El anuncio de la participación de Fernando Alonso en las
500 millas de Indianápolis de este año de la mano de Andretti Autosport, McLaren y Honda ha revolucionado el mundo del automovilismo. Para muchos, la cita americana sigue siendo un gran misterio más allá del nombre. ¿Qué mejor que repasar
cinco curiosidades para poder entenderla un poco mejor y llegar mejor preparados al mes de mayo?
"Brickyard", un nombre mítico y una historia que respetar
Más allá del nombre de Indianápolis,
el circuito es conocido por el sobrenombre de "Brickyard", en castellano "Yarda de ladrillos". Un nombre curioso que parece no guardar ninguna relación con el trazado... nada más lejos de la realidad. Los coches no circulaban en el circuito de Indianápolis por el asfalto sino por una capa de ladrillos que cubrían todo el trazado. Así fue concebido en 1908 y así se mantuvo hasta 1960. Con los años, la llegada del asfalto cambió la fisonomía del Indianapolis Motor Speedway -nombre oficial- y con ello desapareció todo rastro de ladrillos. Pero en Estados Unidos no pueden resistirse al encanto de la mítica y la historia y mantuvieron
una "cinta" de ladrillos en la línea de meta. En efecto, de una yarda -91 centímetros- de longitud. Hoy en día es seguramente el punto más legendario del trazado y es tradición que el ganador bese los ladrillos.
La picardía de Bruce McLaren y los preparativos para la Indy 500
Pero antes de tomar la salida en las 500 millas de Indianápolis hay que pasar por una serie de procesos obligatorios. El más importante a día de hoy es
el Rookie Orientation, en el que los pilotos debutantes deben acreditar una velocidad suficiente como para justificar que no suponen un peligro para los demás.
Fernando Alonso deberá también superar este modesto desafío aunque para ello contará con algún día de test sobre sus espaldas. Otro de los puntos que hay que superar es un chequeo médico, algo lógico que no siempre recibió tanta atención como hoy en día.
Bruce McLaren protagonizó en 1968 una de las mejores anécdotas de la historia de la carrera en su propio reconocimiento médico. Con los problemas en una de sus piernas, durante su reconocimiento médico
engañó al doctor al cruzarlas para que este revisara dos veces la pierna buena y dejara la mala sin ver... aún así McLaren no llegó a competir.
¿Para qué hacer 500 millas cuando puedes hacer 1100?
No hay duda de que disputar y completar las 500 millas de Indianápolis es un desafío de proporciones épicas. Lo que poca gente en Europa conoce es que en Estados Unidos existe una tradición reciente en la que algunos pilotos aceptan el desafío del llamado "
Double Duty" -doble labor o tarea-. Para superarlo, el piloto debe tomar parte y completar
las 500 millas de Indianápolis de la IndyCar y las 600 millas de la Coca-Cola 600 de la NASCAR en Charlotte, Carolina del Norte... el mismo día. En efecto, el desafío ve a los pilotos intentar competir en un óvalo a lo largo de 1100 millas en cuestión de horas, con vuelo de por medio. Sólo cinco pilotos lo han intentado en los últimos 23 años -desde que John Andretti lo hizo por primera vez en 1994- pero
el único en completar ambas carreras el mismo día es Tony Stewart, que lo logró en 2001. El último piloto que lo intentó fue Kurt Busch en 2014, siendo debutante en Indianápolis y firmando un excepcional sexto puesto.
Emerson Fittipaldi pasa de la mítica leche y se toma su zumo de naranja
Una de las tradiciones más famosas de las 500 millas de Indianápolis es la de darle la ya mítica botella de leche al ganador.
El origen de la tradición está en la edición de 1936, en la que Louis Meyer fue fotografiado tras ganar la carrera bebiendo leche -en realidad era "buttermilk", suero de mantequilla- y con una imagen que dio la vuelta al mundo, el gesto acabó cuajando con el tiempo, siendo una constante desde 1956. El ganador siempre toma un amplio trago de la botella de leche, aunque ha habido alguna excepción. La más "salvaje" la protagonizó
Emerson Fittipaldi tras ganar las 500 millas en 1993. El brasileño era propietario de unas plantaciones de naranjas en Brasil y con el objetivo de promover el consumo de la fruta en su país natal,
decidió celebrar el triunfo con un trago de zumo de naranja ante la atónita mirada de los aficionados, que le abuchearon entonces y aún en ocasiones lo hacen hoy en día... Actualmente los pilotos eligen entre leche desnatada -la preferencia de Fernando Alonso-, semidesnatada o entera.
Un trofeo y muchas caras que pasan a la historia
El objetivo de todo piloto que toma la salida en las 500 millas de Indianápolis es ganar. Hay otras carreras en las que ser un debutante o no contar con una máquina ultra competitiva dejan al competidor sin posibilidad alguna pero la cita americana siempre ha sido caprichosa, a menudo con resultados inesperados. Para el ganador, uno de los mayores orgullos es el de recibir
el Borg-Warner Trophy, uno de los trofeos más particulares del automovilismo mundial. De hecho,
el honor del ganador es doble ya que este pasa a la historia literal de la Indy 500 al quedar su efigie retratada en el trofeo. Todos y cada uno de los ganadores tienen su cara esculpida en una copa de un metro y medio de alto que es un verdadero icono de la competición. Evidentemente, el premio para los pilotos es una réplica de un tamaño bastante más manejable aunque eso no quita ni un ápice de misticismo al trofeo. ¿Quien será el afortunado que se lo lleve en 2017?