Una luz que nunca se va

Tendremos que estar dispuestos a escuchar para que nos escuchen

Tendremos que estar dispuestos a escuchar para que nos escuchen | Pixabay
  Madrid | 20/08/2022

"Tendremos que aprender que no todo tiene que ver con estar de acuerdo. Que no todo puede basarse en la representación. Que hay espacio, que debe haber espacio, para la duda..."

'Me respresenta', se dice con orgullo.

Y yo me pregunto por qué necesitamos de manera tan urgente a gente que nos represente en la vida.

Personas que encajen exactamente en lo que yo soy o creo que soy.

Un cuerpo en el que poder delegar mi propia existencia.

Al que hacer responsable con furia si me defrauda.

Si tiene un error.

A quien poder señalar para quedar yo a salvo de la quema.

A veces aprendemos más de las cosas que no nos representan del todo.

A veces es más interesante escuchar a quien no opina como tú.

El pensamiento solo se construye con el otro.

Y para que haya un otro no puede ser alguien idéntico a ti.

Porque entonces serías tú.

Pero lo que vendemos todo el rato es un anhelo, una esperanza, de lo similar.

Un anhelo que ha venido a sustituir la propia realidad.

Un anhelo aspiracional.

Porque existe una pulsión hacia lo aspiracional constante.

Si todo el rato está aspirando a otra cosa es que jamás estás aquí.

Jamás puedes ver este paisaje.

Jamás puedes saber qué sientes.

No admiramos aquello que seguimos, que encumbramos, que decimos amar.

Al contrario, lo queremos destruir porque lo queremos poseer.

Queremos que otros cumplimenten nuestros espacios en blanco.

Que nos proporcionen una identidad.

Eso es lo que está en venta de manera constante.

Un lugar que no sea incómodo.

Un lugar en el que el otro sea una réplica exacta de ti mismo.

Un lugar público en el que podamos siempre ganar.

Quedar por encima.

Tener la razón.

Si queremos construir en vez de destruir tendremos que estar dispuestos a perder.

Tendremos que estar dispuestos a escuchar para que nos escuchen.

Tendremos que aprender que no todo tiene que ver con estar de acuerdo.

Que no todo puede basarse en la representación.

Que hay espacio, que debe haber espacio, para la duda.

Para el margen de lo metafórico.

Para sostener, también, aquello que se opone a lo que soy.

Porque la pregunta es y será siempre colectiva.

Porque no es transformador quedarte en tu trinchera con los tuyos.

Porque de qué sirve que te aplaudan, te den la razón, si a quien quieres convencer no te va a pres-tar atención.

Tal vez la clave sea decir que igual hay cosas que no nos representan.

Pero de las que podemos aprender algo.

Incluso para decir.

Me equivoqué.