Con más de 100 años a sus espaldas, es mucho más que una carrera
Más allá de ser la prueba estrella del Mundial de Resistencia, Le Mans convierte durante una semana una zona aparentemente normal de la Francia rural en la meca del automovilismo en su estado puro
Las 24 Horas de Le Mans no es como el resto de las carreras - ni siquiera las de 24 horas. Va mucho más allá, un evento que engloba glamour, prestigio, tradición, novedad, al mismo tiempo que es toda una semana (más incluso si se cuenta la semana de test) en la que se producen actos de promoción de diferentes marcas. Físicamente, también tiene su parte de feria, con atracciones (por supuesto, la noria al final de las chicanes Porsche como la más destacada), puestos de perritos y demás tipos de comida callejera que uno encuentra tanto en el paddock como en el Village que se erige junto al mismo.
Y es que en parte puro festejo del motor: con su feria, sus eventos, su música (en los días clave, incluyendo el sábado de la carrera, se celebran conciertos, con algunos nombres de gran nivel de la actualidad o bandas clásicas) y su parafernalia. Todo ello consiguiendo atraer a miles de aficionados, dispuestos a pasar frío o calor y estar en planta por la noche para ver la carrera en todo su esplendor (pese a que es habitual que haya largos periodos de Safety Car por la noche, como ha ocurrido en esta edición de 4 a 8 de la mañana).
Por supuesto, no podemos dejar de lado los campings , donde miles de aficionados (329.000 se congregaron este año, según cifras oficiales) se reunían con sus tiendas de campaña procedentes de todas partes del mundo. Uno podía encontrar un Dacia al lado de un Tesla y un Bentley de los años cuarenta, un Porsche, un TVR, Ferrari o un Mustang en apenas unos metros a la redonda. Fans alemanes, británicos, italianos, locales, españoles y de otros lares del mundo, compartiendo una misma pasión (varias incluso, ya que este año ha coincidido con partidos de la Eurocopa).
Uno llega a Le Mans atraído por la mística y sale embrujado, consciente de lo que acaba de vivir durante una semana es complicadísimo, si no imposible, poder explicarlo con palabras. La sensación de ver a tanta gente unida por el motor, el sonido de los espectaculares prototipos y GT dándolo todo desde los primeros libres hasta la tarde del domingo es una experiencia que te cambia la vida. Eso no lo consigue una carrera normal o un evento normal. Es por ello que tanta gente sueña con ir a Le Mans…incluso ya habiendo repetido el viaje hasta La Sarthe, al norte de Francia.
Hay quien prefiere el ambiente espectacular de las 500 Millas de Indianápolis, o quien se queda con el ambiente menos internacional, pero igualmente con gente de todo el mundo y más de andar por casa que son las 24 Horas de Nürburgring (donde no hay prototipos de resistencia, pero corren hasta 150 coches donde se mezclan GT3, GT4, vehículos especiales y coches de serie, ¡hasta un Dacia!). Pero que no os quepa ningún atisbo de duda. Le Mans, de día y de noche, es una fiesta sin igual. Eso y mucho más.