Ciencia aparte
Es pronto para "gripalizar" la COVID-19: las claves científicas
"La incidencia está disparada, lo que está tensionando los sistemas de salud. Con este panorama hablar de "gripalizar" la COVID-19 es una frivolidad, es una forma de banalizar la pandemia y de banalizar la gripe. Es algo que responde más a un deseo que a la evidencia científica"
La COVID-19 no es ni endémica ni estacional, así que de momento no es comparable a la gripe. El consenso científico actual, representado por las principales autoridades sanitarias, es que es pronto para tratar a la COVID-19 como una enfermedad endémica. La COVID-19 es una pandemia. La incidencia está disparada, lo que está tensionando los sistemas de salud. Con este panorama hablar de "gripalizar" la COVID-19 es una frivolidad, es una forma de banalizar la pandemia y de banalizar la gripe. Es algo que responde más a un deseo que a la evidencia científica.
Para formarse una opinión al respecto antes hay que tener claras algunas ideas:
1. Qué significa endemia, epidemia, pandemia y estacional
De forma simplificada podría decirse que una enfermedad endémica es aquella que aparece de forma constante y que afecta a unas zonas geográficas concretas. Por ejemplo, la malaria es una enfermedad endémica. Se usa la denominación epidemia cuando los casos aumentan mucho y se superan los niveles endémicos. Por ejemplo, cada año hay una epidemia de gripe. Cuando el pico epidémico se concentra en una época del año se habla de epidemia estacional. Por ejemplo, la gripe es una epidemia estacional que alcanza su pico en torno a enero y febrero. Se habla de pandemia cuando una enfermedad afecta al mundo entero. La COVID-19 es una pandemia.
Ninguno de estos términos hace referencia a la gravedad de la enfermedad, sino a su distribución geográfica. Es decir, que una enfermedad se considere endémica no significa que sea menos letal o virulenta que una enfermedad pandémica.
2. No se sabe si la pandemia terminará con la variante Ómicron
Las personas vacunadas tenemos menos riesgo de morir y de terminar hospitalizadas por una infección con Ómicron o con cualquier otra variante conocida. No obstante, los estudios sugieren que Ómicron es la variante más transmisible hasta la fecha, por eso, y a pesar de las vacunas, en la última semana se han registrado casi tres millones de casos diarios en todo el mundo. Estas son las cifras oficiales, pero podrían ser muchos más, ya que no todos los casos se notifican al sistema de salud y si apenas hay síntomas algunos ni siquiera se llegan a diagnosticar.
Con una incidencia tan alta el virus tiene más oportunidades de mutar, así que no se puede descartar que en el futuro puedan surgir nuevas variantes capaces de eludir la inmunidad, ya sea proporcionada por vacunas o por infecciones previas con otras variantes. Para estudiar esto se está comparando la evolución de este coronavirus con otros que sí son endémicos y estacionales, los que producen resfriados comunes.
La evolución del SARS-CoV-2 en los próximos meses y años determinará cómo será el final de esta crisis global. Es pronto para saberlo. Puede que el virus se transforme en otro resfriado común o en algo más amenazante como la gripe o algo peor. La vacunación está cambiando el panorama, y no está claro cómo se enfrentará el virus a este desafío. Mientras tanto, algunos países apenas han empezado con la vacunación y otros han relajado las medidas sanitarias de contención, lo que ha hecho que aumenten las oportunidades para que el SARS-CoV-2 dé saltos evolutivos significativos que no sabemos hacia dónde irán.
3. No es buena idea propiciar que todos se contagien
En los años 70 y 80 se organizaban "fiestas de la varicela" para que los niños se contagiasen. La varicela es una enfermedad problemática para los adultos, mientras que la mayoría de los niños la superan sin demasiadas complicaciones. Propiciar los contagios servía para inmunizar a los niños de por vida. Afortunadamente en la actualidad ya no se corren estos riesgos porque contamos con vacunas infantiles contra la varicela.
No se puede aplicar la misma lógica para convertir esta pandemia en una 'fiesta de la COVID-19', principalmente porque lainfección por COVID-19 no inmuniza de por vida. La protección dura más bien meses, no años. En segundo lugar, a medida que el virus evoluciona surgen variantes y es posible que la respuesta inmunitaria no sirva para atacarlas con tanta precisión. A esto se le llama "evasión inmune".
A esto hay que sumarle que uno nunca sabe si la enfermedad podría afectarle más de lo normal o si podría desarrollar una COVID persistente. Hay variables que hacen que esta enfermedad curse de forma grave para alguna personas. El riesgo es mayor con la edad, la diabetes o la obesidad. Esto es conocido. Pero también hayfactores genéticos por determinarque hacen que la enfermedad se desarrolle de forma diferente e impredecible.
Además, las personas infectadas pueden propagar el virus a todos los que les rodean, sin distinción, incluyendo a los más vulnerables, como personas con sistemas inmunitarios comprometidos que no responden igual a las vacunas. Así que, participar en la fiesta de contagios no es una decisión responsable, ya que afecta a la salud y a la libertad de otras personas que no han tomado la misma decisión y es posible que tengan un nivel de riesgo más alto que los que se han prestado a ello.
