Abriendo boca
Comer sano a pesar de los precios
Porque, seamos sinceros, comer sano, desgraciadamente, muchas veces puede ser más caro que consumir alimentos de peor perfil nutricional pero más asequibles para el bolsillo. Los archiconocidos y temidos ultraprocesados.
Después de la hipoteca o el alquiler, comprar alimentos suele ser el segundo gasto más grande que hacen los hogares españoles cada año. Según datos de 2020 del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, cada español ha gastado casi 2.400€ durante el año en alimentos y bebidas.
Si durante 2020 el gasto en alimentos lo marcó la pandemia, y, aún a falta del informe de 2021 del Ministerio de consumo alimentario, lo previsible para el año pasado será que siga manteniéndose el gasto dentro del hogar y que haya crecido el de fuera del hogar respecto 2020, para 2022 el panorama, siendo sinceros, no pinta muy halagador.
A la subida de la inflación que veníamos viviendo ahora se sumará el aumento del coste de materias primas y alimentos derivados de la guerra de Ucrania, lo que va a poner muy difícil para muchas familias el mantener una alimentación sana con la subida de precios que se prevé. Porque, seamos sinceros, comer sano, desgraciadamente, muchas veces puede ser más caro que consumir alimentos de peor perfil nutricional pero más asequibles para el bolsillo. Los archiconocidos y temidos ultraprocesados.
No es nada nuevo hablar del precio de los alimentos frescos, como las frutas, verduras, pescados o carnes. A estos se les va a sumar el precio de los cereales y legumbres que, como hemos comentado anteriormente, derivado de la guerra que vivimos en Europa, se presume una subida de los precios. También del aceite de girasol, pero recordemos que vivimos en el país del aceite de oliva virgen extra. Personalmente, si el aceite de girasol sube de precio, siempre voy a preferir un aceite de oliva.
¿Podemos hacer algo para seguir comiendo de forma saludable pero que el impacto a nuestro bolsillo sea el menor posible? Se puede, aunque en mayor o menor medida vamos a notar el aumento de los precios:
1. Congelados
Los alimentos congelados, comparados con los alimentos frecos, no presentan una diferencia nutricional tan grande como muchas veces se cree. Es verdad que a términos de sabor o textura podemos notarlo, pero en cuanto a los nutrientes, poca diferencia hay. De hecho, que sean más baratos se basa en un sencillo principio: cuando es temporada del alimento y la producción es mayor, el excedente se congela y, durante el resto del año, podemos seguir consumiéndolo a un precio más asequible
2. Productos de temporada
Por muy sanas y ricas en vitamina C (entre otros nutrientes) que sean las fresas, comerlas en diciembre es un impacto para el bolsillo que todos conocemos. Lo mismo para con el resto de los alimentos. Vivimos en un país que tenemos la gran suerte que durante todo el año tenemos frutas y verduras disponibles. No hay temporada ni estación del año que no tengamos algo que es su “turno” de ocupar los mercados, con un precio mucho más barato que el resto del año. Esta es nuestra oportunidad.
3. Alimentos procesados
No confundir con ultraprocesados. Los alimentos que están conservados y procesados también son una opción barata para consumir legumbres, pescados o verduras. Casi por el mismo motivo que los congelados. Además, al aguantar más tiempo sin estropearse, también evitamos el desperdicio de alimentos innecesario que, a fin de cuentas, también supone una pérdida de dinero
4. Evitar alimentos superfluos
Por salud y para reducir el precio de la cesta de la compra. Sabemos que el alcohol, las carnes procesadas y rojas, los ultraprocesados, snacks, dulces, chocolates, bollería, etc… son alimentos de consumo ocasional. Además, mucha parte de ellos son totalmente innecesarios en una alimentación sana. Por lo que, si podemos evitar comprarlos o, al menos, reducir su presencia en nuestra cesta de la compra, tendremos un doble beneficio: la salud y el bolsillo.
Además, volver a la cocina de aprovechamiento, donde nada se tira y el resto de una preparación culinaria o los restos de un alimento puede ser el inicio de otro plato. ¿Sabías que las hojas del apio se comen? ¿o las hojas de las lechugas sirven para aderezar platos? Más allá de las croquetas o los fumet de espinas de pescado, hay un mundo de recetas de aprovechamiento que pueden reducir el presupuesto que necesitamos para comer cada día.