cooperativas de trabajadores, ni nunca lo han sido, ni nunca lo serán. Abandonar X por cuestionamientos morales sobre la deriva fascista de las red social tras la compra del multimillonario acomplejado es aceptable y respetable porque los usos de consumo son una herramienta política de primer orden, pero si se continúa en Instagram, WhatsApp o Facebook es solo una seña de postureo ridícula porque Mark Zuckerberg no es diferente al niño de papá sudafricano.

Revestir de heroicidad o de campaña colectiva fascista abandonar un lugar donde nunca has tenido influencia no es algo que tenga demasiado mérito, pero sí es un símbolo del proceso de decadencia de los proyectos colectivo de izquierdas que se repliegan de los lugares donde ellos mismos reconocen que se disputa el conflicto político, porque consideran que es una herramienta poderosa donde el fascismo ha ido creciendo y ganando adeptos. No se puede tener un discurso donde se dice que los reaccionarios están ganando a los jóvenes y abandonarlo dejando el camino libre para que sigan creciendo sin ningún tipo de obstáculo. Que aprendan de los fascistas como Trump, que han querido cerrar Tik Tok estando en la oposición y en cuanto ha ganado ha permitido que se mantenga porque es un caladero de voto joven. Con tantos miramientos y escrúpulos nos comerán por los pies.

El combate está amañado, claro que lo está, como si no lo hubiera estado siempre. Pero eso nunca ha sido motivo para que la izquierda se retire de los lugares donde se disputa la hegemonía y la posibilidad de lograr influencia, poder y representación, aunque sea simbólica. Si se hubieran abandonado los espacios de disputa en los que la izquierda tiene las de perder nunca se hubieran ocupado las calles enfrentándose a la policía y el Estado represor, o jamás se hubiera participado en política siendo consciente de que las posibilidades económicas de la izquierda ante la derecha siempre contarán con una brecha indescifrable.

La izquierda siempre combate con una mano atada a la espalda ante el ingente poder de una reacción que tiene a su lado a los multimillonarios con las herramientas de poder necesario para hacer sucumbir la más férrea de las voluntades. Pero por eso precisamente es necesaria una izquierda combativa que sepa que cuando sale a pelear lo más probable es que sea vapuleada por la falta de equilibrio en el combate. El hecho de abandonar X porque es un pozo infecto fascista solo es un síntoma de impotencia de una izquierda que no encuentra las claves para hacerse visible en un momento de época de contrarrevolución reaccionaria.

Lo más normal es que perdamos, como siempre, pero por eso merece la pena pelear. Por eso es bonito defender unos valores justos que siempre están en inferioridad. Por eso somos de izquierdas.