Hay más razones por las que la barra libre de contagios es una mala idea. Una muy importante es colapsar el sistema sanitario. Un contagio masivo por COVID-19 disparará el gasto sanitario, precipitará la escasez de tratamientos y dejará sin asistencia a miles de personas, tanto infectados por coronavirus como quienes sufren otras enfermedades, retrasando diagnósticos, operaciones, tratamientos… Además, si coincide en el tiempo con la epidemia estacional de gripe, esto provocará una crisis sanitaria épica.
Económicamente también crearía una situación insostenible, con cientos de miles de personas aisladas o de baja, sin poder trabajar. Lo económico tiene consecuencias directas en lo sanitario: las clases más desfavorecidas siempre son las más afectadas. La fiesta de COVID-19 echaría más leña al fuego de la desigualdad. Proteger a los más vulnerables debería ser lo prioritario.
4. La gripe no es una enfermedad menor
Al principio de la pandemia se hacían comparativas entre la gripe y el nuevo coronavirus. Algunos las hicieron para quitarle hierro al asunto, como si la gripe fuese un virus poco preocupante, obviando que mata a miles de personas al año. Otros, entre ellos las autoridades sanitarias, las hicimos porque resultaba una comparación justa, al menos de acuerdo con los cuestionables datos que llegaban de China. Más tarde descubrimos que lo que se venía encima era incluso peor. Aun así, la realidad es que la gripe nunca ha sido una enfermedad menor, aunque no acapare tantos titulares.
Para poner esto en contexto, en España en 2019-2020 se registraron 619.000 casos de gripe en atención primaria, de los cuales 27.700 acabaron hospitalizados, 1.800 admitidos en UCI y 3.900 muertes fueron atribuibles a la gripe.
"Gripalizar" no debería utilizarse como sinónimo de dejar el virus campar a sus anchas como si provocase una enfermedad banal, como si fuese un simple catarro fuerte. No es así. Habría que destinar más recursos y más atención a la gripe. Necesita de campañas de vacunación, de refuerzos del sistema sanitario, de sistemas de vigilancia y de medidas de contención que hasta ahora no existían. Por poner un ejemplo, las personas más expuestas y vulnerables deberían usar mascarilla es las situaciones de riesgo durante los meses del año críticos de las epidemias de gripe. Es algo que se ha aprendido de la pandemia de COVID-19 que podría servir para evitar muchas muertes por gripe. Así que en lugar de banalizar una enfermedad poniéndole el nombre de otra, estaría bien llamar a cada cosa por su nombre.
5. En qué consiste el sistema de vigilancia centinela de la gripe
Con la gripe se hace un tratamiento estadístico de los casos. Hay una red de vigilancia centinela en Atención Primaria y también hay vigilancia de la gripe en el ámbito hospitalario. Es decir, no se mide la incidencia caso a caso, sino que se hace una estimación en función de una muestra representativa. Con la COVID-19 de momento no es así; se están notificando todos los casos de forma individual.
Aunque las farmacias están ayudando mucho en la tarea de notificar los casos a Sanidad, los médicos de atención primaria siguen dedicando una parte importante de su jornada laboral solo a eso. El sistema de vigilancia podría ajustarse para optimizar los recursos sanitarios. No obstante, la propuesta de la "gripalización" va más allá y consistiría en usar el sistema de vigilancia centinela de la gripe con la COVID-19.
Esto implicaría no llevar una cuenta de los casos ni controlar los contagios. Solo se contabilizarían los casos graves que necesitan de ingreso hospitalario y, por supuesto, las defunciones causadas por el virus. Es decir, tratar a la COVID-19 como si ya fuese una enfermedad endémica y estacional. Esto podría aliviar la avalancha informativa, pero no aliviará la avalancha de casos que de verdad están sucediendo en la actualidad.
De momento el aislamiento de las personas infecciosas sigue siendo necesario para evitar la propagación del virus y para proteger a los más vulnerables, y para eso es necesario hacer un seguimiento caso a caso. Es algo que las autoridades sanitarias abogan por mantener.
En España el aislamiento dura siete días porque de media es el tiempo que una persona infectada es potencialmente contagiosa. En algunos casos lo es durante más tiempo, por eso no estaría de más confirmarlo mediante un resultado negativo en test de antígenos. En mitad de una nueva ola de contagios, toca hacer más, no menos.
6. Queda mucho por hacer y por saber
Cada año contamos con nuevas vacunas contra las tres o cuatro cepas predominantes del virus de la gripe. Con la COVID-19 de momento esto no es así, aunque es posible que en el futuro se desarrollen vacunas más precisas contra las nuevas variantes que puedan surgir. También se está estudiando cómo evoluciona la inmunidad celular, lo que permitirá hacer un uso más racionalizado y personalizado de las vacunas.
La llegada de nuevos tratamientos y antivirales también podrían favorecer la deriva de la pandemia, pero es pronto para hacer afirmaciones categóricas en este sentido.
Y puestos a pedir, se deberían enviar vacunas a los territorios más desfavorecidos que apenas han empezado con la vacunación. Por ellos y por todos. La COVID-19 aún está lejos de ser una enfermedad endémica, por mucho que se hable de "gripalización" esa palabra de momento es solo un disfraz. La COVID-19 es una pandemia y no dejará de serlo hasta que no haya una vacunación global.