LO PERSONAL ES POLÍTICO

Los Señoros y la empatía

"Escuchar al otro requiere prestar realmente atención y cuidado. Después hay que reflexionar y hacerse preguntas, esto también es complicado para estas personas que huyen de las emociones y sentimientos propios y de los demás, ya que puede que solo se reconozcan a sí mismos dos o tres estados de ánimo: triste, contento y a lo mejor temeroso. Esta pobreza interior no ayuda al prójimo, así no puedes comprender al otro, por descontado a ti mismo tampoco"...

El martes de la semana pasada amanecíamos con la entrevista del director Carlos Saura en El Mundo. Leía yo entretenidísima las reflexiones de este director -al que he admirado siempre- sobre cómo el público de hoy en día se contenta con productos de baja calidad audiovisual, debido a una banalización de los relatos, sobre cómo se juega con los sentimientos facilones de la gente y sobre la falta de exigencia de calidad en el qué y cómo se cuentan las cosas. Además añadía: "Estamos en un mundo muy superficial, donde la publicidad manda demasiado, una publicidad muy tramposa, que utiliza a la mujer como un objeto". Hasta aquí todo fenomenal. Pero mira, el entrevistador tuvo que preguntarle si se consideraba feminista. Cosa que me parece muy bien, ya va siendo hora de que a los señores también se les pregunte por estas cuestiones. Y claro, ya todo mal. ¡Ay Carmela!

El autor de La Caza o Cría Cuervos no se considera "ni machista ni feminista". Sólo tenía un reproche para las mujeres: "Yo pensaba que si las mujeres llegaban al poder iban a ser como más suaves. Pero, ¡claro! ¡Ahí estaba la Thatcher! Son feroces, peores que los hombres o iguales". También expresaba que el mayor temor que le procuraba el feminismo era el odio al hombre. "Aparecen cada vez más chicas lésbicas porque entienden que es mucho más fácil tener placer sexual con mujeres que no con hombres que van a ser un problema". Y se marcaba un not all men de aquí te espero: "Es verdad que hay muchas bestias, asesinos e hijos de Satanás, por supuesto, pero también hay otros que no lo son. Del hombre normal que tiene un respeto por la mujer no se habla". No te da la sensación de que empiezan contestando como tranquilos (aunque no tengan ni pajolera idea de lo que dicen) y de repente se convierten como en Gremlins o demonios pero como con aspecto de Doña Rogelia exorcizada, y ya no rigen, y se les ponen los ojos del revés y empieza el alucine y parece como que escupen las palabras, se indignan, se vuelven loquis, o sea en plan: (imagina tono lento y pausado) "no me considero ni machista ni feminista" (y de repente) ¡¡¡¡¡¡jshsjdsjndsmdsdsdñodh PEORES QUE LOS HOMBRES JAJSNkjkjs ODIO AL HOMBRE nsakjslkajns LESBIANAS ARGHHHHH JASPATIDUBUBUNIKAKAKSH AHHHHH AHHHH AHHH!!!!!!!!!!. Crazys. Es que claro, es lo que tiene hablar de algo que te la suda, pero que resulta, fíjate qué fastidio, que se ha instalado en el debate público y tiene pinta que se queda.

Sigo. El domingo pasado Bertín Osborne daba una entrevista en El País. No iba a hablar de Bertín porque este señor da pereza y ya sabemos lo que nos podemos esperar. Pero mira, en un verano de violencia machista con cifras récord como el que hemos tenido, que este señor diga entre otras lindezas que en España no tiene sentido que exista un movimiento feminista porque, a su parecer, "aquí se han conquistado todos los derechos de la mujer que se debían de conquistar", pues es, cómo decirte, de juzgado de guardia. Declaraciones dignas de una mula antijurídica que es lo que es este señor: Bertín Osborne o una mula antijurídica.

Mira, yo lo que saco en claro de todas estas declaraciones es que, a pesar del terrorismo machista; de los asesinatos y las violaciones, de la discriminación laboral, de la precariedad, de los datos, de los testimonios, de la historia, de la cultura, de la educación, de la vida misma, continúa habiendo una falta absoluta de EMPATÍA.

Estas personas carecen de la capacidad de comprender y compartir las emociones y los sentimientos de otras personas que no se encuentren en su misma situación. Ser empático es ponerte en el lugar del otro y comprender su punto de vista, sus inquietudes y su contexto. Si tú lo sabes de buena tinta.

Cuando compartes con alguien el relato de las dificultades que se te presentan en la vida hay dos tipos de personas: aquellas que minimizan el problema o directamente lo niegan y te acusan de ser susceptible o exagerada, y las que te intentan comprender y ayudarte, sin juzgarte ni devaluarte. Si incluyes además, insisto, las cifras, los delitos, la historia, la cultura, LAS PRUEBAS… ya no solo sería una cuestión de empatía, sino de puro sentido común. Pero así andamos, que ni por esas.

Supongo que la masculinidad tóxica, esa que huye de cualquier tipo de intimidad y profundidad en las relaciones, tiene muchísimo que ver con esa ausencia total de empatía, esa ausencia de conexión de este tipo de personas que no reconocen ni respetan la dimensión de gravedad de todos estos asuntos que las mujeres llevamos siglos y siglos padeciendo, fiscalizando o denunciando.

Escuchar al otro requiere prestar realmente atención y cuidado. Después hay que reflexionar y hacerse preguntas, esto también es complicado para estas personas que huyen de las emociones y sentimientos propios y de los demás, ya que puede que solo se reconozcan a sí mismos dos o tres estados de ánimo: triste, contento y a lo mejor temeroso. Esta pobreza interior no ayuda al prójimo, así no puedes comprender al otro, por descontado a ti mismo tampoco. Con este escaso recorrido emocional no puedes ser útil de ninguna de las maneras, y tan solo mostrarás que la situación del otro no te interesa y así probablemente te llevará a destruir la relación que tuviste. Y así no sumamos, así restamos. El mundo es otro, espabila. Es terriblemente frustrante compartir vivencias traumáticas o desagradables, personales al fin y al cabo, y que tu interlocutor se muestre completamente indiferente. Es terriblemente frustrante y terriblemente vergonzoso. ¿Pero... cómo os atrevéis?

Es hora de estar a la altura de las circunstancias. Empatiza y actúa.

laSexta/ El Muro/ Isa Calderón