DE PUÑO Y LETRA

La experiencia vital de un atracador de bancos

Portada de 'Palabras amables y una pistola cargada', de Noel 'Razor' Smith. | Editorial Al margen.
  Madrid | 18/07/2024

"Noel reflexiona acerca de esta sociedad enferma, diciendo que lo de la reinserción social es una patraña, pues, si te saltas la ley y vas al trullo, a partir de ese momento eres un hombre marcado, dando igual lo que hagas...".

"¿Quién es un criminal mayor? ¿El que roba un banco o el que funda uno?” Esto se pregunta Mac the Knife, el prota de La ópera de los tres centavos, la obra teatral donde Bertolt Brecht cruza el cabaret con la crítica marxista, dando lugar a un espectáculo en el que la conciencia de clase queda presente en cada linea del libreto.

La cuestión de Mac the Knife me viene a la cabeza cuando leo que, en lo que va de año, los grandes bancos españoles han roto récords de beneficios. Las cifras son tan obscenas que da vergüenza ponerlas aquí. Porque convertir un símbolo del valor de cambio, como el dinero, en una mercancía... es un sucio negocio, aunque esté bien visto; a mí que no me jodan.

Por el contrario, lo que sigue sin estar bien visto es robar un banco, oficio al que se dedicaba Noel 'Razor' Smith en su Londres natal, un hijo bastardo de Mac the Knife que, al igual que el personaje de Brecht, lleva un apodo cortante. Para quien no lo sepa, se llama razor a la navaja barbera; arma que Noel utilizaba con destreza. Una de las primeras veces que la blandió, le cortó la cara a uno de la pandilla rival. Desde entonces cargaba siempre en su bolsillo una navaja barbera bien afilada.

Hijo de emigrantes irlandeses, desde muy crío se formó en los suburbios londinenses a base de golpes. Lo cuenta en sus jugosas memorias recién publicadas por Sajalín y tituladas Palabras amables y una pistola cargada; se trata de la autobiografía de un delincuente con un código del honor al estilo de Dick Turpin o Robin Hood, sus ídolos cuando era niño. Incapaz de pegar palos a los currelas, Noel fue un delincuente con aires de grandeza; aspiraba a robar sucursales bancarias, de lo contrario, el dinero le quemaba las manos. Un tío legal, vaya.

Al principio de sus memorias, Noel reflexiona acerca de esta sociedad enferma, diciendo que lo de la reinserción social es una patraña, pues, si te saltas la ley y vas al trullo, a partir de ese momento eres un hombre marcado, dando igual lo que hagas el resto de vida. Siempre habrá alguien que te recordará que eres un intruso, un tipo que sobra. "La sociedad no quiere a los delincuentes reinsertados, salvo en los márgenes, donde pueda verlos". Esto es así de duro para toda aquella persona que decida tomar el camino de las curvas, pues el control social está diseñado por Apolo, quien se conduce por la vía recta.

Estoy leyendo este libro con verdadera pasión, sin evitar la ternura y la empatía que me produce un fulano acusado por la policía desde que hacía novillos en la escuela y se dedicaba a robar botellas de leche. Una lectura que me lleva de paseo por los infiernos y me conduce alrededor de las llamas con un sentido del humor que a veces parte mi pecho en dos, señal de que Noel 'Razor' Smith las ha pasado canutas. Porque sólo puede burlarse así del mundo alguien que ha sufrido los reveses de una vida perra.

Correccionales, trullo, y policía; un género, el de la delincuencia, del que se sirvió Brecht para hacer una obra con conciencia crítica a la que puso música Kurt Weill, convirtiéndola en el pezón donde mamamos todos los que nos dedicamos a escribir desde los márgenes y la incertidumbre.