TODO ESTÁ EN BOURDIEU
Sacamantecas, robaniños y vientres de alquiler
"Hubo un tiempo en el que la Iglesia funcionaba como agente robando niños de familias sin recursos para dárselos a ricos y burgueses, pero ahora han conseguido dotar de legalidad a una práctica histórica. Por qué robarlos si se pueden comprar".
La necesidad existe para que los privilegiados se aprovechen de ella. Una regla de control social que late en lo más profundo de un debate como el de los vientres de alquiler pero que siempre ha funcionado concretándose de otras formas. Hubo un tiempo en el que la Iglesia funcionaba como agente negociador robando niños de familias sin recursos para dárselos a ricos y burgueses, pero la capacidad de los privilegiados evoluciona y ahora han conseguido dotar de legalidad a una práctica extractora histórica. Por qué robarlos si se pueden comprar. No habría transacción de niños sin mantener en un estado de necesidad a una importante bolsa de población mundial, por eso es imperativo mantener un estado de estratificación social que facilite acudir al mercado para lograr un niño, pero sirve para lograr un órgano. No sería la primera vez, la figura del sacamantecas es un personaje del folklore que se construía con la misma dinámica, la de la existencia real del conseguidor de remedios para las enfermedades de los ricos a través de secuestro y asesinato de niños pobres. El capitalismo funciona gracias a la existencia de una brecha entre ricos y pobres que permite comerciar también con la vida ajena.
Eso es lo que se vende en los vientres de alquiler: la necesidad de las mujeres sin recursos. Las clínicas de gestación subrogada se aprovechan de la situación de extrema vulnerabilidad de mujeres en países pobres, o de pobres en países ricos, para mediante la subyugación económica ofrecer un producto a los ciudadanos occidentales que tienen la capacidad económica para imponer su deseo sobre la supervivencia ajena. Laguerra de Ucraniano hay que verla como un drama, sino como una oportunidad. Las mujeres ucranianas estarán más necesitada y será más fácil conseguir úteros que vender para familias ricas en España. No hay mal que por bien no venga.
Otro debate de pijos para pijos. La portada del Hola! con Ana Obregón simulando ser una madre por haberse gastado en robar un niño lo que en España invierte una familia de clase trabajadora en su hogar ha vuelto a dejar en evidencia los marcos privilegiados sobre los que gira la opinión pública. La voz predominante es la burguesa, la del que compra, del que paga. El cliente siempre tiene la razón y su discurso esta sobrerrepresentado en los debates públicos. Pero en el caso de la gestación subrogada solo existe esa voz, las mujeres gestantes no pueden hablar, muchas veces obligadas por contrato a guardar silencio, a no existir.
Los debates sobre los vientres de alquiler son múltiples y en todos aparece vinculados a la opresión machista el privilegio, la dominación y el poder económico como núcleo fundamental del proceso de control disciplinante que existe sobre las vidas de las mujeres más vulnerables. Los vientres de alquiler no pueden afrontarse sin poner en el centro el punto de vista de clase unido de manera directa al de género, porque son mujeres pobres las que prestan su cuerpo como objeto mercantilizado para que unos cuántos privilegiados con recursos puedan satisfacer su deseo. Tener hijos no es un derecho, sí lo es vivir con los derechos básicos cubiertos, y cuando precisamente no se cumple este precepto miles de mujeres de países pobres se ven obligadas a vender su cuerpo para cumplir un capricho parental en el primer mundo.
Si en España hubiera igualdad de derechos para ricos y pobres Ana Obregón sería detenida nada más pisar el aeropuerto y su hijo sería dado en adopción si la madre biológica no acepta el derecho que le ha sido arrebatado gracias a que no existe la igualdad de oportunidades ni la libertad de elección. La portada de Ana Obregón ha convivido en el mismo día con la del diario Hoy de Cáceres en la que una pareja aparece esposada acusada del delito de compra y venta de un niño por 2.000 euros. El objeto de acusación es el mismo que en el caso de Ana Obregón, pero una rica millonaria tiene la facultad económica dedesplazarse a Miami, pagar un pastón para comprar ese hijo y alquilar una casa al lado de la playa para esperar a que los trámites legales se cumplan. La pareja de Extremadura era pobre, la diferencia entre aparecer esposado en una portada o posando feliz en el papel cuché habiendo sido responsable del mismo hecho es una cuestión de clase social. Un sistema coherente tendría que ofrecernos una nueva foto, la de Ana Obregón esposada. Pero no ocurrirá porque su familia fue la responsable de construir La Moraleja. Todo es una cuestión de clase.