TODO ESTÁ EN BOURDIEU
El caso Errejón es el final de Sumar y el clavo en el ataúd de la nueva izquierda
"Resulta intelectualmente incomprensible que haya quien crea en la izquierda que pueda sacar algún tipo de ventaja de un caso que arrasará a todas las formaciones del espacio. Este caso es la demolición de la clave de bóveda de la nueva izquierda...".
La dimisión forzada de Íñigo Errejón por presuntas acusaciones de violencia machista da por finalizado el ciclo político de la nueva izquierda. Ya no hay nada que hacer al respecto y puede que por grotesco que sea el final es lo mejor que le puede pasar a la izquierda para que se renueve desde las cenizas y afloren nuevos liderazgos que estén libre de la sucia campaña interna que se ha vivido en esta década.
El hecho fundamental y huyendo de conjeturas que tendrán que dirimirse judicialmente es que el exportavoz reconoció unos hechos que tanto el partido como él mismo consideran tan graves como para dejar el partido y la política. Lo que se concrete de las acusaciones que puedan surgir en el futuro ya queda para los juzgados, el debate sobre responsabilidades y las consecuencias sobre el movimiento feminista queda para otros foros, pero lo que es innegable es la bomba de precisión que ha caído sobre Sumar al ver afectado a uno de sus hombres fuertes en un caso público sobre una cuestión tan sensible para una formación de izquierdas que se declara feminista. Sumar puede argumentar la firmeza con la que ha actuado al tener conocimiento de los hechos, pero eso en la cultura colectiva de la izquierda no es suficiente porque es mucho más exigente y cainita.
Sumar no tiene estructura, historia, ni cuadros medios, es una organización basada únicamente en la relevancia pública de sus líderes y ninguna organización con una estructura oligárquica forjada desde arriba soporta un escándalo contra uno de sus máximos exponentes. La dimisión de Yolanda Díaz del partido tras los malos resultados de las elecciones europeas fue el principio del fin de un partido que ni siquiera llegó a nacer y que se puede dar por liquidado con el cese de Errejón por acusaciones tan sensibles.
Las consecuencias políticas de la decisión no pueden obviarse porque el resultado de la dimisión es catártico y puede dinamitar el espacio integral de la izquierda poscomunista de forma definitiva. Sumar va a tener que reivindicar su modo de actuación ejemplarizante para minimizar el impacto político de una quiebra fundamental en el discurso y la imagen de toda la izquierda y veo difícil que lo logre. No veo cómo puede sobrevivir políticamente a un golpe de esta dimensión. Sumar es el máximo afectado y en una situación en la que su capital político está menguante es un misil en su línea de flotación, más aun cuando se está poniendo sobre la mesa la nueva conformación del espacio para el futuro, como ha hecho Antonio Maíllo al pedir una nueva configuración de la izquierda de cara a unas próximas elecciones, en las que la correlación de fuerzas del espacio ya ha sufrido una modificación sustancial. Sumar ya no tiene ninguna fuerza para imponer sus decisiones y marcos y serán el resto de formaciones que aspiran a lograr la hegemonía la que busquen acaparar fuerzas.
Intentar patrimonializar políticamente la dimisión de Errejón como están intentando hacer otros actores de la izquierda aludiendo al conocimiento de esos supuestos hechos por parte de la dirección de Sumar supone una palada sobre todos y cada uno de aquellos que intenten sacar partido. Uno de los episodios más repetidos después de la dimisión de Errejón ha sido aludir a un supuesto conocimiento general de los hechos por parte de todos los actores que rodeaban al expolítico. Eso supone implicar como colaboradores de esos comportamientos a todos aquellos que han compartido formación con Errejón desde hace diez años, y eso incluye a todos los partidos que están en la disputa política por la hegemonía del espacio. El intento de Podemos por eludir responsabilidades al asegurar que informaron a Yolanda Díaz de la denuncia anónima de junio de 2023 deja algunas respuestas sin contestar: si lo consideraron lo suficientemente grave y con verosimilitud, ¿por qué no se preocuparon de cuál era el resultado de la investigación? ¿Por qué la ministra de Igualdad en ese momento y el partido del que forma parte no tuvo problemas en compartir lista electoral habiendo tenido conocimiento de estos hechos como han reconocido? ¿No tuvieron conocimiento de hechos similares cuando formaba parte de su formación? El bumerán puede golpear con mucha dureza a quien pretenda salir limpio haciendo esas acusaciones para sacar ventaja.
Resulta intelectualmente incomprensible que haya quien crea en la izquierda que pueda sacar algún tipo de ventaja de un caso que arrasará a todas las formaciones del espacio. Este caso es la demolición de la clave de bóveda de la nueva izquierda y arrastrará todo el proyecto sin importar las siglas. Quien crea que saldrá indemne de esto no sabe cómo funciona la política. El impacto en toda la izquierda va a trascender a Sumar -aunque sea al que más va a afectar- porque es munición clave para la batalla cultural de la derecha. A nivel de opinión pública y demoscópica no se va a discriminar entre partidos de izquierda porque este ha sido uno de los caballos de batalla del espacio poscomunista surgido del 15M y se juzgará a todos con la misma dureza por injusto que les parezca.
Todas las organizaciones tienen como objetivo principal subsistir. Por eso los protocolos de actuación ante las denuncias de abusos, acoso o comportamientos sexistas están supeditados al mantenimiento del poder. La denuncia anónima que se conoció en junio de 2023no se atendió por nadie con suficiente diligencia porque un mes después había elecciones y a todos interesaba que no hubiera un escándalo de ese porte que pusiera en riesgo el poder institucional que ahora tienen. Les voy a contar una historia real sobre protocolos y poder.
Digamos que un partido tiene conocimiento de una denuncia de sexismo en el ambiente laboral. La investigación dice que las acusaciones no son ciertas y se realizan solo por conseguir una mejor posición laboral. El denunciado formaba parte de la dirección del partido. Se archiva la denuncia. Tiempo después el que era denunciado cae en desgracia y empieza a ser molesto. La dirigencia del momento saca del cajón aquella denuncia que había desestimado para extorsionar al denunciado y exigirle que deje de criticar a la formación y a sus líderes. Se va del partido. Se vuelve a guardar el cajón en el expediente por si es necesario usarlo en un futuro.
La sensación amarga que ha dejado el escándalo Errejón es que no existe un convencimiento firme en los partidos de izquierdas sobre la importancia del feminismo, sino un instrumento para dirimir guerras internas y cobrarse vendettas. Las causas están muy por encima de los partidos políticos y nadie ha demostrado creer lo suficiente en la causa más allá de como arma poderosa para ocultarlo cuando conviene y usarlo como venganza en el futuro. Estos días se están produciendo debates muy valiosos como el que ha aportado el colectivo Las Cantoneras sobre la mejor manera de encauzar las justas reivindicaciones del movimiento feminista que no pasan por subirse a la turba para cobrarse piezas incómodas o adquirir capital político (y económico) con el que disciplinar al adversario a través de supuestos espacios seguros. El caso Errejón es la muerte de Sumar, el clavo en el ataúd de la nueva izquierda y la guerrilla posterior son las paladas para enterrarla para una década.