MALAMADRE JEFA AL HABLA
Por un Ministerio que reconozca el valor del tiempo de todas las personas
"Fundemos un Ministerio del Tiempo, por favor, para reconocer el valor del tiempo de todas las personas, sin distinción de clases, género o condición y entendiendo que no, el tiempo de unas personas no vale más que el nuestro propio..."
El tiempo de alcaldes, alcaldesas, ministros, ministras, consejeros, consejeras, diputados, diputadas y gentes de la política nacional, territorial, municipal… está al alza. Cada día vale mucho más que el tuyo y que el mío. Si eres madre, ya ni te quiero contar lo que vale el tiempo. Ese tiempo que arañas por las esquinas, con nocturnidad y alevosía, para poder respirar, mirar al infinito o simplemente sobrevivir para no renunciar y bajarte de la vida. Yo que, como Malamadre superiora, me paso el día escuchando a madres decir " no tengo tiempo, no me da la vida ", me he dado cuenta de que en esto del tiempo hay clases y hay personas que consiguen estirar el tiempo por algo muy simple: no respetan el tiempo de las demás. No, no me entendáis mal, no es solo la culpa del individuo en cuestión, es la responsabilidad de todo un sistema que permite este desequilibrio.
Estas personas tienen el derecho, no escrito que yo sepa, de usar el tiempo de otra manera, una que deja claro que "su tiempo" vale infinitamente más que el tuyo. Lo dejan claro de una forma significativa en cada evento, encuentro, jornada, mesa, congreso al que acuden. Estos actos, normalmente, empiezan con retraso. Un retraso normalizado para que quede claro quién es el verdaderamente importante del encuentro. Hasta una hora he llegado a esperar sentada para que comenzaran encuentros, incluso europeos de altura, porque la autoridad que lo presidía llegaba tarde. Al llegar, breves palabras del anfitrión o anfitriona para rápidamente pasar la palabra a la respetada política o político que inaugura. Aplausos, atril y lectura de un guion, que en muchos casos se lo entrega el jefe o jefa de prensa en las escaleras antes de entrar en el lugar del acto.
Compromiso político, agradecimiento y el convencimiento de que tendrá muy en cuenta en sus políticas y trabajo lo que allí se concluya. ¿Cómo lo hará? Porque, seguidamente a los aplausos de sus palabras, la persona importante mira a la primera fila, da la mano a las personas organizadoras, se disculpa en el mejor de los casos y se marcha por donde había entrado con una sonrisa, sin esperar siquiera a escuchar la presentación inicial.
Respiro, pero no lo soporto, cada día lo llevo peor, os lo prometo. Un día me levantaré y gritaré: "Pero ¿a dónde va usted?" y saldré en los periódicos porque siento que ya ni siquiera se hace "un teatrillo", sus huidas no las anteceden unas disculpas formales, no hace falta, se da por hecho, es como un fichar sin expectativas. Llegan, saludan, sueltan su chapa y se piran. Porque se ha institucionalizado. Se da por hecho: "Sus agendas no se lo permiten", "tenían otros compromisos ineludibles, pero se leerán el informe", comenta justo después una de las organizadoras. Pero clama al cielo. ¿Cómo van a representarnos, cómo van a trabajar por la ciudadanía si no nos escuchan? Así vamos. Después se aprueban políticas públicas que no corresponden con la realidad social, después les escuchamos discursos alejados y nos sentimos huérfanos de una política comprometida y valiente, que se implica y nos responde.
Luego se les llena la boca hablando de corresponsabilidad, de conciliación, de tiempo propio, de nuevos usos, de jornadas laborales respetuosas, de avance social, de política de calle… ¡Ja! Señores y señoras de esta nuestra política española, polarizada, enfrentada, que vive en una burbuja de poder a años luz de la calle, así no se gobierna, así solo se ejerce poder, dejando claro que "los importantes" son los importantes y los demás simplemente los que callamos y aceptamos.
Ya está bien, ya está bien de formar parte de actos donde solo dedican 10 minutos de su valioso tiempo porque eso solo es reflejo de una sociedad enferma que no respeta el tiempo de los otros, y eso es el primer signo de que la conciliación en España es una farsa, que no les importa, mientras la rueda sigue girando a favor solo de unas pocas personas, con el privilegio de elegir a qué dedican su tiempo.