EVITA DRAMAS DE MADRUGADA
En invierno llegan las heladas... y los dramas cuando la batería se viene abajo, los cristales se hielan, y los manguitos revientan. Entra, que te contamos cómo evitarlo.
El invierno español tiene algo de bipolar que hace que o te caiga una helada de campeonato o te amanezca con el coche hecho un Frigopie, y claro, si tu coche duerme fuera, eso es un problema. Se te ponen los cristales que parecen puro hielo, la batería se te viene abajo y las cerraduras que no las abres ni con dinamita. No te preocupes, que con cuatro trucos de los buenos para mantener tu coche puedes librarte de todo eso sin convertirte en mecánico ni gastarte dinero en fundas térmicas de Amazon.
El hielo es el primer enemigo del que aparca en la calle. No hay nada peor que salir con prisa y encontrarte el parabrisas como un bloque de mármol. Solución barata: un cartón. Sí, el de toda la vida, el de la tele nueva, por ejemplo. Lo pones por la noche, lo sujetas con los limpiaparabrisas y a dormir tranquilo. Por la mañana lo quitas, y ea, ni rastro de hielo. Si quieres algo más “pro”, hay fundas con imanes para presumir en tu calle, pero el cartón cumple igual y no te expones a que te lo manguen.
Otra receta de andar por casa es la de mezclar dos partes de alcohol y una de agua en un spray. Mano de santo. Pulverizas tras aparcar y te olvidas del hielo. Evita el agua caliente, que eso no derrite, rompe el cristal, y si no quieres cargarte los limpiaparabrisas, déjalos levantados. No cuesta nada y te ahorra tener que cambiarlos cada invierno.
Si un día la cerradura se te queda congelada, olvídate de forzar la llave como si fuera yo que sé qué. Usa un poco de alcohol o un secador de pelo, y listo. Tu coche te lo agradecerá y tus dedos también.
El frío no solo te deja tieso a ti, a la batería también. Esta pierde casi la mitad de su capacidad cuando el termómetro baja de cero. Por eso, si tu coche duerme en la calle, cúbrela por la noche con una alfombrilla vieja o con un trapo gordo. No es estético, pero funciona. Si ya tiene más de tres años, hazle una visita al taller, que es mejor gastar un poco ahora en una batería que llamar a la grúa a las siete de la mañana con los dedos pegados a la llave.
Cuando arranques, quítale peso a la pobre: apaga la calefacción, la radio y las luces antes de girar la llave. En los diésel, da dos toques de precalentadores antes del arranque real y pisa el embrague, que el motor de arranque te lo agradecerá.
Si no arranca a la primera, no te pongas nervioso. Cuatro segundos de intento, un minuto de descanso y vuelta a probar. Si lo haces diez veces seguidas, ve llamando al seguro.
El invierno no solo congela lo que ves, también lo que no ves. Usa líquido limpiaparabrisas con anticongelante, no ese brebaje de agua y jabón que se convierte en un polo dentro del depósito. Ya sabes cuál te digo. Revisa el refrigerante, y si está viejo o turbio, cámbialo. Un coche con refrigerante congelado es básicamente una tubería vieja a punto de reventar.
Los neumáticos también tienen lo suyo. En invierno pierden presión y agarre, así que súbelos un poco (unos 0,2 bares) y, si vives en zona fría, pon gomas de invierno. No son solo para la nieve porque también te salvan el cuello en asfalto húmedo.
No olvides los burletes de las puertas, porque si se agrietan o se pegan, acabarás abriendo las puertas con espátula. Rocíalos con spray protector y asunto resuelto. En el maletero, lleva siempre tu kit de emergencia: rasqueta, guantes, manta, linterna y algo de picar. No hace falta que seas Bear Grylls, pero si te toca esperar a la grúa bajo cero, lo agradecerás.