TODO ESTÁ EN BOURDIEU
El PP desearía que ETA asesinara otra vez
"Los muertos de unos cuantos concejales eran votos en otras regiones y no quieren desprenderse de ese patrimonio ni con ETA derrotada. Si para seguir sacando beneficio tienen que reírse de las víctimas del PSOE pues se hace sin escrúpulo alguno".
En el programa Salvados un escolta afirmaba cómo escuchó en un coche una conversación cuando llevaba a uno de los amenazados por ETA diciendo que les vendría bien un atentado en ese momento por razones electorales. El escolta expresó el odio y asco que sintió en ese momento. No es difícil comprender con el comportamiento de la derecha con las víctimas y la instrumentalización del dolor provocado por la banda terrorista más de diez años después del final de la violencia que es una declaración con muchos visos de verosimilitud. Es muy creíble y a nadie extraña porque la derecha lleva años actuando con el deseo poco oculto de que ETA volviera a actuar para ganar una legitimidad moral perdida por su actuación política. El PP desearía que ETA siguiese matando, que volviera a actuar, porque esa les generaría un valor político ante la opinión pública que ya han perdido.
La preocupación del PP con las víctimas es directamente proporcional al rédito que puedan sacar de ellas o lo que les sirva para desviar la atención. Por eso todo el escándalo de hace solo unos días ha desaparecido del debate público en el momento en el que salió un informe de la UCO sobre la corrupción asociada a José Luis Ábalos y Koldo García. El comportamiento del PP con respecto a la polémica de la semana sobre la equiparación de penas con la UE y cómo afectaría esa medida a los terroristas de ETA es el habitual de quien vivía políticamente muy bien en el resto del país con la violencia terrorista en el País Vasco. Los muertos de unos cuantos concejales eran votos en otras regiones y no quieren desprenderse de ese patrimonio ni con ETA derrotada. Si para seguir sacando beneficio tienen que reírse de las víctimas del PSOE pues se hace sin escrúpulo alguno.
María del Mar Blanco decía en el Senado a los senadores del PSOE que le dijeran a la cara que ella añora a ETA. Lo que añora o no la hermana de Miguel Ángel Blanco no lo sabemos, pero no iría tan lejos porque ella no precisa de la existencia de ETA para vivir constantemente de su recuerdo. María del Mar Blanco es una víctima, también de su partido porque está vinculada mediante el síndrome de Estocolmo a una formación que solo la usa como muñeco de feria performativo. Pero no hay que eximirla de responsabilidad, ella se deja utilizar para vivir bien de la política por su única condición de víctima. Ella es la máxima responsable de que la memoria de su hermano siga arrastrándose para beneficio espurio de quien uso su nombre para financiarse con la Gürtel.
El paseíllo del otro día en el Congreso en el que pasó al hemiciclo media hora después de que el presidente del Gobierno comenzase a hablar para interrumpirle y mediante un aplauso orquestado simular un apoyo incontestable a las víctimas para ocultar su incompetencia negligencia fue uno de los momentos más vergonzosos de la relación de la derecha con las víctimas del terrorismo. A nadie que le importen de verdad las víctimas aceptaría someterlas a una humillación de ese calibre. Lo que es innegable es que María del Mar Blanco vive de la política por ser hermana de Miguel Ángel Blanco para que el PP de vez en cuando la saque a pasear legitimándose en su intento por instrumentalizar el dolor de todas las víctimas. Porque víctimas hay muchas, y tan víctima es ella como las que llaman miserable al PP y afirman que les da asco cómo las usan. Porque son muchas y de voces plurales.
La opinión pública progresista lleva años acomplejada con la posición de las víctimas circunscritas a la derecha mientras estas le acusan de manera recurrente de complicidad con los asesinos aunque ellas mismas sean víctimas. Ya es hora de poner pie en pared ante la actitud miserable de aquellos que usan el dolor para ganar capital político, y de esa estrategia es tan responsable la derecha como las víctimas que se dejan usar y forman parte de ese elemento de discordia para atacar al adversario. Si María del Mar Blanco se atreve a acusar de complicidad con ETA a la izquierda habrá que responderle con crudeza, porque si ella no tiene problema en que su partido arrastre la imagen de su hermano habrá que recordarle que no hay nada más mísero que usar el recuerdo de una víctima para vivir de la política acusando a quienes también eran víctimas de ser cómplices de sus victimarios. María del Mar Blanco se hubiera ganado respeto por lo que hace, y no simplemente por lo que es, si al día siguiente de que Miguel Tellado y Macarena Montesinos sacaran en el Congreso un cartelito con las víctimas de ETA del PSOE mientras lo señalaban y se reían hubiera censurado una actitud tan denigrante de sus jefes con la memoria de las víctimas de ETA. El respeto ajeno no se tiene por ser víctima, se gana por no usar de manera pecuniaria a quien murió en manos de la barbarie criminal de ETA.