TODO ESTÁ EN BOURDIEU

Policía formada por escuadristas parafascistas y el caso Lucrecia

Un policía nacional habla con el líder de Desokupa, Daniel Esteve, en una manifestación del 7 de noviembre de 2023, en Madrid (España). | Eduardo Parra/Europa Press
  Madrid | 07/08/2024

"La unión de intereses entre los fascistas de Desokupa y el sindicato mayoritario de la Policía responde a una deriva securitista y ultra de unos sindicatos policiales que incumplen el mandato legal que los obliga a mantener una estricta neutralidad política".

Hay algo pervertido en el seno de la Policía cuando su sindicato mayoritario no ve nada inconveniente en unir sus intereses a un cuerpo parafascista que se dedica a realizar acciones al margen de la acción judicial y que está formado por matones con un discurso de odio contra colectivos vulnerables. La degeneración sistémica de un cuerpo que ve con naturalidad ese acuerdo solo puede ser revertida persiguiendo de manera contundente a aquellos policías que muestran simpatía por grupos de carácter antidemocrático.

Es una evidencia que el sindicato mayoritario no ve mal la actuación de Desokupa a pesar de que se produce en los márgenes de la ley. Los referentes históricos de los acuerdos entre la policía y grupos violentos que colaboran allí donde la ley no puede operar son varios y recurrentes. Uno de los más asimilables al entendimiento entre Desokupa y el SUP es el de los Sindicatos Libres, usados en tiempos del pistolerismo en Barcelona para destruir la lucha obrera y erradicar el sindicalismo de clase. El jefe de Policía en el año 1920, nombrado por Severiano Martinez Anido, se llamaba Miguel Arlegui Bayones y para acabar con la CNT se valía de los grupos parapoliciales de Ramón Sales. Esos matones de origen carlista, ultraderechistas, como Desokupa, acabaron con la vida de 128 sindicalistas en connivencia con la Policía. Los Sindicatos Libres, vinculados a la Liga Patriótica Española, estaban directamente relacionados con los primeros grupos ultras del Real Club Deportivo Español como la Peña Ibérica. Es pura coincidencia que Daniel Esteve apareciera en Bonanova en sus protestas ante dos centros sociales ocupados juntos a miembros de grupos ultras del Barcelona y del Espanyol. Haría bien el sindicato policial en preguntar al empresario con el que han firmado el acuerdo qué pasó en 2008 con los Mossos.

No hay que irse tan lejos para recordar otro tenebroso precedente. En el año 1992 se produjo el primer crimen racista de nuestra democracia así sentenciado por un tribunal. El asesinato racista se produjo por parte de Luis Merino Pérez, de 25 años, mientras prestaba servicio en la 111 Comandancia de la Guardia Civil. El crimen fue cometido con una bala de 9 mm parabellum realizada por General Dinamycs de forma exclusiva para la benemérita y el Ejercito. El asesino, además de ser Guardia Civil, era neonazi; durante el juicio se interrogó al máximo responsable del cuerpo armado que negó que se hubieran relajado los controles para asegurarse de que no había miembros ultras entre sus miembros. El racismo y la xenofobia es un virus que se mete en lo más profundo de una institución por la dejación de funciones de sus responsables. El líder de Desokupa ha llamado al Ejército a salir a la calle para realizar deportaciones masivas de inmigrantes y ese tipo de actuaciones es validada por el sindicato mayoritario de la Policía. Antes no se controlaba la infiltración ultra que provocaba consecuencias trágicas, ahora ya directamente no se esconden acuerdos de formación con grupos radicales y xenófobos.

La Policía tiene que comprender que quienes consideramos que el fascismo es una ideología contraria a los derechos humanos veamos incompatible que quien tiene que defender a los ciudadanos de la vulneración de esos derechos tenga ningún tipo de relación con un grupo parafascista de escuadristas que tienen como ocupación el matonismo y la discriminación xenófoba. El acuerdo del SUP, el sindicato mayoritario de la Policía, con una empresa como Desokupa en técnicas de lucha cuerpo a cuerpo es un alarmante síntoma de la connivencia policial con grupos neonazis. Una realidad que todos aquellos que hemos cubierto movilizaciones en la calle hemos conocido, no es una novedad que la Policía trata con más cariño y condescendencia a los grupos neonazi, la novedad es que llegue a acuerdos con boato y publicidad para que grupos fascistas les formen en seguridad cuerpo a cuerpo que luego tienen que desarrollar en su trabajo policial, puede que en algún momento, también, contra sus mismos formadores.

Carlos Prieto, portavoz de SUP, en su periplo mediático para intentar mitigar el escándalo que había provocado el acuerdo proclamó argumentos delirantes como que se desvinculan totalmente de la actividad de Daniel Esteve mientras su secretaria general aparece en un vídeo celebrando el acuerdo dando publicidad a Desokupa y calificando la entente como histórica. La unión de intereses entre los fascistas de Desokupa y el sindicato mayoritario de la Policía responde a una deriva securitista y ultra de unos sindicatos policiales que incumplen el mandato legal que los obliga a mantener una estricta neutralidad política.

La infiltración de la extrema derecha en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado ya no es solo una denuncia llevada a cabo por la izquierda y los movimientos sociales basándose en su experiencia con sus actuaciones, sino que ahora ha quedado consignada en un acuerdo público. Estoy convencido que a los policías que celebran o desprecian la gravedad de unir sus intereses a fascistas a los que tendrían que perseguir por sus actuaciones no les importa en absoluto la opinión de la gente de izquierdas o de cualquier ciudadano que considera un escándalo el acuerdo, pero al menos que sepan que para un amplio espectro de la ciudadanía estos acuerdos hacen que cuando se vea un uniforme como el suyo se siente amenaza, inseguridad y peligro en vez de tranquilidad por su presencia. Puede que sea lo que buscan, hacer sentir miedo a aquellos ciudadanos que creen que el fascismo es incompatible con la vida en libertad. Puede que les guste meter miedo a otra Lucrecia.