CIENCIA APARTE

El balance científico de 2024, una luz de esperanza

Científica observando por un microscopio. | Europa Press
  Madrid | 01/01/2025

"No hay mejor forma de empezar el año que celebrando todo lo logrado el año anterior, todo lo bueno, lo bello y lo verdadero que la ciencia nos ha dejado. Entre tanto enaltecimiento del desánimo, la ciencia resplandece como una luz de esperanza".

Dedicarse a la ciencia es hacer un pacto con la esperanza. La esperanza viene de esperar, del latín sperans, cuya raíz spe significa expandir, por lo que la esperanza es tanto lo que se espera de la vida como lo que se hace para expandirla. Los científicos somos optimistas por definición, pero no padecemos de esa clase de optimismo bobalicón como el que se estampa en tazas de desayuno, sino que los científicos gozamos de un optimismo sensato. Es sensato porque se fundamenta en la razón, la prudencia y el buen juicio. Es la clase de optimismo que proporciona hacer, cada año, un balance de hallazgos científicos.

En ciencia siempre se progresa, incluso cuando se tropieza, incluso cuando hay que volver a la casilla de salida. Los fracasos en ciencia también proporcionan conocimientos, son como una herramienta de pulido epistémico. Es una lástima que las revistas científicas no publiquen también los fracasos, los no-hallazgos, aquellos que lo tenían todo para triunfar y resultaron ser un camino sin salida. Señalar las calles cortadas es tan útil como señalar el resto de direcciones.

Cada fin de año, las principales revistas científicas lo celebran haciendo una selección de hallazgos. Este año destacan dos relacionados con la salud humana: el Lenacapavir contra el VIH, un medicamento que se pega a la cápside del virus interfiriendo en las etapas clave de su ciclo replicativo, con un porcentaje de eficacia del 99,9 %; y la terapia CAR-T contra las enfermedades autoinmunes, una terapia que consiste en modificar genéticamente las células inmunitarias del paciente y que ya había sido útil para tratar ciertas leucemias y linfomas. Este año también se aprobó el primer pesticida a base de ARN que no mata a especies inocentes, el Calantha. Está inspirado en un mecanismo conocido como interferencia de ARN, un proceso natural que la mayoría de las células usan para expresar genes y defenderse de virus. Este año hemos descubierto un nuevo orgánulo. Resulta que hasta ahora solo conocíamos microbios capaces de fijar el nitrógeno, algo que los animales y las plantas necesitan para crecer, sin embargo, ahora sabemos que hay algas con nitroplastos. También descubrimos que los organismos pluricelulares surgieron mucho antes de lo que pensábamos, datándose los más antiguos hace 1.600 millones de años. El ADN recuperado de huesos y dientes antiguos ha revelado algo más que la evolución de las enfermedades y la dieta prehistóricas, ahora también nos ha permitido empezar a reconstruir árboles genealógicos de personas que murieron hace miles de años.

Este año hemos reescrito la tectónica de placas, ese proceso increíblemente violento que transcurre a cámara lenta y que ha ido desgarrando los continentes. Ahora sabemos que esos procesos localizados en realidad se expanden como ondas del manto terrestre esculpiendo la Tierra. Hemos descrito un nuevo tipo de magnetismo, que no es ni el ferromagnetismo de los imanes de la nevera o de la memoria del ordenador, ni el antiferromagnetismo que se usa para escribir y leer datos en una memoria RAM. El tercer tipo de magnetismo es el alteromagnetismo, la propiedad de algunos materiales de tener doble personalidad magnética. Este año hemos detectado más galaxias brillantes del universo primitivo de lo que se había teorizado, todo gracias al observatorio James Webb Space Telescope que captura más luz roja débil que cualquier otro telescopio espacial, lo que permite estudiar los primeros mil millones de años del universo. También hemos llevado al espacio naves parcialmente reutilizables, el Falcon 9 y el Falcon Heavy, reduciendo el precio de estas expediciones en más de un orden de magnitud, lo que nos permitirá explorar el espacio a bajo coste en un futuro muy próximo.

Escribo este artículo abusando de la primera persona del plural, saltándome la más básica guía de estilo, y es que los hallazgos científicos son nuestros hallazgos, son parte de la historia de la humanidad. Aunque es obvio que la ciencia la hacen personas, sus resultados las trascienden. Cada fin de año disfruto haciendo este repaso científico porque es un balance que siempre sale positivo. No hay mejor forma de empezar el año que celebrando todo lo logrado el año anterior, todo lo bueno, lo bello y lo verdadero que la ciencia nos ha dejado. Entre tanto cinismo y enaltecimiento del desánimo, la ciencia resplandece, año tras año, como una luz de esperanza.