DIARIO DE UN CONFINAMIENTO

Salir con los niños

"Salgo de casa una vez cada 10 días y es para ir al supermercado. Es decir: si los niños me podían acompañar a las actividades esenciales que hago fuera de casa, solo tenía esa opción..."

Imagen de un niño de la mano de sus padres | Pixabay
  Madrid | 22/04/2020

Acabo de terminar un juego con H y M. Es de mesa y tiene dado, tablero, unos autobuses de cartón y unas fichitas que son los pasajeros que van subiendo o bajando en función de si tienes suerte con una ruletilla. Es un coñazo tremendo, pero habré jugado unas 1.700 veces en los 42 días que mis hijos llevan sin salir de casa. Hoy, como entraba mucho el sol por la ventana de su cuarto, les hemos dicho que se quiten la camiseta. Lo hemos hecho varias veces. Y los sacamos a la ventana, como si fueran dos potos, a que les dé un poquito la luz. 42 días.

A M, que ya es bastante mayor y se entera de las cosas, le expliqué el sábado pasado que en unos días íbamos a poder salir de casa. Me dijo que si al parque y le respondí que no, que estaban cerrados. Después me preguntó que si a comer algo (les encanta zampar fuera de casa, han salido a papá) y le dije que tampoco, porque estaba todo cerrado. Le conté que, si lo que quería era comer fuera, nos íbamos a hacer un bocadillo y nos daríamos una vuelta por la manzana cerca de casa. “Como no hay coches, M, podremos ir por en medio de la carretera con cuidadito. Y a lo mejor, podremos correr, siempre que no toques nada, porque no se puede tocar nada”, le relaté. Pensé en sacar la pelota, pero antes de decírselo siquiera lo descarté. Él ya sabe que no va a ver a sus amigos, que no va a ir a un parque, que no va a tocar nada y que simplemente vamos a salir a pasear “y a comer fuera”, como a él le gusta. Estaba muy contento.

Los padres y madres no somos una especie de traficantes de menores que vamos a usar a los niños para pasear nuestros bellos culos por ahí

Salgo de casa una vez cada 10 días y es para ir al supermercado. Es decir: si los niños me podían acompañar a las actividades esenciales que hago fuera de casa, solo tenía esa opción, y evidentemente no les iba a meter en el súper con más gente y muchas cosas para tocar. Tampoco me iba a inventar necesidades nuevas porque soy responsable. Así que el anuncio de la medida del gobierno me puso tristísimo: mis hijos seguían confinados al 100%. Pensar en contarle a M que nuestro plan se iba a la mierda era devastador. Al menos no se lo dije y nos evitamos el disgusto.

Entiendo los miedos a la desescalada. Soy empático con lo que se juega el gobierno y lo que arriesgamos todos. Pero, de verdad, los padres y madres no somos una especie de traficantes de menores que vamos a usar a los niños para pasear nuestros bellos culos por ahí. No lo somos, al menos, en mayor medida que los dueños de perros o los que salen todos los días a comprar el pan. De verdad, no queremos exponer a nuestros hijos a nada ni que los demás se expongan por nuestros hijos. Creemos que nuestras criaturas necesitan salir a dar un paseíto a la vuelta de casa, media horita, quizá ni siquiera todos los días. No somos más irresponsables que el resto de la sociedad y nuestros niños no son monstruos incontrolables que chupan señales de tráfico y abrazan a personas desconocidas cuando salen a la calle. Podemos controlarlos porque tenemos miedo por ellos y por todos. No somos más que los demás, pero tampoco menos. No vamos a ser más irresponsables que los dueños de los perros ni nuestros hijos van a ser más peligrosos que los perros. Insisto, no en mayor o menor medida que lo son los otros que pueden salir de casa.

Nuestros niños no son monstruos incontrolables que chupan señales de tráfico y abrazan a personas desconocidas cuando salen a la calle...

Se me hace muy difícil hablar con gente que no tiene hijos pequeños ahora. Muchas veces, incluso, con gente que los ha tenido pero ya son mayores. Es como que se olvida, supongo. Por eso, cuando te juntas con otros padres y madres de críos chiquititos hay tantos sobreentendidos, tanta solidaridad, tanta complicidad. Nuestra situación es maravillosa y difícil a la vez y, seguro, no se mide en blancos y negros. Por eso el gobierno, este y todos, debería tener en cuenta que los niños son seres con unas necesidades propias que no son ir al estanco con sus padres. Y, aplicando la racionalidad que todos tenemos, y que si no la teníamos igual 40 días encerrados nos ha hecho asumirla por cojones, dé a los niños un pequeño espacio y a sus padres, el beneficio de la duda. No sé si dejar salir a los niños va a salir mal. Creo que va a salir tan bien o mal como cualquier otra medida de las que se tienen que ir tomando para que el país funcione.

Pero, sobre todo, que no jueguen con nuestra moral. Porque ya estamos jodidos de ella, la tenemos en la reserva, y a mí ya quedarme otro mes encerrado me empieza a dar igual, junto días con noches y allá que voy, pero las cosas de los hijos nos duelen un montón. Así que para la próxima, intenten tratarlo con un poco más de empatía. De verdad que no es tan complicado.

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