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Esta semana en Centímetros Cúbicos hacemos un recorrido por la historia del automóvil
Corría 1769 y el triciclo de madera de Nicolás Joseph Cugnot se convertía en el primer coche de la historia. Alcanzaba 4 kilómetros por hora y la caldera solo podía funcionar 15 minutos, porque no soportaba el calor. Tenía marcha atrás e, incluso, tuvo un accidente al chocar contra una pared.
Y lo que seguro que no sabías es que, a principios del Siglo XX más de la mitad de los coches funcionaban con vapor en Estados Unidos. Es decir, que competían con los de combustión y los eléctricos… Porque ya había de todo y todo estaba inventado ya entonces…
Los coches de vapor eran eficientes. Producían su energía en reposo. Su mecánica era sencilla y se podía generar vapor con cualquier elemento que se quemase. Pero también pesaban mucho y la presión del vapor tardaba en aumentar unos 15 minutos antes de empezar un viaje.
El sacerdote e inventor húngaro Anyos Jedlik, a quien se le considera uno de los precursores del coche eléctrico. Creó el primer motor electrificado en 1827. Pero a quien se le atribuye el primero finalmente es a Robert Anderson, que en 1834 se paseaba ya con su creación, haciendo pocos kilómetros con sus baterías desechables de plomo y ácido.
Sin embargo, con la llegada de la electricidad, el coche eléctrico fue ganando terreno. En 1900 el 28% de los automóviles que se fabricaron en Estados Unidos eran electrificados. Pero había un problema… Las baterías duraban poco. Ante eso, Thomas Edison inventó una de níquel-hierro con más autonomía y potencia.
Durante esos años, los coches eléctricos batieron récords de velocidad, superando algunos los 100 kilómetros por hora. Lo eléctrico se popularizaba, la flota de taxis de Nueva York, por ejemplo, era eléctrica. Pero los coches eran caros, no se producían en serie: había lista de espera para adquirir uno…. Y así comenzó su declive en favor de los coches de gasolina.
Las baterías duraban poco. Ante eso, Thomas Edison inventó una de níquel-hierro con más autonomía y potencia. Durante esos años, los coches eléctricos batieron récords de velocidad, superando algunos los 100 kilómetros por hora. Lo eléctrico se popularizaba, la flota de taxis de Nueva York, por ejemplo, era eléctrica. Pero los coches eran caros, no se producían en serie: había lista de espera para adquirir uno…. Y así comenzó su declive en favor de los coches de gasolina.
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