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Así puedes evitar uno de los fallos mecánicos más temidos en los coches con motor diésel

¿Cómo prevenir esta avería, tan común como molesta, en propulsores movidos a gasóleo? La clave está en el estilo de conducción y en llevar el mantenimiento al día.

En España, desde finales de los años 90 del siglo pasado y hasta hace apenas 10 años (momento en el que comenzó su injusto agravio), los automóviles con motor diésel han sido muy populares dada su alta eficiencia, que se traduce en menores costes de uso respecto a los de gasolina. De hecho, aunque su cuota de mercado sobre los vehículos nuevos se ha reducido drásticamente, todavía representan cerca de la mitad de los que circulan por nuestras carreteras en pleno 2024.

Pese a sus evidentes ventajas, tal tecnología de impulsión no está exenta de algunos fallos mecánicos y suele producir una avería, especialmente en unidades "modernas", que tiene que ver con el equipo de descontaminación que se empezó a instalar de una forma masiva a partir de la entrada en vigor de la normativa de emisiones EURO V. Este conjunto de piezas incluye varias membranas, así como tratamientos mediante aditivos que se encargan de descomponer o modificar los residuos derivados de la combustión.

Filtro antipartículas | VW

Concretamente, se trata de la obstrucción del filtro de partículas (FAP), un componente que se ubica en la zona intermedia del sistema de escape del coche y se encarga de eliminar la mayoría de las impurezas que genera el propulsor. Esta parte, que es sin duda la más delicada en un diésel, sólo logra funcionar bien cuando alcanza muy altas temperaturas (600ºC), las cuales sólo son posibles durante los trayectos largos por carretera para los que se desarrolla esta clase de propulsores térmicos.

Dicho de otro modo, cuando un coche diésel relativamente moderno sólo se usa para cubrir distancias cortas (como ir al supermercado o recoger los niños en el colegio), el FAP no se calienta lo suficiente y no realiza correctamente las reacciones químicas necesarias para desintegrar la carbonilla almacenada, provocando que se atasque el filtro en cuestión. Cuando esto ocurre, el vehículo puede perder potencia o dejar de funcionar por seguridad.

Antes de que esto tenga lugar y tengamos que acudir a un taller para que nos limpien o reemplacen el FAP (muchos cientos de euros), el ordenador del automóvil nos avisará mediante un testigo en el cuadro de instrumentos ("DPF" en color naranja) que algo no está bien en el escape. A partir de ese momento, debemos evitar los trayectos cortos y recorrer algunas decenas kilómetros por carretera (20-30 minutos) con el motor por encima de las 3.000 rpm para que se completen los ciclos de descontaminación.