CIENCIA APARTE
La pantomima de la lucha contra la brecha de género en ciencia
"Esta situación de precariedad e incertidumbre en la investigación se perpetúa más allá de la treintena, de modo que se alcanza la frontera de la edad fértil de las mujeres. (...) A partir de los treinta y pico años las mujeres van desapareciendo de la carrera investigadora".
Hace unos meses me contactaron para dar una ponencia en la presentación de un proyecto europeo cuyo objetivo principal es reducir la brecha de género en ciencia y fomentar las vocaciones STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Les contesté que contasen conmigo, pero que no podía dar la ponencia de forma presencial porque había sido madre recientemente y a fin de mantener la lactancia materna no podría pasar ninguna noche fuera durante al menos los seis primeros meses de vida de mi hijo. La ciudad en la que se celebra el evento no está bien comunicada con la ciudad en la que resido, así que resultaba imposible ir y volver en el día, por lo que les propuse hacer mi intervención de forma telemática, a través de una conexión online o grabando un vídeo en falso directo, es decir, les propuse usar precisamente la tecnología para para reducir la brecha de género provocada por la maternidad.
Dada la naturaleza del proyecto, habría sido un buen ejemplo de cómo la tecnología se puede usar para que una mujer científica en activo pudiese ejercer su trabajo sin que la lactancia supusiera un impedimento para ello. Me contestaron que estudiarían la propuesta. Tras varias semanas sin respuesta y con la fecha del evento acercándose, les contacté. Me respondieron que habían decidido que la ponencia tenía que ser presencial, así que finalmente iban a contar con otra persona. Obviamente la persona que contrataron no será una mujer científica con un bebé lactante a su cargo, así que prescindieron de mis servicios por los "inconvenientes" de ser mujer.
Las causas de la brecha de género en las profesiones STEM son las mismas que en el resto de profesiones: mayor carga de tareas y funciones administrativas, inestabilidad y precariedad laboral, jornadas excesivas, favoritismo y discriminación sexual, menor visibilidad de sus resultados y más casos de acoso laboral. En lo que concierne a la vida fuera del trabajo, la responsabilidad de conciliar y el cuidado de personas dependientes sigue recayendo sobre las mujeres. La maternidad sigue siendo la principal causa de la brecha de género, ya que a menudo es la razón que aparta a las mujeres de su carrera profesional, total o parcialmente: excedencias, reducciones de jornada, etc.
Las científicas lo tenemos igual de fastidiado que el resto de las mujeres trabajadoras. No obstante, la carrera investigadora tiene algunas peculiaridades. Requiere de tiempos de formación extremadamente largos que a menudo conllevan la realización de un doctorado que no siempre está remunerado, o si lo está, suele ser una remuneración escasa e intermitente. Esto implica que los científicos de las clases sociales más bajas tengan que compaginar su trabajo en investigación con otros trabajos, lo que repercute en su rendimiento y, por tanto, en sus posibilidades de ascender u obtener mejores contratos. De ahí viene un dicho muy repetido entre los científicos: "Investiga quien se lo puede permitir".
Esta situación de precariedad e incertidumbre en la investigación se perpetúa más allá de la treintena, de modo que se alcanza la frontera de la edad fértil de las mujeres. Esa es una de las explicaciones por las que se producen las clásicas gráficas de tijera en la investigación, donde a partir de los treinta y pico años las mujeres van desapareciendo de la carrera investigadora a medida que los hombres van escalando puestos. Según los datos del Ministerio, el 79% de los catedráticos son hombres y el 65% de los investigadores principales, los que dirigen los grupos de investigación, también son hombres.
Las gráficas de tijera son aún más llamativas en profesiones sanitarias, ya que las carreras universitarias vinculadas a la salud están llenas de mujeres (medicina 70% mujeres, enfermería 80%, biología 62%, biomedicina 76%, veterinaria 76%, farmacia 71%). Aunque en las carreras sanitarias no hay más de un 25% de hombres, los hombres son el 50% de las plantillas médicas y además ostentan el 80% de los puestos de dirección, con una retribución económica por encima de la media de las médicas. Los hombres médicos, enfermeros y celadores sanitarios cobran casi 9.000 euros más al año que sus compañeras. El 75% de las gerencias de los hospitales públicos que dependen de los servicios de salud de las comunidades son hombres.
Esto no es algo exclusivo de la ciencia, sino que se da en muchas otras profesiones: el 83% de los puestos directivos están ocupados por hombres, de igual manera los puestos de mando intermedios como gerente, mánager o líder de división son un 67% hombres.
La discriminación que he vivido en este proyecto europeo por el hecho de ser madre puede parecer solo una anécdota personal y aislada, pero a la vista de las cifras es una buena representación de la realidad. Incluso en proyectos supuestamente dedicados a luchar contra la brecha de género, en lugar de dar ejemplo en la jornada de presentación, se hace justo lo contrario, dar el mal ejemplo. Por poner más contexto, el proyecto cuenta con una financiación de casi tres millones de euros de fondos europeos y tendrá una duración de tres años. Si esta es la forma de proceder durante su carta de presentación, me imagino que el resto del proyecto será la misma pantomima: fondos destinados a causas nobles que se gastan en aparentar, pero no en ejercer.
Afortunadamente, mi reciente experiencia como madre trabajadora ha sido mucho más amplia y benevolente que esta. De hecho, en eventos que nada tienen que ver con la mujer en la ciencia, y más con la ciencia que ejerzo en sí, han seguido contando conmigo adaptándose con naturalidad a las nuevas circunstancias. La pausa que he hecho aquí mismo, en La Sexta, se ha respetado hasta que yo estuviese lista para retomarlo, incluso más allá del permiso de maternidad si así lo necesitaba. Y como este ejemplo, podría citar otros muchos: el congreso de polímeros plásticos al que asisto cada año como experta ha seguido contando conmigo, pero esta vez con una conferencia en vídeo y una mesa redonda en la que participé de forma telemática; he retomado mi actividad en la radio sin ninguna presión por arrancar con la nueva temporada, sino cuando estuviese lista para hacerlo; el podcast que presento trasladó el equipo de grabación a un estudio de mi ciudad; alguna conferencia o clase magistral prevista para el final del embarazo se pospuso sin problema cuando por motivos médicos tuve que dejar de viajar… Ninguna de estas actividades iba de abanderada de la mujer en la ciencia, pero los responsables actuaron como es debido. Por eso, contra la brecha de género en ciencia, lo importante son los hechos, no los eslóganes.