Abriendo boca
¿Cuál es el café más saludable?
"No es raro encontrar al café dentro de la lista de los alimentos más saludables, incluso con autores que hablan de su capacidad de 'alargar la vida'..."
Despierta, calienta y varios estudios científicos hablan de sus propiedades protectoras para el corazón, contra la enfermedad de Parkinson y la diabetes tipo 2. El café es una de las bebidas más consumidas y valoradas junto con el agua y la leche. Y, aunque parezca exagerado, parece que su consumo está relacionado con la protección frente algunos tipos de cáncer, incluso reduciendo la aparición de piedras en la vesícula.
Café con moderación
Con todos estos motivos no es raro encontrar al café dentro de la lista de los alimentos más saludables, incluso con autores que hablan de su capacidad de “alargar la vida”, aunque esto ya sean palabras mayores. Eso sí, como todos los alimentos, por muy sanos que sean, no se cumple la regla de cuanto más, mejor.
La moderación en nutrición siempre será la clave. La evidencia científica avala estos efectos para un consumo de entre tres y cuatro tazas de café al día, contando con que cada taza supone entre 60 y 80 miligramos de cafeína. Es decir, un total de entre 240 y 480 miligramos diarios de este compuesto tan conocido del café.
Pero hasta ahí, porque ingestas de más de 1.200 miligramos al día mantenidas en el tiempo puede tener el efecto contrario y ser perjudiciales para nuestra salud. De hecho, también hay que tener en cuenta las características individuales de cada persona, ya que no todos toleramos la misma cantidad de café, y, con la edad, absorbemos más lentamente la cafeína y el efecto se alarga, por lo que se recomienda disminuir la cantidad de café consumido.
Tipos de café
Si queremos conseguir estos beneficios no todos los tipos de café que nos venden son iguales, y, de hecho, en algunos procesos podemos perder los efectos beneficiosos que nos aportan los polifenoles y los antioxidantes del café. Para resumir: el principal enemigo del café es el azúcar, y no solo el que añadimos nosotros cuando vamos a tomarlo.
Cuando nos acercamos a las estanterías del supermercado vemos que, de forma general, tenemos tres opciones de café: natural, torrefacto y mezcla. Y, entre ellos, hay que aprender a distinguir cuál nos va a ofrecer todas las virtudes que esconden los granos.
El café torrefacto se elabora agregando azúcar en el proceso de tostado del café, por lo que se consigue que el azúcar se caramelice envolviendo los granos y dando su sabor característico. La cantidad de azúcar que se puede llegar a incorporar en este proceso puede ser bastante grande, suponiendo hasta un 15% de azúcar, o lo que es lo mismo, 15 gramos de azúcar por cada 100 gramos de café.
Una cantidad nada despreciable. Recordemos que el exceso de azúcares libres está desaconsejado por la Organización Mundial de la Salud, por lo que este tipo de café está totalmente desaconsejado por los expertos. Además, en el proceso de tostado del azúcar se llegan a generar sustancias que están relacionadas con una mayor probabilidad de aparición de cáncer. Es decir, todo lo contrario de lo que buscamos cuando hablamos de las propiedades saludables del café.
Por otro lado, tenemos el café natural, que es simplemente el proceso de tostado de los granos de café una vez recolectados y que suele tener un gran aroma, suave al paladar y menos amargo que el café torrefacto. Este sería el café más saludable según la evidencia científica y todos los organismos científicos, ya que no se le ha adicionado nada y contiene todos los beneficios que hemos visto.
La tercera opción que solemos encontrar es el café mezcla, que como su nombre indica, es una mezcla de granos de café con tueste natural y torrefacto. También desaconsejado, aunque la cantidad total de azúcares sea menor. Por decirlo de una forma sencilla, el café, cuanto más natural, mejor.
Y si el café nos resulta demasiado amargo, antes de echar la mano al azucarero o a los edulcorantes, existen otras opciones como la canela, la vainilla o el coco para endulzar, disfrutar del café, y evitar tanto un exceso de azúcares como acostumbrar nuestro paladar a los alimentos excesivamente dulces.