En los tiempos que corren, los aficionados españoles al automovilismo estamos "mal acostumbrados". Desde 1968, solo en cuatro ocasiones no ha habido
Gran Premio de España de Fórmula 1 -y se podría añadir la de la polémica edición de 1980, que acabó siendo no puntuable-. Pero no siempre fue así puesto que España no contó siempre con carreras. Aún así,
las tuvo incluso en el Campeonato de Europa de los años 30, llegando en 1935 a ser puntuable. Desde que se construyó el novedoso óvalo de Terramar en 1923, España quedó prendada por el automovilismo. Ese mismo año hubo un gran premio aunque no era el primero. Ese honor iba para el circuito de Guadarrama que vio una carrera en 1913, diez años antes. En 1926 se estrenó
el circuito de Lasarte, una auténtica maravilla de desafío para los pilotos que nada tenía que envidiarle a Spa-Francorchamps, el Nordschleife o incluso La Sarthe, circuito con el que compartía sonoridad. El evento funcionó bien durante cinco años antes de tener un lapso de dos años sin carreras de coches en Lasarte-Oria, Guipúzcoa. El retorno se produjo en 1933 y aunque el evento "solo" duró hasta 1935, esta última edición fue algo histórico puesto que se convirtió en
la primera competición automovilística española puntuable para un certamen internacional, el Campeonato de Europa de Automovilismo. El circuito de Lasarte tuvo de hecho el honor de ser la prueba final, disputada el 22 de septiembre de 1935.
El campeonato estaba aún por decidir y aunque por los estándares de hoy en día diríamos que
Rudolf Caracciola con Mercedes lo tenía "fácil" para ganar, un mero abandono era algo que podía entregarle el título a su compañero
Luigi Fagioli. De hecho, ambos llegaban a la España de la Segunda República tras haber sufrido sendos abandonos en Monza, donde la victoria había sido para un
Hans Stuck que llegaba con el Auto Union empatado a puntos con Fagioli. Algo por detrás se encontraba Tazio Nuvolari, as de Alfa Romeo. Antes de la carrera llegaron ya las sorpresas con Jean-Pierre Wimille en pole position. El piloto francés conducía un Bugatti y partiría justo por delante de Bernd Rosemeyer y Achille Varzi, que de hecho compartirían esa ansiada primera fila. Mientras tanto, Fagioli era cuarto y Caracciola, décimo tercero. También
en la parrilla de salida habría un piloto de casa: Genaro Leoz-Abad con un Bugatti. Saldría desde la décimo quinta y última posición que se convirtió en décimo cuarta al no salir Paul Pietsch.
En la salida, Rosemeyer tomó la cabeza de carrera por delante de Caracciola, escapándose ambos en cabeza mientras Varzi se veía obligado a volver a boxes tras una vuelta con la cara ensangrentada. Una piedra había golpeado el parabrisas y le había golpeado en la cara. Tuvo que ceder su coche a Pietsch. Poco después, Rosemeyer fue víctima del mismo problema en su Auto Union, teniendo que parar a boxes. Esto ayudó a que Fagioli subiera una posición pero aún así estaba lejos... y además sufriría también el golpe de una piedra en el parabrisas. A pesar de todo, el italiano conseguía subir hasta la segunda posición tras Stuck. Mientras tanto, por detrás Varzi había recibido las curas necesarias y podía volver a pista, tomando el puesto de Pietsch. El italiano volvió en un estado de trance y marcó la vuelta más rápida de la carrera en unos larguísimos cinco minutos y cincuenta y ocho segundos al trazado de 17.315 metros. El primer abandono importante se dio en la octava vuelta cuando la suspensión del Alfa Romeo 8C-35 de la Scuderia Ferrari de Nuvolari dijo basta. Pero la sorpresa llegó con
los problemas en la caja de cambios de Stuck tras su parada a boxes para repostar. Esta había quedado bloqueada en cuarta marcha y le hizo abandonar. De esta forma,
la cabeza de carrera era para Rudolf Caracciola, con más de un minuto de ventaja sobre Luigi Fagioli. Sabiendo que el título era suyo, el alemán solo tuvo que pilotar de forma prudente hasta cruzar la bandera de cuadros con 43 segundos de ventaja sobre Fagioli. Manfed von Brauchitsch fue tercero. Por su parte, Genaro Leoz-Abad había tenido que abandonar tras 22 de las 30 vueltas. El campeonato quedaba decidido a favor de un Caracciola que se imponía por primera vez. Mientras tanto, España estaba a punto de entrar en una época oscura y perdía la oportunidad de consolidarse en el mundo de las carreras. Afortunadamente, solo fue algo temporal.