Una luz que nunca se va
El machismo es una prisión para los hombres
"Un hombre no pide ayuda porque mostrar debilidad es humillante. Por eso un hombre no va al médico. Tampoco habla de su salud mental ni tampoco va a terapia..."
Los hombres se suicidan más que las mujeres.
Esto es un hecho.
El sufrimiento de los hombres para llegar a ser hombres es una realidad.
Una de la que hay que empezar a hablar ya.
Un hombre no pide ayuda porque mostrar debilidad es humillante.
Por eso un hombre no va al médico.
Tampoco habla de su salud mental ni tampoco va a terapia.
Un hombre, para entrar en el club de los hombres, tiene que ser el proveedor.
El que da placer, siempre con ganas.
El que se ha de ganar el pan con el sudor de su frente.
El que ha de «mantener» a su familia.
Con todo el peso del mundo sobre su espalda.
Como la roca empujada por Sísifo que cae una y otra vez.
Un hombre se tiene que medir con otros hombres.
Ha de estar dispuesto a defender su hombría en cualquier lugar y situación.
Un hombre ha de estar dispuesto a partirse la boca por un aparcamiento de coche.
Dispuesto a saltar de un balcón a una piscina para demostrar que puede hacerlo.
Dispuesto a correr mucho con un coche.
Un hombre tiene que parecer heterosexual.
Los demás han de saber que es heterosexual.
Que nadie jamás lo pueda poner en duda.
Un hombre tiene que poder con todo.
¡Sé un hombre!
Ese imperativo, esa masculinidad, mata.
Lo hace porque ser un hombre implica tener que asumir más riesgos.
Implica mostrar fuerza, competir con otros hombres.
Implica ser «descuidado» porque fijarse en los detalles es considerado algo «femenino» y por tanto poco «masculino».
Implica callarte todo, no hablar jamás de cómo te sientes porque además no te han enseñado a hacerlo.
Implica un viaje muy solitario.
Y resulta que un día tienes un problema y no lo compartes porque tú la has cagado y tú solo lo tienes que solucionar pero ese problema no se soluciona y crece y crece y crece por no mostrarte vulnerable, porque igual se desmorona la idea de éxito que has creado a tu alrededor, porque compórtate como un hombre, no seas una «nenaza», defiende el fuerte, pero resulta que tal vez no puedes con el peso de la vida sobre los hombros.
Sentir que la solución es acabar con todo en vez de compartir ese todo de lo único que habla es de una amputación emocional.
De la prescripción de un vacío para enfermar de virilidad.
Por eso los hombres, en lugar de ver al feminismo como un enemigo, deberían darle las gracias.
Porque el machismo es una prisión para los hombres.
Porque lo que viene es a reventar la idea rígida de lo que se supone que ha de ser un hombre.
Porque no tener que demostrar nada, poder hablar de lo que sientes, pedir ayuda cuando la necesitas, es ser más libre.
Ser un hombre no puede traducirse en acabar con tu vida o la de otros seres vivos.
Ha de ser hacer de la vida.
Un lugar más tierno.