TODO ESTÁ EN BOURDIEU
Brujas, moras y putas
"Solo les falta llamarlas putas para cumplir con el guion esperado. No tardarán en hacerlo. Todo por hacer un acto político público".
Muy original no es que sea el machismo. Los mismos tópicos desde el siglo XIII. Llamar brujas a las mujeres, cuidado, que igual a las feministas se les podría ocurrir hacer camisetas con ese insulto. Leía estos días en el ABC que Esperanza Aguirre aconsejó a Pablo Casado cuando era un niñito al que regalaban carreras de Derecho que modernizara su manera de vestir y no se vistiera como un aprendiz de escolanía. Por fuera sigue siendo un poco viejoven aún después de dejarse barba, por dentro sigue anclado en los tiempos de la Inquisición.
Pablo Casado no tuvo mejor ocurrencia que definir un acto político de cinco mujeres como akelarre. Pero lo llamativo no es que llamara brujas a adversarias políticas por el hecho de ser mujeres, es que no ha tenido ningún coste y no ha dejado de ser más que una nota al pie en la actualidad. La escasa repercusión es síntoma de que los discursos machistas que hace solo cinco años habrían sepultado las aspiraciones de un líder ahora son solo una muestra más de ruido sin coste para el emisor. En esto influye, sin duda, que ahora una parte del feminismo está más preocupada en buscarle las vueltas al resto y pasa por alto los insultos cuando las mujeres que los reciben no son de su gusto. Pero sobre todo, y por encima de todo, la normalización de un discurso que había quedado sepultado y ahora vuelve a poder usarse sin vergüenza en esta triste y oscura primavera reaccionaria.
Hay que recordar, para quien no conozca el legado de Pablo Casado con las mujeres que no es el primer incidente machista de su escasa y fracasada carrera. Cuando era un incipiente estudiante que suspendía todas las asignaturas a la espera de que Arnaldo le acompañara a un despacho ya apuntaba maneras. Descarnadas, machistas, bochornosas y vomitivas maneras en las que comparaba a las mujeres con zorras y lobas hablaba de salir a cazarlas por la noches. Así hablaba Pablo Casado de las mujeres en su época de estudiante cuando estaba en el Colegio Mayor Elías Ahúja: "Al entrar a formar parte de la manada, comienzan a aflorar en él instintos de voraz carnívoro para con toda clase de hembras en periodo fértil. Así se ha convertido en un feroz e infatigable cazador de carne fresca... entre sus presas más codiciadas se encuentran, como es obvio, las lobas. Aunque, si existe carestía de estas, recurre de buen grado a otras especies animales como cerdas, zorras, gallinas o cualquier especie de ave que le ponga los huevos".
Puede que no lo recuerdes, o que nunca te hayas enterado de que el líder del PP hablara de las mujeres en esos términos. Pero lo dejó escrito en un artículo. Ayuso habló de burkas y comunismo. Simplemente por el hecho de que Fátima Hamed llevaba un pañuelo. Pero no importa que la dama de hojalata no distinga entre burka e hiyab cuando hay una parte de la izquierda que considera que como el pañuelo es un símbolo de opresión prefiere a Fátima oculta en una cocina antes que haciendo política. Así que cuando hay que elegir bando prefiere ponerse del lado de Ayuso con una visión purista y etnocentrista y hacer fuerza con ella ante una mujer valiente que pone el cuerpo frente a la extrema derecha y que ha decidido expresarse libremente de una manera que no se tiene por qué compartir. El rechazo a su persona se parece más a una muestra de islamofobia que a una defensa de la laicidad. Una mora atreviéndose a levantar la voz, quién se cree que es. Solo les falta llamarlas putas para cumplir con el guion esperado. No tardarán en hacerlo. Todo por hacer un acto político público. Su mera presencia ha provocado machismo, racismo, insultos, descalificaciones, degradación y degeneración. Solo por ser, y sobre todo, por estar y atreverse. Brujas, moras y putas, apúntenme con orgullo a tal ejército de descarriadas.