NINGÚN INFRACTOR SE LIBRA
Las multas de tráfico son uno de los recursos de la administración para controlar y reeducar a los usuarios de la carretera, y aunque a nadie le gusta recibirlas, lo cierto es que es una de las medidas más efectivas.
La inmensa mayoría de los conductores de nuestro país no tienen porqué preocuparse por las multas o las sanciones que las administraciones imponen a los conductores más despistados o imprudentes. Al fin y al cabo, la razón de ser de estas sanciones se encuentra en la necesidad de corregir y reeducar a los usuarios que no cumplen con unas normas necesarias para el buen funcionamiento de las carreteras y, sobre todo, para reducir al mínimo el posible impacto de las imprudencias.
A nadie le gusta recibir una multa de tráfico, y casi nadie está exento de ello: por pura estadística, casi cualquier conductor ha recibido una multa de tráfico aunque en la inmensa mayoría de los casos se trata de multas de carácter leve tales como exceder mínimamente el límite de velocidad o estacionar de manera incorrecta nuestro vehículo. Sin embargo, lo que no mucha gente conoce es la existencia de multas de tráfico para los pasajeros, ocupantes que deben hacer frente a la sanción sin que el conductor deba ocuparse de ellas de manera solidaria. ¿A qué nos estamos refiriendo?
Básicamente a multas de tráfico que se imponen a la persona y no al vehículo, sanciones que al estar asociadas a un usuario no suponen un problema para la persona a los mandos del vehículo siempre y cuando, lógicamente, éste no lo haga mal a la vez. Aquí tienes tres ejemplos: