TRABAJOS SUCIOS

Tres mujeres valientes

Entre las tres fundaron COVITE, el colectivo de víctimas del terrorismo del País Vasco. Cristina Cuesta, Teresa Díaz y Consuelo Ordóñez comenzaron a reunir a su alrededor a víctimas del terrorismo de Euskadi y Navarra, lugares en los que en aquellos últimos años del siglo XX aún se hablaba en susurros del padre asesinado, del hermano amenazado o del hijo señalado como txakurra o españolazo por quienes imponían sus leyes facinerosas en las calles.

Imagen de la celebración del 20 aniversario de COVITE | EFE
Manuel Marlasca
  Madrid | 30/06/2019

A finales de 1998, tres mujeres dieron un paso adelante en un escenario tan hostil como el País Vasco. La hija de Enrique Cuesta –delegado de Telefónica en Guipúzcoa, asesinado en 1982-, la hija de Carlos Díaz Arcocha -teniente coronel del Ejército y superintendente de la Ertzaintza, asesinado en 1985- y la hermana de Gregorio Ordóñez –concejal del PP del Ayuntamiento de San Sebastián, asesinado en 1995-.

Entre las tres fundaron COVITE, el colectivo de víctimas del terrorismo del País Vasco. Cristina Cuesta, Teresa Díaz y Consuelo Ordóñez comenzaron a reunir a su alrededor a víctimas del terrorismo de Euskadi y Navarra, lugares en los que en aquellos últimos años del siglo XX aún se hablaba en susurros del padre asesinado, del hermano amenazado o del hijo señalado como txakurra o españolazo por quienes imponían sus leyes facinerosas en las calles.

El 28 de noviembre de 1998, estas tres mujeres valientes retaron a la cotidianeidad del terror y se presentaron, junto a otras 63 víctimas de ETA y los GAL, en un céntrico hotel de San Sebastián, reclamando un espacio en su propia tierra. Hasta ese día, las víctimas del terrorismo del País Vasco se escondían o abandonaban ese territorio sin hacer ruido, sin molestar a nadie.

Han pasado veinte años desde el nacimiento de COVITE y hoy, el colectivo nacido de la voluntad de hierro y del coraje de estas tres mujeres sigue vigilante, pendiente de que las víctimas del terrorismo no se caigan del paisaje en la era del posterrorismo. Las armas han callado, pero las víctimas quieren seguir ejerciendo el papel de conciencia y de recordatorio de lo ocurrido, de prueba de vida de todos aquellos años de muerte y terror.

Consuelo Ordóñez desborda energía y valentía, las que mostró en Alsasua (Navarra), cuando se enfrentó a los radicales que exigían la expulsión de la Guardia Civil del pueblo, después de que varios de ellos dieran una brutal paliza a dos agentes, en presencia de sus parejas.

Ni a Consuelo, ni a Cristina ni a ninguno de los integrantes de COVITE se les agota la paciencia para denunciar los homenajes que se suceden en distintos pueblos de Euskadi y Navarra a los etarras que salen de prisión. Tampoco dejan de denunciar que aún hoy hay casi 400 asesinatos de ETA que quedan sin resolver, casi 400 familias que no saben quién mató a su padre, a su madre, a su hermano, a su marido...

El relato, cómo contar lo ocurrido en Euskadi en el último medio siglo, es otra de las batallas de COVITE, que se resiste a dar por buena la teoría del conflicto, esa que sostiene que había dos bandos enfrentados y razones políticas tras las balas y las bombas. Hay ya toda una generación que ha cumplido la mayoría de edad que no tiene noción de lo ocurrido, que no recuerda atentados de ETA.

Hace unos días, estuve con Consuelo Ordóñez y Cristina Cuesta. Seguían irradiando energía, entusiasmo, dignidad, espíritu de resistencia y ganas de seguir molestando. Como dice uno de los personajes de ‘Patria’, la novela de Fernando Aramburu convertida en el mejor relato de la historia reciente, “las víctimas ahora molestamos”. Ellas quieren seguir molestando. Para eso nacieron. Lo dicen y reflexionan las razones por las que Consuelo Ordóñez vive en Valencia y Cristina Cuesta en Madrid. “Ya no nos matan, pero aún no somos libres”.