DIARIO DE UN CONFINAMIENTO
Cumpleaños confinado
La suerte y la desgracia de que hoy sea mi cumpleaños es que puedo decir que es un día normal y pasarlo como los otros: bien. A ratos alegre, a ratos eufórico, a ratos pensativo y a ratos temeroso...
Hoy es mi cumpleaños. Cumplo 41. Ya hace tiempo que sabía que lo iba a pasar en casa y tampoco es que de ser otra la situación hubiera hecho algo muy distinto. No suelo celebrar fiestas de cumpleaños (ni siquiera con los 40 lo hice), no me parece una fecha especialmente relevante y no soy de los que necesita, ni siquiera, que le feliciten. Me gusta cuando lo hacen, claro, igual que los regalos, pero no soy de esas personas para las que su cumpleaños es un día demasiado especial. Si en los trabajos dieran fiesta el día de tu onomástica (que es algo que vengo reclamando desde hace lustros) pues posiblemente lo vería distinto. Pero ni en confinamiento me libro de currar: aquí estoy, escribiendo. Si las cosas están bien, yo estoy bien.
No suelo celebrar fiestas de cumpleaños, no me parece una fecha especialmente relevante y no soy de los que necesita, ni siquiera, que le feliciten
Ya he explicado varias veces que esta ranciedad personal mía, diríamos que mi falta de necesidad de afecto social, me ha beneficiado mucho en este confinamiento. Hoy, nada más despertarme, H y M me han dado los regalos, hemos desayunado algo especial, detallazo de mi mujer, y M me ha dicho, muy serio, que al ser mi cumpleaños hoy soy el rey de la fiesta y que, por tanto, me haría caso en todo lo que le dijera. Algo que deja bastante claro que el resto de los días se pasa por el forro algunas de las cosas que le pido. Pocas, la verdad. Mis hijos son muy movidos, muy ‘pesaos’ (como todos los niños) y muy estresantes, pero en estos días han demostrado que son más buenos y resilientes que yo. Si en casa estamos bien, yo estoy bien
He hablado con mi madre, que me llamó ayer para felicitarme porque pensaba que ya era lunes, y ha vuelto a hacerlo hoy para contarme, entre otras cosas, que en su residencia hay un montón de habitaciones libres. Teniendo en cuenta que cuando ella entró, hace como tres meses, estaba llena, os podéis imaginar lo que significa que haya “un montón” de habitaciones sin inquilino. Me ha venido un escalofrío, las lágrimas se me han agolpado en los ojos y he seguido hablando tan normal. Llevo sin poder verla seis semanas, haciendo algún Skype y viviendo con miedo lo que le pueda pasar. Pero, dentro de lo grave de su situación, ella está bien. Si mi madre está bien, yo estoy bien.
Llevo sin poder ver a mi madre seis semanas, haciendo algún Skype y viviendo con miedo lo que le pueda pasar. Pero ella está bien. Si mi madre está bien, yo estoy bien
La suerte y la desgracia de que hoy sea mi cumpleaños es que puedo decir que es un día normal y pasarlo como los otros: bien. A ratos alegre, a ratos eufórico, a ratos pensativo y a ratos temeroso. Y triste, claro. Lidiar con la tristeza y con la angustia no es sencillo, pero creo que yo estos días he aprendido a volcar en la vida de los que tengo cerca gran parte de mis anhelos. Y yo creo que me está yendo bien.
Ahora, ¿estoy realmente bien? Pues supongo que no. Y tampoco quiero darle muchas más vueltas porque tengo una responsabilidad con los demás que me exige estarlo. Me intento dar mi espacio, sí, pero es verdad que el espacio en estas condiciones no sobra. Por eso, cuando todo vuelva a una relativa normalidad, será tiempo de hacer un análisis de cómo estoy yo y cómo estás tú, que me lees.
Pero hoy es mi cumpleaños y estoy bien. Os deseo a todos y a todas que también lo estéis.