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MALA VIDA

Ha muerto 'Dios'

Dirigió la lucha contra ETA desde la Guardia Civil en los peores años de beligerancia de la organización terrorista. Permitió que agentes y oficiales, asesinos y torturadores, actuasen con absoluta impunidad. 'Dios' era su nombre en clave cuando daba órdenes. Ahora ha muerto. No le pienso homenajear.

El exgeneral Enrique Rodríguez Galindo | EFE
  Madrid | 19/02/2021

Sin pena ni gloria, como transcurrieron los últimos 15 años de su vida, ha muerto el general de la Guardia Civil, exjefe Operativo de la comandancia de Intxaurrondo, Enrique Rodríguez Galindo.

Galindo fue un icono de la última etapa del Felipismo y la cara verde del Gal.

Nunca hable con él, por bien que lo intenté en más de una ocasión. Él era parco y desconfiando; como lo suele ser un oficial de la Guardia Civil, pero multiplicado por mil. Además, puestos a hablar, tenía su propia cohorte de periodistas a los que le unía una afinidad labrada de forma directamente proporcional a la fidelidad recibida. Galindo era Dios. Lo era para él mismo y para los demás. 'Dios'. Ese era su apelativo en clave cuando repartía órdenes operativas a los grupos de acción antiterrorista: "Atención, DIOS para todas las unidades…". Y la tropa le veía como si se tratara de una auténtica divinidad. Galindo ha muerto de COVID.

En el año 2000 fue condenado a 71 años por las torturas y el asesinato de los miembros de ETA Laza y Zabala. Hace 15 años, recibió el indulto por razones humanitarias. El estado de salud del general era, según decían, gravísimo. Sin embargo, por suerte para él y para sus seres queridos, Galindo vivió 15 años más y tuvo que ser la pandemia la que se lo llevara de este mundo de mortales.

Efectivamente, Galindo parecía un tipo inmortal, casi mitológico. Recuerdo su imagen cuando le pusieron el fajín de General. Y como, desde ese escaso talle y desde esa pobre osamenta, erguía el cuello, como lo han hecho los bajitos poderosos y malvados, mirando al horizonte, buscando una señal o tratando de comunicarse con lo intangible, mientras su pecho soportaba el peso de infinidad de medallas y placas concedidas al mérito profesional. Nadie como él desarticuló más comandos de ETA.

No hay dios en la tierra

Pero…a mí nunca me pareció Dios (entiendo que la gente no es tan escéptica como yo).

No me parecía nada sobrehumano, especialmente a partir del día en el que le vi declarando ante la Audiencia Nacional, enfundado en una traje beige como de otra época. La camisa blanca que vestía soportaba una corbata cuyo nudo era desproporcionadamente grande, incluso para la época. Siendo de la talla mínima, sobrepasaba el tamaño de la carcasa del General, haciendo que el cuello del Guardia Civil bailase entre el cuello de la camisa.

Me pareció un don nadie. Fuera de Intxaurrondo, de sus dominios, de su micro mundo, Galindo me pareció un ser pequeño.

El General Rodríguez Galindo dirigió la lucha contra ETA desde la Guardia Civil en los peores años por los que respecta a la beligerancia de la organización terrorista. Y lo hizo como supo y como quiso. Y quiso hacerlo con una batuta más militar que policial. Para Galindo, efectivamente, aquello era una guerra y en la guerra, como ya se sabe, vale todo.

Por acción y por omisión

Galindo permitió que agentes y oficiales, asesinos y torturadores, actuasen con absoluta impunidad. Lo permitió, lo ensalzó y les condecoró. Los ministerios del Interior del Felipismo miraban hacia Cuenca, mientras en el norte las bielas del Estado de Derecho chirriaban.

Galindo está detrás del sistema 'Mistral', un sistema de captación de información fuera de los cauces legales, pero de uso indispensable y fructífero para su particular lucha antiterrorista. Galindo tiró de proxenetas y traficantes para obtener información de etarras. Los narcos y los traficantes de mujeres, encontraron en él, manga ancha para actuar.

Me dijo un día una capitán de la Guardia Civil, que durante el reinado de Galindo, algunos detenidos eran amarrados con grilletes a los radiadores de la calefacción de los calabozos de la comandancia de San Sebastián durante días. Ni siquiera para hacer sus necesidades incluso cuando las mujeres tenían el periodo podían desembarazarse de las esposas.

No vale todo

"Sí, ya, pero no se enriqueció, ni fue un indecente como Amedo", me dijo un día un guardia civil segundo que trabajó para él. "Sí, pero no todo vale", le dije en una época en la que era verdaderamente meritorio decir aquello a aquellos que justificaban el santo sacramento como estandarte de la lucha contra el problema etarra.

Galindo ha muerto y yo no le pienso homenajear. Como digo, no le conocí en persona. Sí he conocido durante estos 30 años de oficio a policías y ladrones verdaderamente despreciables y, sin embargo, interesantes. No es el caso de Galindo. Lo del general, adórnese como se adorne, me parece un timo, o la constatación de que, a veces, la ineptitud y la testosterona de la clase política precisa a tipos como este señor bajito y de mirada perdida en el horizonte para adecentar el orden público.

No valen atajos. No tiene mérito alguno su medallero, porque no jugó limpio. Porque todo lo que se sale de la ley, da pie a que proliferen aquellos que viven mejor sin ley. Porque las reglas del juego están para impedir una lucha desigual y para garantizar que ésta sea digna y justificada. Vaya usted con dios, general.