Trabajos sucios
Biopsia de Saint Denis
"Saint Denis se ha convertido en una ratonera para los visitantes alimentada por la incompetencia de la organización y una inoperante Policía..."
La final de la UEFA Champions League es, junto a la Superbowl, el acontecimiento deportivo de un día más importante del planeta. El mundo entero mira hacia la ciudad en la que los dos mejores equipos europeos de la temporada se disputan la orejona. Y este año ha visto avergonzado lo ocurrido antes, durante y después del partido que dio un nuevo título al Real Madrid.
La cita se prometía de campanillas. Dos escuadras que sumaban diecinueve copas de Europa, la tercera final entre dos de los componentes de la aristocracia europea del fútbol. Y la ciudad que vio alumbrar de la mano del diario 'L'Equipe' la competición de clubes más importante del mundo como escenario. Pero la cita no era exactamente en la capital gala, sino en Saint Denis, un municipio de 100.000 habitantes, a nueve kilómetros de la Ciudad de la Luz, que desde 1998 alberga el Stade de France.
Visité ese mismo estadio el año 2000 para ver al Real Madrid ganar su octava Copa de Europa frente al Valencia. En aquella ocasión, Saint Denis no era más que una fea ciudad dormitorio, un suburbio del Gran Paría al que el recién celebrado Mundial 98 había dado una pátina de lustre. Las aficiones del Madrid y el Valencia no tuvieron ni un solo incidente grave en las horas previas y posteriores al partido, si bien es cierto que la mayor parte de los visitantes solo fue hasta Saint Denis para ver el partido. París fue el testigo de las mareas blanca y naranja de aquel mayo de 2000.
Veintidós años después, regresé al mismo escenario por la misma razón y comprobé que Saint Denis es mucho más y mucho peor. Se ha convertido en una no gone zone, una ratonera para los visitantes alimentada por la incompetencia de la organización y una inoperante Policía. La final se retrasó media hora "por problemas de seguridad", según las autoridades. Los responsables políticos franceses han repetido una y otra vez que esos problemas se debieron a la cantidad de entadas falsificadas que tenían los hinchas del Liverpool. Imagino que la suficiencia y la soberbia gala impide ver, o lo que es peor, contar la verdad, que fue bien distinta.
Al llegar al Stade de France sorprendía el escasísimo despliegue policial. Unas pocas unidades de CRS (los antidisturbios de la Policía Nacional) a pie componían todo el dispositivo, que completaba una desbordada seguridad privada. Así las cosas, los delincuentes ya hicieron unos cuantos raids antes del partido. Robaron mochilas, carteras, teléfonos y hasta equipajes de las bodegas de los autobuses.
Dentro de la zona reservada al público con entrada aparecían, como por generación espontánea, delincuentes que hasta difundían su hazaña en vídeo: "Algunos han pagado 6.000 por estar aquí y yo he entrado gratis", decía uno de estos tipos en un ejercicio de exhibicionismo amparado en la impunidad de la que debe gozar en su día a día.
Lo peor estaba por llegar. Al acabar el partido, miles de aficionados tuvimos que desplazarnos entre 1.500 y 3.000 metros para subir a nuestros autobuses, también porque así lo decidió la organización. La riada de gente era un festín para el chorizo autóctono. Éramos como gacelas que iban a beber sedientas a una laguna del Ngorongoro infestada de leones y hienas. Hordas de hijos de pu** de la peor calaña atravesaban la fila de aficionados dando tirones a todo lo que podían, ante la pasividad de una línea de CRS pasmados y tan inoperantes como unos clicks de Playmobil vestidos de Robocop. A lo sumo, alguna carrera y, como gran idea, el lanzamiento de gas pimienta, que afectó más a los aficionados que a los que los desvalijaban, bregados ya en esas lides.
No sé –no conozco el país lo suficiente– si Francia tiene muchas más ratoneras como Saint Denis, lugares donde el Estado de Derecho ha claudicado. Si es así, a la Francia laica y republicana la va a carcomer el cáncer que dio la cara el sábado en Saint Denis.
España ha organizado recientemente una final de Champions entre equipos ingleses, una Copa Libertadores y una final de la Europe League con 100.000 aficionados sin entrada. Y jamás se ha vivido aquí algo parecido a lo visto en Saint Denis. Quizás ha llegado la hora de que nuestra Policía dé lecciones al resto del mundo en materia de orden público y de que nuestros poderes políticos hagan una biopsia al tumor que corroe Saint Denis para evitar que llegue hasta nuestro país.