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Vinicius tiene razón, España es racista

Vinicius tiene razón, España es racista | EFE
  Madrid | 22/05/2023

"Tebas protege a los racistas antes que a un negro, por eso cuando un jugador de su liga sufre de manera sistémica ataques racistas considera que es más importante criticar al jugador el día después de que haya tenido que oír gritos de "mono" y "puto negro" por el color de su piel"...

En España solo se ha suspendido un partido por gritos desde la grada y fue porque la afición del Rayo llamó nazi a un jugador como Roman Zozulya, que ha dejado claro en multitud de ocasiones que es de ideología fascista. Suponemos que Tebas se sintió identificado. En España jamás se ha suspendido un partido porque un jugador negro sufra gritos racistas. Vinicius tiene razón. España es un país racista. No es diferente a otros países de nuestro entorno y España también es racista porque las instituciones encargadas de velar porque no haya racismo se encargan de crear las condiciones para que el racismo prenda en los campos de fútbol. Los casos de acoso racista en los estadios que ha venido sufriendo Vinicius, jugador del Real Madrid, son el paradigma de lo que ocurre en los países racistas. No solo porque el jugador sufra esos episodios, que parece lo más obvio, sino porque los sufre de manera recurrente sin que se tome ningún tipo de medidas minusvalorando los sucesos y equiparándolos a otro tipo de insultos y escarnios que sufren otros jugadores.

España es racista porque cuando un jugador negro como Vinicius sufre insultos racistas se intenta minimizar diciendo que es un jugador conflictivo, que provoca, que hace gestos a la grada expresando que van a bajar a segunda poniendo en igualdad de condiciones una afrenta a un club con un desprecio racista. Un atentado contra los derechos humanos como la discriminación por raza no está al mismo nivel que despreciar a tu equipo, Manolo. No hay absolutamente nada que Vinicius pueda hacer en un campo de fútbol que justifique llamarle "mono". Los insultos racistas no son equiparables a nada de lo que se oye en un campo de fútbol, es una línea roja que los clubes, las organizaciones profesionales y los medios de comunicación deportivos cruzan de manera recurrente porque España es un país racista. Porque España protege a los racistas.

Solo un país racista toleraría con normalidad que Javier Tebas, el presidente de la Liga, y que fuera militante de Fuerza Nueva, admirador de Marine Le Pen y votante confeso de los posfascistas de Vox estuviera al frente de la organización. Tebas protege a los racistas antes que a un negro, por eso cuando un jugador de su liga sufre de manera sistémica ataques racistas considera que es más importante criticar al jugador el día después de que haya tenido que oír gritos de "mono" y "puto negro" por el color de su piel. Solo en un país racista se daría espacio a un periodista deportivo para que defienda los colores de su club diciendo que la culpa de los episodios racistas que sufre Vinicius los merece por su comportamiento en el campo y que antes de que apareciera Vinicius no había problemas de racismo ignorando los que han sufrido todos y cada uno de los jugadores negros de nuestro país con cierta relevancia como Eto'o, Marcelo o Dani Alves. España es un país racista porque no desprecia y expulsa de todos y cada uno los lugares de representación pública a quienes justifican, toleran, minimizan o justifican los ataques racistas por el comportamiento en el campo de un jugador que nos les cae bien.

Las gradas de fútbol son el espacio seguro para racistas, fascistas y nazis porque saben que podrán dar rienda suelta a sus odios y prejuicios con una alta probabilidad de salir impunes. No es casualidad que sea el único lugar público donde se escuchan esos desprecios a grito pelado sabiendo que hay multitud de cámaras que pueden recogerlo. Les da igual, porque saben que la inmensa mayoría de las veces la organización estará dispuesta a ocultar esos desprecios racistas si un jugador de fútbol no se cansa y para el partido. Los estadios de fútbol son un diseminador de odio que se recoge posteriormente en discursos políticos para legitimar esos comportamientos y hacer sentir a esos fascistas y racistas que en la ultraderecha tendrán quien los represente. La tolerancia hacia el racismo que proviene de los discursos fascistas cala en multitud de espacios, en las aulas, en los espacios de trabajo, en las calles y en los estadios de fútbol. Los insultos racistas a Vinicius y la tolerancia institucional son un problema de higiene democrática que trasciende al mundo del fútbol y que son un marcador de regresión social vinculado a la aceptación que los discursos de odio tienen en todas las áreas de representación pública. El deporte es un vehículo social que nos enseña la salud democrática de un país y Vinicius nos está poniendo frente al espejo. La imagen que reflejamos no es bonita, es la de un país racista.

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