MALA VIDA
Rosa Peral: ¿ángel o demonio?
"A Rosa Peral, pues, ya se la ha juzgado y se la ha condenado. Al menos, por el tribunal popular de la muchedumbre ávida de personajes masticados y aderezados para una fluida digestión"...
Parece un argumento de novela best seller con sexo, sangre, 'femme fatale' manipuladora y triangulaciones amorosas, pero es una noticia real; una que la prensa ha dado en titular Crimen de la Guardia Urbana o Crimen de Foix.
Es una noticia real, morbosa y fascinante que versa sobre lo siguiente: el agente de la policía local de Barcelona, Pedro Rodríguez, apareció muerto, calcinado, en el interior del maletero de su vehículo, en las cercanías del barcelonés pantano de Foix. Sucedió el 3 de mayo de 2017. Y, pocos días después, su novia (la fotogénica agente policial Rosa Peral), y el examante de ésta (el también guardia urbano Albert López), fueron detenidos acusados de asesinato. Ambos, desde entonces, se encuentran en prisión preventiva incondicional y sin fianza a la espera de juicio.
Los periodistas, y los que no lo son pero interactúan como si lo fueran, nos lo estamos pasando pipa con este suceso tan real como novelesco. Y, por lo que se ve, dado el eco creciente de la noticia, muchísimos lectores, oyentes y televidentes, también. Entre todos, estirando un poco por aquí y un poco por allá, hemos puesto el foco sojuzgador en ella, la guardia urbana sexy, y hemos creado un personaje extraordinario, goloso, fílmico, casi de culto para los amantes de lo negro y criminal.
La mujer de los huevos de oro
Se trata de la Mata Hari, viuda negra, calculadora y fría Rosa Peral –así la ha bautizado la prensa-. Una mujer joven, guapa y que atesora una intensa actividad sentimental a sus espaldas, cosa que, por lo que parece, supone un material de excelente calidad sobre el que construir un icono de culpabilidad con forma de saco de boxeo al que podemos golpear a destajo como si no fuera una persona real.
Efectivamente. A ojos de la canallesca, pierde relevancia la posibilidad de que la Peral sea absuelta porque, en tal supuesto, la realidad acabaría con una suculenta noticia.
Y mientras nosotros nos relamemos, ahí está la agente, pudriéndose en el talego, sin poder ver a sus hijas, poniendo buena cara a unos padres hundidos y desgañitándose con el objetivo de que la justicia atienda al listado de pruebas que, como mínimo, arrojan dudas sobre la participación de esta supuesta matahari en la muerte de Rodríguez.
¿Lo hizo?
Rosa Peral estuvo allí, sí, pero declara que no lo hizo ni lo planeó, y que, si lo encubrió durante 15 días, fue por el miedo insoportable a las amenazas de muerte que, contra ella y contra sus hijas, formuló su ex compañero sentimental –según ella, con visos de maltratador, Albert López.
La Peral vive en la cárcel desconcertada, como si se revelase a acostumbrarse a la condición y a la rutina taleguera. Pasa los días desojando una margarita cuyos pétalos están marcados, hoy, con el fuego de la derrota.
Sólo cuenta lo malo
Esta joven policía no acaba de entender lo que se cuece a su alrededor. Por un lado, la condena mediática y, por consiguiente, pública. Por otro, no deja de anotar en su libreta, los archivos de las distintas causas que, asociadas al crimen de Foix, la justicia -azuzada por el exmarido mosso d'Esquadra de esta mujer-, abrió contra ella. Eso apenas ha tenido relevancia en los medios.
Por ejemplo, los jueces han dictaminado que, contrariamente a lo que se denunció, esta mujer, nunca mató a ningún mantero y nunca quiso asesinar a su ex marido contratando a un sicario. Sí, hace varios años, Rosa Peral participó en un dispositivo policial contra la venta ambulante en la falda de la montaña de Montjuic de Barcelona.
En pleno operativo, uno de los sospechosos la acuchilló en la pierna y huyó montaña a arriba. Rosa perdió el conocimiento. Los agentes policiales –entre los que se encontraba Albert López- que acompañaban a esta mujer persiguieron al agresor y éste, en la huida, cayó por un precipicio. Horas después moría en el hospital mientras a Rosa Peral le cosían la herida en la pierna.
La Peral, como ha quedado acreditado, fue entonces víctima, pero el crimen de Foix, varios años después, la situó como sospechosa de no se sabe bien qué. El morbo popular empujó a la justicia a reabrir la causa y pocas semanas después la investigación se cerró quedando la agente exonerada de culpa aunque vilipendiada, mientras duró la imputación.
Y no es el único archivo que contabiliza la agente de la guardia urbana durante su estancia en la cárcel. También se archivó la investigación por la denuncia que contra ella presentó su exmarido mosso -actualmente de baja por depresión-. Según se dijo, Rosa Peral, tras ser detenida por los de Foix y cuando sólo llevaba tres meses en la cárcel de Wad-Ras, trató de convencer a una reclusa para que ésta contratase a un sicario quien, en la calle, debía de asesinar a su ex marido mosso. Su exmarido, el denunciante (quien dijo que Rosa Peral puso sobre la mesa 30.000 euros para financiar el crimen), fue avisado del macabro plan por el cocinero de la prisión de Wad–Ras.
Menuda novela
Se dice que la reclusa que fue "sondeada" por la agente de la guardia urbana a tal efecto –una tal Anyuli-, tenía una peculiar e intensa relación con dicho cocinero. La madre de esta reclusa regentaba un prostíbulo en Terrassa ciudad donde estuvo destinado el ex marido de la Peral. ¡¡Chim pum!! Magnífica novela, no creen. Novela de "No Ficción", en todo caso. Un argumento que acabó adoptando la forma de diligencias previas de investigación judicial que, en todo caso, acabarían archivándose también.
Esos dos archivos ha resultado periodísticamente irrelevantes.
A Rosa Peral, pues, ya se la ha juzgado y se la ha condenado. Al menos, por el tribunal popular de la muchedumbre ávida de personajes masticados y aderezados para una fluida digestión.
El móvil del crimen, la clave
Los que nos hemos leído el sumario con la atención y asepsia suficiente, hemos encontrado dudas o se nos han suscitado interrogantes.
Para empezar, Peral no tiene móvil del crimen. Y su examante, Albert López, sí: los celos (numerosos documentos, whatsapps y mensajes incautados por la policía así lo avalan).
Pero... ¿y Rosa?, ¿por qué querría matar a Pedro Rodríguez con quien había iniciado una relación de pareja que parecía estable e incluso almibaradamente romántica? ¿Por qué mataría Peral a su novio en su casa de Cubelles con sus dos hijas, de 5 y 7 años, en la habitación de al lado, después de una tan idílica como acreditada jornada familiar?
No es menos es cierto que Peral, tras mentir inicialmente a los investigadores, tardó 15 días en comparecer en comisaría y denunciar a López, un fornido agente, boxeador muy conocido por su carácter violento. ¿Por qué tardó? ¿Por cómplice? ¿O porque tuvo miedo de hacerlo antes? ¿Fue quizá por la acreditadas amenazas que sufrió por parte de López, quien el día del crimen, el propio 1 de mayo de 2017, asaltó la casa de Rosa Peral con un hacha en la mano (algo que el propio agente ha acabado reconociendo)?
Sí, es extraño, mucho, pero ¡puede ser coherente!: el miedo es libre. Incluso una policía puede tener miedo cuando cree que la amenaza contra sus hijas es más que una hipótesis.
Esperemos acontecimientos
Me he entrevistado con Rosa Peral más de 20 veces en la cárcel desde la que espera el día del juicio (López no me ha querido recibir). Y, tras todos estos encuentros, no puedo poner la mano en el fuego sobre su inocencia (no soy quien). Pero sí me siento en la obligación de reclamar el derecho de esta mujer a un juicio justo, a ser respetada bajo del paraguas de la presunción de inocencia y no ser satanizada por culpa de sus amoríos pretéritos o de su belleza casi gótica.
Aunque la injusticia, como una mancha de sangre recién derramada, se extiende en general lenta pero incesante, no perdamos la confianza en la justicia aunque sólo sea por militancia democrática. Bien lo escribió don Francisco de Quevedo: "Si no hay justicia, es malo tener razón".